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Es una noticia que se repite por ciudades de toda España, y es posible que usted mismo se haya dado cuenta, quizá alertado por su propio hijo. «¡Mira qué chorongo más gracioso! ¿Por qué hay más cacas de perro en la calle, ahora que está ... más vacía?», gritaba un niño, fascinado como todos por la escatología, en una céntrica avenida de Bilbao durante uno de sus primeros paseos del confinamiento. Pues tiene que ver con las avenidas desiertas que la pandemia ha dibujado en las ciudades españolas, y cuando nadie te ve... algunos aprovechan. Entre los damnificados por este olvido', que somos todos –también la gran mayoría de dueños de perros que cumplen escrupulosamente las normas y recogen los desechos de sus mascotas–, están las personas con discapacidad.
Qué mejor que los fríos y asépticos datos para demostrar este aumento de excrementos caninos en las calles durante la pandemia –junto a los guantes y las mascarillas–: en Gijón (Asturias) recogieron de la vía pública durante el pasado mes de abril 7.200 cacas de perro –240 al día–, lo que supone más del triple de las recogidas en abril del año pasado (2.083, es decir, 69 diarias). El Ayuntamiento se ha decidido a hacer públicos los datos tras las numerosas denuncias vecinales.
En Valencia, el panorama es similar; en algunos barrios los vecinos comenzaron a poner carteles pidiendo más civismo a los propietarios de mascotas, aunque han recibido más recochineo que éxito en algunos casos: «Puse los letreros y al día siguiente había una caca justo debajo», declaraba uno de ellos al diario 'Las Provincias'. En Benidorm (Alicante), la Concejalía de Limpieza Viaria asegura que, en marzo, con el estado de alarma decretado, el incremento de deposiciones en determinados lugares hacía que fuera «prácticamente imposible pasear sin tener que esquivar alguna».
Los barrenderos maños desvelaban en las páginas del 'Heraldo de Aragón' estar recogiendo «más cacas que nunca. Si me dieran cinco céntimos por cada una ganaría más que con mi salario».En Granada, las paredes de las casas encaladas del Albaicín, barrio catalogado como Patrimonio de la Humanidad, amanecieron un día de abril adornadas con poéticas pintadas de envidiable caligrafía en contra los dueños de canes más 'desmemoriados': «Tú que paseas tu perro con alegría y orgullo limpia también con cariño su 'resbaliso' furullo!». Su autor las hizo, como los que se dejan las cacas, al amparo de las calles solitarias.
El año pasado se hizo viral un tuit sobre lo que este problema pueden suponer de más a los discapacitados. Decía que, para los usuarios de sillas de ruedas, 'atropellar' una de estas deposiciones supone un infierno mucho mayor que para el resto de los mortales; en concreto se denunciaba con esta frase: «La caca de tu perro termina en mis manos». Algunos enseguida contestaron que la silla de ruedas se impulsa con una circunferencia de acero paralela a la rueda pero separada dos centímetros, así que, decían, la mano no se mancha...
Lo aclara Francisco Sardón, presidente de la Plataforma Representativa Estatal de Personas con Discapacidad Física (Predif), que hace uso de su silla por las calles de Valladolid y agradece poder hablar de un asunto que, aunque escatológico, lo padece a diario:«Sí, yo también he notado que hay mayor cantidad, pero es un tema que sufrimos siempre. Y es cierto que la barra de impulso está a dos centímetros de la rueda, y puede que a alguien eso le parezca mucha separación, pero es que hay quien por su discapacidad necesita agarrar también la rueda. Por no hablar de la ropa, que siempre roza. Si tienes la mala suerte de pasar por encima de una de ellas, no puedes quitarla, tienes que irte a casa, pues solo puedes con lo más gordo y vas con ese olor a todas partes. Imagina que no te has dado cuenta y entras en el autobús... Si ni siquiera podemos ir al baño en muchos bares para limpiarlo, y además no están para eso. Solo te queda irte a casa».
Sardón se acuerda también de las personas tetrapléjicas, que deberán llamar a alguien para que les ayude a quitarlo. O las invidentes, «¿cómo lo limpian si no lo ven? Y se les mancha también el bastón. La gente no piensa en ello, pero es así, sumamente desagradable, genera mucha frustración y es indigno». Menciona además las deposiciones abandonadas en la hierba, «donde juegan los niños y son mucho menos visibles».
Desde la Confederación Española de Personas con Discapacidad Física y Orgánica (Cocemfe) llaman a la responsabilidad e inciden en que «las cacas de perro por las calles son muy molestas y antihigiénicas para toda la ciudadanía, pero para las personas con movilidad reducida el perjuicio es mayor, puesto que esquivarlas en aceras estrechas no siempre es posible y porque puede ser complicado o imposible limpiar la silla o el medio de apoyo que utilices».
Francisco Sardón considera que este aumento se produce por varios motivos: «Algunos han salido con sus perros más que nunca para aliviar el confinamiento, y puede que, estando más pendientes de mantener las distancias y hacer las cosas bien, se les haya olvidado. Y luego están los que aprovechan que había menos testigos para no recogerlas». Recuerda, de todos modos, que estamos hablando de «una minoría de los dueños de los perros, lo que pasa es que esa minoría con el confinamiento se ha hecho mayor».
240 heces al día recogió el servicio de limpieza en las calles de Gijón durante este abril de confinamiento. El mismo mes del año pasado, las deposiciones diarias recolectadas fueron 69. Han subido más del triple.
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