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Al menos una de cada diez mujeres no sabe lo que es un orgasmo. Y hay muchas más que sí conocen esa sensación, pero a las que les cuesta la vida «tener un orgasmito para sentirse 'normales'», como dice la psicóloga Andrea Aguilar. Y no ... habla de oídas, sino de primera mano. Ella tuvo que esperar muchos años para llegar a tener uno, un tema que la tenía muy agobiada y que la hacía sentirse diferente, infradotada... Al final lo consiguió y ahora acaba de publicar 'Mujer multiorgásmica' (Ed. Lundwerg), un libro en el que cuenta su experiencia y las investigaciones que realizó al respecto para que todas las que quieran llegar al clímax tengan una pequeña guía. ¿Es infalible? En su libro dice que todas las mujeres son multiorgásmicas... Suena bien, pero, en serio, ¿todas? «¡Todas! Y lo digo con certeza y tranquilidad, no en plan 'ánimo, tú puedes'», señala.Es decir, no es un eslogan.
Tal y como explica, buena parte de los problemas de las mujeres para alcanzar el orgasmo residen en que han aprendido lo que saben de sexo a través de las películas, «donde son muy de 'soltarlo' todo, de mucho ah-ah-ah, un sexo muy tenso», describe. Este tipo de orgasmos son, por así decirlo, más 'masculinos', ya que el clímax en los hombres suele ser así, una subida de excitación hasta que se produce una expulsión... y se acaba la fiesta.Esto no quiere decir que las mujeres no tengan este tipo de orgasmos –«hay muchos y de muchos tipos», aclara–, pero el cuerpo femenino está más preparado para otras variantes que, sin embargo, son los que menos se exploran,aunque, afirma, «son todo un festival», ya que ofrecen la posibilidad de entrar en un estado donde se pueden suceder varios orgasmos.
La clave para llegar a este punto multiorgásmico está en el sistema nervioso autónomo, formado por el sistema nervioso simpático –que regula las respuestas del cuerpo cuando hay acción– y el parasimpático –que nos permite entrar en un estado de calma–. Cuando tenemos sexo y hay excitación, el simpático se activa... «Y, si logramos que a la vez se ponga en marcha el parasimpático, es decir, si logramos relajarnos en la intensidad de esa excitación, los orgasmos llegan con mucha más facilidad», apunta. Así, en plural. Es decir, debemos equilibrar ambas cosas. Aguilar, en sus estudios sobre cómo expandir el placer –ha aprendido de los conocimientos tántricos, por ejemplo–, señala tres herramientas que trabajan en nuestro favor:
1
A veces nos ponemos a practicar sexo y estamos pensando en qué vamos a hacer, en qué está pensando la otra persona, en qué debería estar haciendo para excitarnos (y viceversa), en si estamos haciendo algo moralmente correcto... Así es complicado llegar al orgasmo, porque la mente está demasiado activa y no va a dar luz verde al placer. Para alejar estas ideas y volver a centrarnos en nuestro cuerpo y en el momento presente está la respiración, que 'aleja' lo que nos distancia del orgasmo. Lo más importante es la exhalación, sostiene Aguilar, «que activa tu sistema parasimpático ventral, el que te relaja y te permite acceder a estados orgásmicos maravillosos». Para Aguilar, la respiración cíclica o conectada (tántrica), es muy aconsejable.Y sencilla: consiste en no hacer pausa entre inhalación y exhalación (al no haber parones no se te va la concentración y la atención permanece en el cuerpo) e intentar que ambas sean igual de largas o de cortas. Es mejor inhalar por la boca –si te agobia, se puede hacer por la nariz–, pero la exhalación ha de ser siempre por la boca: cuando nos excitamos lo hacemos así de forma natural, por lo que «tener un orgasmo con la boca cerrada es complicado». «Si quieres sentir placer, exhala grande, con la boca abierta y la mandíbula relajada», recomienda.
2
«¡No se trata de hacer acrobacias!», clama Aguilar. La cuestión consiste, más bien, en no estar rígida ni parada. Vale con movimientos ligeros y suaves, no tienen por qué ser atléticos. «La rigidez insensibiliza el cuerpo y lo enfría, mientras que el movimiento lo relaja y lo afloja y lo vuelve más sensible a todas las sensaciones, incluido el placer.Si estamos inmóviles o rígidas, el cuerpo entra en un estado de supervivencia, como si estuviese ante algo amenazante. Y eso nos bloquea. «Los movimientos circulares y sinuosos de caderas y espalda nos calientan. Cuando la excitación ya es alta, al cuerpo le encantan los movimientos rítmicos y repetitivos», informa.
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«No es posible que la vagina se relaje si la boca está tensionada», subraya Aguilar, quien indica que, si la relajas y sueltas la mandíbula, le permites a tu vagina abrirse también. Si, además, la usas para emitir sonidos y pones a trabajar las cuerdas vocales, activas el nervio vago, «que llega hasta el cérvix (ubicado al final de la vagina) y es uno de los grandes responsables de las sensaciones de felicidad y bienestar».Además, la vibración del sonido recorre todo el cuerpo, asegura la experta, y expande las sensaciones de placer.Tal y como explica, no es necesario que nos convirtamos en sopranos cuando tenemos sexo, pero dejar salir la voz es muy beneficioso.Si te da pudor o no es tu estilo, prueba, como dice Aguilar, con un 'mmmmm' –«como el que emites cuando te gusta algo»– que causa el efecto de vibración que se busca.
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