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Los días internacionales de algo sirven para hacernos recordar cosas que deberíamos tener siempre en mente pero sobre las que no pensamos demasiado. Ya se sabe, vamos muy lanzados, con mucha prisa por la vida, y nos olvidamos de reflexionar sobre cuestiones importantes para nosotros ... y para la gente que nos rodea. Este sábado, Día Internacional de las Personas con Discapacidad, nos hacen un llamamiento a que pongamos la empatía a hacer ejercicio y a que pensemos cómo se sienten esos compañeros con diversidad funcional que tenemos en el trabajo. ¿Lo hacemos bien o, con la mejor de las intenciones, metemos la pata mucho más de lo que creemos (y queremos)? Parece que hemos mejorado, pero seguimos errando en...
Sí, el mundo laboral es una selva a veces. Y hay personas tóxicas –posiblemente dentro y fuera del trabajo, es lo que tiene la toxicidad, que no entiende de horarios– que manifiestan que los trabajadores con diversidad funcional incluidos en la plantilla están ahí sólo por una cuestión de 'cuotas' o subvenciones.Si esto llega a los afectados, es un jarro de agua fría. Ellos ya saben que contratar a personas con discapacidad es, además de una responsabilidad social, «un deber legal», como recuerda Ibon Olazabal, consejero delegado del GrupoEvolus, dedicado a la selección de personal. Pero recordárselo a ellos... Eso nunca. Es una cuestión básica de respeto. «En todo caso, más allá de la legislación, las empresas que apuestan por la inclusión son más diversas, tienden a mejorar el clima laboral e incluso su competitividad», recuerda Olazabal. Quizá esto también se lo deberían marcar a fuego a los compañeros poco solidarios e inclusivos.
«Lo primero que buscan estos trabajadores es que no se les juzgue de antemano», sentencia Olazabal. Esto no es nada distinto a lo que exigimos las personas sin discapacidad, ¿verdad? A nadie le gustaría que antes de entrar a una empresa ya le hubiesen puesto etiquetas y le hubiesen 'acotado' el terreno. ¿Por qué no esperamos? «¡Es que muchas veces, aunque la capacidad existe, no interfiere para nada en su trabajo!», recuerda Olazabal. Esto es así, entre otras cosas, porque hay profesionales que hacen que así sea. Gabriela Prato, psicóloga de un centro especial de empleo, afirma que parte importante de su trabajo es «proponer soluciones creativas que faciliten a todos conseguir objetivos comunes». Es decir, que hagan trabajos que puedan desempeñar sin problemas.
Ana Martíns, con discapacidad auditiva, trabaja en Iparvending CEE, una empresa de vending, y asegura que se siente «muy a gusto». Entre otras cosas, porque «es un trabajo muy adecuado para mí, es muy visual y yo soy sorda», indica la empleada, quien añade que hasta que llegó a este trabajo, su vida laboral había sido una concatenación «de trabajos temporales». Ella se autodefine como «buena trabajadora, responsable y muy rápida», así que si hubiese habido cualquier prejuicio antes de conocerla... desapareció en cuanto comenzó a desempeñar su tarea.
La condescendencia es algo que las personas con diversidad funcional conocen muy bien. Durante su vida, muchos compañeros les han tratado como si fuesen niños a los que proteger, les tocan mucho para expresarles su apoyo, les expresan verbalmente su admiración –en plan 'qué mérito tiene lo tuyo', 'sois unos héroes'– y eso no es lo que hay que hacer. Los 'afectados' saben que se hace con buena fe, pero esas actitudes les alejan de lo que quieren, que es normalidad, que les traten igual que a los demás. «A mí mi trabajo me gusta y me parece sencillo», declara Abde El Mouiden, mozo de almacén de Iparvending.
¿Por qué deberían darle tratamiento de caballito blanco? No lo necesita. «Disfruto de estar en movimiento organizando cajas, los snacks...», comenta. Es decir, este joven, que es sordo y afirma que «nunca ha tenido problemas para conseguir empleo», ve normal que al comenzar en un trabajo tenga que superar unos escollos iniciales... pero sostiene que enseguida va todo rodado, en parte por esa «iniciativa y motivación» que sabe que tiene. «Es que nunca me quedo quieto y siempre estoy buscando en qué colaborar», destaca. Es decir, es consciente de que a veces necesita ayuda –«mis compañeros han incorporado gestos que me ayudan a comprender mejor lo que dicen y hablan más lento para facilitar la lectura labial», declara El Mouden–, pero también de que lo de la ayuda es un camino de doble sentido: todos la necesitamos alguna vez. «Yo también les ayudo cuando es necesario, claro».
Las personas con síndrome de Down son todas muy risueñas y amables, las incluidas en el espectro autista extremadamente minuciosas, las que tienen la visión o el oído afectados se sobreponen a ello agudizando otras habilidades, quienes sufren problemas de movilidad 'compensan' siendo rápidos de mente y cumplidores... Toda esta retahíla está cargada de topicazos sobre las discapacidades. En todos estos colectivos hay individuos que cumplen estas condiciones y otros que no, que son diametralmente opuestos. Como ocurre con todos nosotros. Así que malo es que aún tengamos estos esquemas arraigados en la cabeza y. aún peor, que los dejemos aflorar delante de las personas con diversidad funcional.
José Carlos Sevilla, jefe de Ana y Abde, no duda: «No tengo claro si clínicamente existe una regla por la que una discapacidad concreta transmite un valor concreto... lo que sí sé es que si un puesto está bien adaptado, es una experiencia muy agradable tenerles con nosotros». Y, en cuanto a que todos, todos, destacan por sus ganas de integrarse... ni en eso se puede generalizar: «También hemos tenido a algunos que no quieren y no hacen mucho por intentarlo...», añade. ¿Nos extraña? ¿Esto no queda políticamente correcto? No debería, lo políticamente incorrecto es creer que se rigen por reglas distintas a las de todo el mundo.
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