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Te lo habrán dicho más de una vez –por otras cuantas que lo hayas pronunciado tú–. «Te lo dije». Esta frase no solo no cambia nada, sino que molesta a quien la oye. Si elaborásemos un ranking de frases huecas, esta probablemente lo encabezaría. Primero ... te escuchan y luego asienten. Entonces, llega el jarro de agua fría: «Si me hubieras hecho caso, no estarías en esta situación». Y es en ese momento cuando, precisamente, te da la sensación de que la situación incluso empeora.
«No es una frase que ofrezca ninguna enseñanza, ni ninguna crítica constructiva, con lo que veo difícil que aporte serenidad a quien la escucha. Cuando compartimos algo importante para nosotros y que nos preocupa, esperamos encontrar validación emocional y ayuda práctica», explica Aída Rubio, jefa de contenido clínico en el servicio de psicología en TherapyChat. La experta advierte que el 'te lo dije' no proporciona ni lo uno ni lo otro. «Invalida emocionalmente a la persona que lo recibe, ya que no se centra en darle escucha sin juicio a lo que siente. De hecho, le juzga y critica». Por otro lado, Rubio cree que tampoco proporciona ayuda práctica, ya que no aporta a la persona ningún tipo de alternativa de actuación, ni le ayuda a ver en qué se ha equivocado o qué podría haber hecho mejor. «Sencillamente hace saber que la 'verdad' es la de la otra persona».
Nuestra habilidad para tomar decisiones puede verse anulada debido a nuestra indecisión o a las malas elecciones que hemos tomado con anterioridad. Este fenómeno se conoce como 'fatiga de decisión' y es un condicionamiento psicológico muy bien estudiado, sobre todo entre los profesionales cuyas elecciones tienen importantes consecuencias para las personas.
¿Por qué nos da satisfacción decir la dichosa frase? «Reconocer tener la razón en algo es una forma de 'ganar', y esto puede engordar el orgullo», explica la experta. Pero aunque nos deje muy orgullosos pronunciar esta frase es «un error», insiste la especialista, ya que la única función que cumple es la de recalcar que has metido la pata. Más que eso, denota da a entender que el criterio de quien te la dice está sobre el tuyo.
Así que, ¿por qué frase podemos sustituirla que sea más empática y comprensiva? La psicóloga recomienda aplicar como alternativa esta otra frase: «Realmente temía que esto pudiera suceder, pero deseaba que no. Mira que lo siento. ¿En qué puedo ayudarte? ¿Necesitas hablar?». ¿Puede una frase así influir en la toma de decisiones posteriores? «Depende del impacto que tenga en la persona y hasta qué punto es permeable a las opiniones ajenas. Si resta en la autoconfianza que siente una persona, puede generar mayor indecisión o una toma de decisiones inadecuada. Ante todo, es importante que, si erramos, nos responsabilicemos de la parte que nos toca, analicemos qué podríamos mejorar de cara a futuro, y desde ahí tomemos decisiones, sabiendo que ni siquiera esto nos salva de volver a fallar, ya que el fallo forma parte de la vida. Pero esta opción es más sana que correr hacia delante guiados por un malestar o una duda personal creada a partir de un 'te lo dije'», afirma Rubio.
A propósito de esta reflexión, surge otra: ¿por qué somos mejores dando consejos que tomando decisiones propias? Según explica un reciente estudio liderado por Evan Polman, profesor de marketing en la Wisconsin School of Business, el hecho de opinar acerca de qué debe hacer otra persona es más placentero y menos agotador. «Es más fácil distanciarnos de nuestro sentir emocional cuando la decisión es para otro. De hecho, es bien conocida una técnica en psicoterapia que es la denominada 'disociación'. Cuando nos hacemos una idea de la realidad objetiva y subjetiva del otro, la parte prefrontral de nuestro cerebro se pone a funcionar al completo, pudiendo manejar de menor manera los pros y los contras de la decisión».
No obstante, es muy difícil recurrir a esta técnica por uno mismo porque a veces, en lugar de decidirnos por la mejor opción, «el sistema límbico, la parte del cerebro que regula las emociones, nos empuja a la opción que más nos alivia en el momento», lo que a menudo no coincide con los que habríamos aconsejado a otro de estar en nuestra misma situación.
«A llorar a la llorería»
La usamos con menosprecio o falta de interés ante las quejas de alguien. «Dar oportunidad a alguien de expresarse y hacerle sentir seguro mientras lo hace, ayuda a que él o ella se sienta validada, apoyada y comprendida», explican los expertos en psicología de TherapyChat.
«Todos nos hemos sentido así alguna vez»
Aunque las emociones son universales, las circunstancias son propias. «Si alguien se acerca a nosotros para hablar de sus problemas o a contarnos que está pasando por un mal momento, no busca que resuelvas su situación. Tu comprensión, apoyo y cariño es todo lo que necesita», apunta el experto.
«Seguro que no es para tanto»
Nuestro lenguaje cotidiano tiene algunos prejuicios preprogramados incorporados. «Debemos evitar un lenguaje que implique que los sentimientos de una persona son incorrectos o extraños o defectuosos».
«Siempre estás triste o eres muy negativo»
Todos hemos pasado por épocas difíciles donde no estamos al 100% y es completamente normal. «A veces necesitamos una ayuda extra para llegar a nuestra mejor versión y salir adelante. Estar mal, también está bien»
«Se feliz»
¿Tienes problemas?, no los tengas. Otra de las frases que ayudaron a cero personas en la vida, es sin duda esta. «Es mejor preguntar en qué podemos ayudar. Las enfermedades mentales son igualmente debilitantes y más comunes de lo que parecen. Visibilizar esta situación es una herramienta poderosa para reducir el estigma de las enfermedades mentales»
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