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Entra un hombre de 93 años a un consultorio sobre vida sexual. Toma asiento como puede y lanza su 'problema' al experto: «Es que ya me cuesta un poco... ». No, no es un chiste, aunque seguro que ahora mismo –confesémoslo– más de uno estará esbozando ... una sonrisilla. ¿Por qué? Porque en nuestra cabeza tenemos la idea de que el deseo y la actividad sexual tienen una fecha de caducidad más o menos definida... El caso de este nonagenario lo vivió Santiago Frago, codirector del Instituto Amaltea de Sexología de Zaragoza y miembro de la junta directiva de la Federación Española de Sociedades de Sexología: «El deseo es la interpretación en clave erótica que da el cerebro a estímulos, recuerdos, fantasías... la 'gasolina' que nos pone en disposición de 'ver' a los demás», explica el sexólogo Santiago Frago. ¿Ver? Sí, de que alguna persona o situación suscite nuestro interés y nos produzca esa punzada. Lo que llamamos 'ganas'.
¿Y esto no prescribe? El deseo es como el hambre: hay personas con más apetito que otras, algunas que se desganan con la edad, los achaques físicos y las medicaciones... pero, estrictamente, el deseo sexual «se mantiene siempre», apunta Frago. Lo que sí que decae es la respuesta de nuestro cuerpo a ese deseo. Cada persona es un mundo y hay muchas circunstancias que entran en juego, pero, 'grosso modo'... «se puede decir que en hombres sanos a los 75 años se ve que el cuerpo ya no acompaña a la cabeza. Y en las mujeres la frontera no está tan clara, aunque los cambios hormonales de la menopausia suponen para algunas un desintereés sexual, pero hoy en día hay remedios para todo», insiste Frago.
Su amplia experiencia con mayores –está implicado desde 2007 en el primer servicio público de consultoria sexual para mayores de 65 años, en Zaragoza– le ha hecho ver una realidad de la que se habla poco: los mayores tienen ganas y se preocupan por su salud sexual. ¡Y hasta se enfadan cuando se cuestiona su deseo! «Recuerdo una charla en la que se levantó un hombre mayor y señalando a las señoras presentes dijo algo así como 'de estas, ninguna tiene ganas'. Y una le contestó: 'No tendrá ganas la suya, cuídela bien y ya verá'. Y esta es la clave: cuidar el deseo para mantenerlo», apunta.
Preadolescencia El deseo sexual entendido como placer en general es algo que llevamos con nosotros. La satisfacción del bebé al mamar, los tocamientos y roces de los peques para satisfacerse... Pero estos primeros compases no son eróticos, para llegar al deseo sexual (las ganas) tal y como lo conocemos «tenemos que esperar hasta la pre-pubertad, los 9 o 10 años», indica Lurdes Lavado, sexóloga de Alborabide. A partir de ahí va creciendo, las hormonas van ayudando y, como todos sabemos, en la adolescencia y primera juventud está a tope.
Asexuales Derecho a no desear. Los sexólogos reivindican el derecho a no tener deseo. No es una obligación, aunque socialmente su ausencia se vea como un problema. Hay personas que son asexuales durante algún periodo de su vida. Y otras que lo son siempre.
Ahora mismo quizá estemos pensando que el deseo es algo automático, que surge o no surge y que no se puede 'actuar' sobre él. Y no. «Hay que promoverlo, sobre todo a ciertas edades. ¿Cómo? Elaborando más, cuidando el clima, el contacto piel con piel... y no centráandonos tanto en la genitalidad», aconseja. Hay que trabajárselo, vamos, porque el deseo sigue ahí. «En los viajes para mayores se ve claro: surgen ofertas sexuales a montones y algunos las aprovechan. ¿Por qué no? Es normal, tienen ganas y encima se ven en un ámbito 'liberado' de hijos y nietos donde pueden ser más libres», explica Frago, quien desliza que, en muchas ocasiones, las presiones sociales o el miedo a que les llamen 'viejos verdes' o 'viejas verdes' les inhíben. «Es que el deseo está sujeto a muchas 'hipotecas'. La edad es una. Otra es no sentirse deseado (se oye muchísimo en consulta). También está el miedo a 'no rendir' que nos puede hacer abandonar la idea...», repasa. Sí, muchos palos en las ruedas que nos ponemos nosotros mismos y muchas veces... ¡Muy pronto! La tiranía de los cuerpos perfectos y de tener que ser unos superhéroes en la cama nos hace un flaco favor y hace que nosotros mismos nos 'exiliemos' de esta parcela de la vida.
Y en esto del sexo, recalca Frago, no hay superhéroes. Ni la edad es garantía de infalibilidad. «Tengo pacientes muy jóvenes con problemas de erección y de deseo, aunque la edad dorada es de los 18 a los 45 años. De los 18 a los 30 digamos que es muy fuerte la ilusión y biológicamente todo ayuda, aunque aún no sabes muy bien qué quieres o qué te gusta, que es algo que sí tienes bien claro de los 30 a los 50, la etapa en la que, si no tenemos problemas de salud, el deseo se expresa de forma muy satisfactoria», detalla Frago. Y a partir de los 50... «Las mujeres pueden notar una bajada de deseo, pero tiene solución. Y los hombres empiezan a apreciar fallos de erección y les entra el miedo... y en la batalla entre el miedo y el deseo siempre gana el miedo», lamenta.
Lourdes Lavado, sexóloga del centro Alborabide tranquiliza a todos: «La sexualidad ni empieza ni termina. Y el deseo es un motor de vida, nacemos con ello... y con él vivimos siempre –recalca–. Hace poco tuve un paciente de ochenta y pico años que decía que llevaba un año con algún problema de erección... y lo llevaba mal, ¡porque él tenía ganas!».
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