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Una de las grandes dudas que se plantean padres y madres cuando llegan las vacaciones es si sus hijos deberían hacer deberes o si es mejor dejarles descansar y divertirse. Los expertos coinciden en que en verano hay que dar prioridad a que aprendan a ... través del juego y de actividades prácticas como ir a un museo, observar y experimentar en la naturaleza o escribir un diario, frente a los tracionales deberes escolares. Sin olvidarnos de que puede ser más eficaz para trabajar la responsabilidad y el esfuerzo colaborar en las tareas de casa que rellenar fichas.
En una buena parte de los casos son los propios colegios los que marcan las pautas. Es habitual ya que encarguen trabajo de 'refuerzo' a alumnos que van justos en determinadas asignaturas. «Al mayor le han puesto deberes de refuerzo en matemáticas y, además, tiene que leer dos libros. En la clase del más pequeño tienen que hacer fichas de repaso de matemáticas, lengua e inglés», explica María Varela, madre de dos niños de segundo y sexto de Primaria.
Pero cuando el centro escolar no encarga deberes, comienzan las dudas. «Si el niño no se ha esforzado durante el curso en estudiar, es coherente reservar un espacio para el trabajo», apunta la doctora en Psicología Amalia Gordóvil. Pero aclara que si los padres quieren inculcarle «el valor del esfuerzo y la constancia», no solo se puede hacer «con deberes escolares», sino que es aconsejable organizar actividades que trabajen esos valores, por ejemplo «compartiendo con sus hijos las tareas del hogar».
El problema es que los padres llegan a temer que si sus hijos no repasan en verano se les puede olvidar lo aprendido en el curso o que perderán el hábito del estudio y se quedarán rezagados. «Las familias se preguntan si es bueno ampliar lo que han estudiado, repasar o adelantarse a lo que van a dar el siguiente curso, ya que consideran que es muy importante para el futuro académico de sus hijos, creen que 'se lo juegan todo'. Gran error: te lo juegas en el tiempo de ocio», asegura Maite Mijancos, doctora en Educación y profesora de Orientación Familiar y Tutoría de la Universidad Internacional de la Rioja, UNIR.
Aclara que es un tiempo de creatividad, «que no tiene nada que ver con la ociosidad (no hacer nada). Las tareas pueden tener múltiples formas: visitar un museo, leer, jugar a juegos de mesa, escuchar música, investigar sobre plantas y animales que veamos en la naturaleza, hacer una colección... «Es una etapa en la que deberían brillar la imaginación, las relaciones personales, la observación de la naturaleza... Por ejemplo, empezar el día animando a los niños a hacer su cama, recoger su cuarto y ordenar el armario es simple pero muy eficaz», coincide Mijancos.
Pero ¿y si el alumno ha suspendido una materia, si tiene dificultades específicas en un área, por ejemplo en matemáticas? Los educadores apuestan por trabajar a través de actividades prácticas en las que vean la utilidad de lo que aprenden, ya que mejorará incluso su actitud ante esa materia en el futuro. Que nos acompañe al súper y vaya sumando lo que gastamos, que haga un postre atendiendo a cantidades y medidas de una receta, que organice un cumpleaños o una fiesta ajustándose a un presupuesto, incluso que nos ayude a llevar las cuentas de casa. Si flojea en lengua, que lea libros, que escriba un diario, una carta a un amigo... «La clave es conseguir los mismos resultados con actividades diferentes a las escolares», resaltan los psicólogos.
Los expertos en educación alertan de que el sedentarismo y los problemas emocionales son asignaturas pendientes hoy en día para muchos niños y que es muy importante dedicarles tiempo en verano, más que a las matemáticas o al inglés.
«Actualmente se da mucha importancia al conocimiento académico y a los deberes y se dejan de lado elementos muy valiosos de la educación, como las habilidades sociales, los juegos sin pantallas, la actividad física, la educación emocional... El verano es un buen momento para hacerlo», completa Daniel Adrover, psicólogo y profesor de la UOC.
¿Cómo? Pasando tiempo con los niños. «Fomentar el juego, los deportes, las aficiones que ayudan a la educación en valores: constancia, saber ganar y perder, hacer amigos, ser generosos, apertura de mente…», completa Mijancos.
«El verano es un buen momento para dejar que niños y niñas se aburran porque es una forma de que despierten su creatividad, sean resolutivos y den rienda suelta a su imaginación», explica Marco Zagal, experto en neurociencia educativa y en el método Montessori. Los pequeños están acostumbrados a estar siempre ocupados, en las horas de colegio, con las extraescolares y los deberes... «Tanta estimulación deja poco espacio a la imaginación y la creatividad. Las situaciones que se dan en su día a día están programadas de principio a fin y no permite que los pequeños tomen decisiones o inventen soluciones para las cosas que les ocurren». El objetivo es que sepan divertirse y encontrar actividades sin necesitar que sus padres les den ideas o aprueben lo que hacen.
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