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Tik tok, Instagram, YouTube, Twitter... Las redes sociales «han llegado para quedarse» y evitarlas no hace más que convertirnos en eremitas. Si es lo que queremos, no hay mayor problema, pero si somos padres, tutores o profesores, «nos estamos boicoteando». Así lo advierte la psicóloga ... Isa Duque, que acaba de sacar un libro que sirve como guía para entender a la Generación Z. A nuestros adolescentes. A los de ahora que se crían con una pantalla delante.
«Hay que ponerse las pilas», anima la psicóloga. Es decir, conocerlas e investigarlas para poder «acompañar» a los jóvenes en su uso... Y para saber qué hacer si están sufriendo algún tipo de violencia.
La física es fácil de reconocer, pero los moratones virtuales no se ven tan fácil y, lo que es peor, a veces no sabemos ni de qué nos hablan los adolescentes. Las violencias en el mundo virtual existen, pero no son nuevas. «Son las mismas de siempre, aunque trasladadas a otro entorno». Y muchas veces renombradas con términos anglosajones difíciles de traducir. Por ello, Duque ha elaborado un útil diccionario para saber a qué nos enfrentamos.
¿Le suena la palabra 'grooming'? Quizá si le llamamos de otro modo sí:ciberacoso sexual por parte de un adulto. «Es la pederastia de toda la vida», indica la experta. Una persona mayor de edad contacta con un menor a través de una identidad falsa, busca establecer una relación y controlarle para luego abusar de él.
El 'sexting' no es delito, es otra manera de relacionarse. Se trata de enviar contenido sexual a otras personas de forma libre, autónoma y deseada. Aunque a los padres les parezca horroroso, no deja de ser la evolución de esas cartas de amor con besos de pintalabios, por ejemplo. Lo que sí es peligroso y, además, está penado es la 'sextorsión' y el 'sexpreading'. Lo primero es chantajear a la persona que ha mandado ese contenido sexual para que haga determinadas cosas amenazándole con airearlo. Lo segundo es, directamente, difundirlo.
Así que si su hijo practica 'sexting' o cree que puede hacerlo, lo mejor es que le enseñe cómo protegerse: enviar fotos que no le identifiquen (tatuajes, piercings, marcas, etc.), pixelarse la cara, quitar los metadatos de las fotos o compartirlo a través de 'apps' seguras que impidan, por ejemplo, descargárselas o hacer pantallazos (por ejemplo, Confide y Wick) son algunos consejos básicos.
La cibermisoginia es otra de esas violencias estructurales que se ha 'modernizado'. Se trata de atacar a las mujeres que crean contenidos en la red o que opinan solo por el hecho de serlo. Pero, más allá de estar expuesta a la violencia, lo que le puede pasar a su hija es que acabe dejando la red en cuestión. Pensará:«Mejor, una cosa menos de la que preocuparse». Pero no. Ante la agresividad, la adolescente está retrayéndose y aunque por un caso no pasa nada, si todas las chicas lo hicieran, los agresores lograrían lo que buscan: borrar la presencia femenina en el entorno virtual. En otras palabras, imponerles un burka digital.
El 'ciberbullying' quizá resulte la más familiar de estas violencias. Son «agresiones con mensajes de texto, voz, fotos o vídeos que pretenden socavar la autoestima, dignidad o el estatus» de una persona. Pero de manera continuada en el tiempo. Y esto es importante:no todo es acoso, «el hostigamiento ha de ser habitual, repetido y continuado», advierte Duque. Un insulto puntual en Twitter se puede afear, pero no es 'ciberbullying'. Ahora, puede ser el punto de partida, por lo que tampoco debemos menospreciarlo.
Los adolescentes usan las redes como medios de información. Y ello les hace víctimas ideales de las 'fake news', que no son otra cosa que noticias falsas creadas a propósito con intenciones políticas y económicas.
Todo el mundo podemos caer en una, por eso, indica la especialista, es importante saber cómo detectarlas con herramientas como Google Images, YouTube Data Viewer, Invid... Y eso se lo tenemos que enseñar los adultos a los menores. De la misma manera, también debemos ser ejemplo y no difundir bulos.
Muerto el perro, se acabó la rabia, dice el refrán. Pero no es cierto. Y el caso de los adolescentes y las redes sociales es un claro ejemplo. El 'smartphone' se ha convertido en una extensión de sus vidas y quitárselo les aísla, advierte la psicóloga Isa Duque. Tampoco se trata de darles carta libre, pero sí de acordar espacios y tiempo. E, incluso, de elaborar «un contrato de navegación segura», un documento en el que ambas partes pongan por escrito sus compromisos: no dar datos personales, no meterse en peleas, si se reciben fotos inapropiadas decirlo... Se trata de que los progenitores se adapten al mundo virtual y «acompañen» al menor en su uso. Porque si no lo hacemos, les estamos dejando solos ante el peligro: «Tienen que aprender a usarlas por su cuenta». Y no, no se trata tampoco de fiscalizar cada paso virtual que dan. No hay que convertirse en un «padre helicóptero» o una «madre dron» que están todo el día espiando. «Hay que pensar que cuando teníamos su edad, tampoco nos gustaba que nos siguieran cuando íbamos por ahí. Nos tenemos que acercar a su mundo sin prejuicios y sin criticar todo a la primera o se les quitarán las ganas de enseñarnos cosas», concluye.
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