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Cómo reaccionaría usted si alguien comenzara a coquetear con su pareja de siempre. Antes de responder, póngase en situación, No hablamos de que usted tiene 20 años y su relación comenzó hace dos meses. Usted tiene una pareja estable, de largo recorrido y mantiene una ... relación madura. Y, de pronto, alguien, conocido o no, se pone a tontear con ella (o con él, da lo mismo)... Y ella, ojo, ni siquiera responde al flirteo. Pero, ¿cómo cree que respondería usted? Aunque cueste creerlo, la mayoría de la gente comenzaría a perder interés por esa persona que hasta hace un momento llamaba amor. Algo se ha roto.
«La respuesta que igual esperamos es que el espectador de este trío sienta celos y trate de reconquistar a su pareja. La teoría nos dice que lucharíamos por ella, especialmente ahora, cuando vemos que también resulta atractiva o deseable para una tercera persona...», explica la psicóloga Johanna Beato, sexóloga y experta en terapia de pareja.«Pero no sucede así. Lo que genera es rechazo, incluso a nivel sexual. Cuando nos planteamos una relación seria con alguien, lo que queremos es algo diferente», detalla la experta, del Colegio de Psicólogos de Bizkaia. Se busca chispa, sí; pero también seguridad, tranquilidad y paz. Un equipo formado por investigadores de las universidades Reichman de Herzliya, en Israel, y la de Rochester, en EEUU, ha realizado una novísima e interesante investigación sobre las relaciones de parejas de largo recorrido. Existen infinidad de estudios, y se han repetido mil y una veces, sobre el comportamiento de los seres humanos durante el cortejo y sus primeras relaciones amorosas. Pero ésta es una de las primeras –si no la primera– que ahonda en la experiencia del amor desde la madurez afectiva.
El trabajo trataba de dar respuesta al impacto que genera en la pareja la existencia de un miembro que necesita buscar permanentemente la atención de los demás para sentirse más deseado y más seguro. El principal investigador del trabajo, el científico Gurit Birnbaum, profesor de psicología en la Universidad Reichman, explica que lo habitual en las primeras relaciones es que se dé una combinación de «estrategias positivas y negativas» para mantener cerca a la persona que se quiere.
Entre las primeras figurarían actitudes como hacerse regalos y tratar de compartir juntos tiempo de calidad, mientras que utilizar los celos como herramienta de atracción entrarían, lógicamente, entre las segundas. Pero esto, en una pareja con cierta estabilidad y recorrido... no funciona. Bajo ningún concepto. Es más, si vamos a dar celos nos va a salir el tiro por la culata.
La teoría de Birnbaum es que a determinada edad, según se van cumpliendo años, el miedo a perder la pareja desencadena una serie de «reacciones defensivas» diseñadas para protegernos del dolor. El distanciamiento emocional y «la retirada de la inversión en la relación» buscarían suavizar el golpe que provoca la materialización de «nuestros mayores temores».
El ensayo consistió en verificar en tres grupos diferentes el impacto en la pareja de la llegada de un tercero con ganas de galanteo. Cada uno de esos grupos contó con la participación de 125 a 200 voluntarios. En el de los más veteranos, los participantes que asistieron al intento de conquista de su pareja acabaron sintiendo menos deseo por ella y un menor interés por invertir en la relación. «¿Cuál es la principal enseñanza de este estudio?», se pregunta su principal autor. «Si quieres que tu pareja sea feliz contigo, no coquetees con otras personas», se responde.
El trabajo se elaboró en Estados Unidos e Israel, pero la terapeuta vasca está convencida de que si se hiciera en nuestro país arrojaría un resultado muy similar, cuando no idéntico. «Hay escenas que de repetirse acaban cansando, por mucho que parezca que están libres de toda intención. Al final uno se plantea '¿qué pasa, que yo no soy suficiente y tienes que estar abriendo la puerta a un tercero?' ¡Pues yo soy una persona superválida y como no me das el lugar que me merezco, adiós!», zanja la terapeuta vasca. Ya se sabe, querer mejorar el menú con un mal vino es una mala idea; y además es imposible.
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