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Algunas de las batallas más duras ocurren en nuestro interior: somos nosotros contra nosotros mismos, y en esa guerra no hay piedad. Ocurre cuando tenemos sentimientos contrapuestos.Y he aquí uno de los ejemplos más claros: querer mucho a un amigo o amiga, desearle lo ... mejor, ayudarle cuando lo pasa mal, echarle de menos cuando no está, admirarle en muchos aspectos... Y, sin embargo, sentir una punzada de celos si la vida le va mejor que a nosotros y, por ejemplo, se echa una pareja imponente, le ascienden en el trabajo y pasa a cobrar una pasta, compra el piso de nuestros sueños, cae a la gente mejor que nosotros, liga más... La lista de motivos es interminable, de las mismas dimensiones que nuestro sentimiento de culpa. ¿No es una contradicción terrible y una vergüenza tener celos de un amigo?
«Por lo general, pensamos que la experiencia de los celos y las envidias son más comunes en la infancia o en la adolescencia. Sin embargo, los adultos convivimos secretamente con estas emociones, atenazados, eso sí, por el sentimiento de culpa porque es un tema tabú», confirma la psicóloga y escritora Valeria Sabater.
Así que si alguien se sentía mal por albergar este tipo de sentimientos, que sepa que, desde el punto de vista psicológico, es de lo más normal que nuestros mejores amigos sean el blanco de nuestros celos. «Son nuestro comparador social más cercano, ese reflejo cotidiano con el que medir nuestros trabajos, casas, éxitos, parejas y hasta nuestra imagen corporal», explica Sabater.
Además, tal y como afirma, estamos en un mal momento para ser celosos, ya que «las comparativas se intensifican gracias a las redes sociales, donde muchos de nuestros amigos publican sus logros, viajes, fotos con los niños... Y nosotros no dudamos en darles un 'like', pero a menudo tenemos celos».
Ahora bien, que los celos entre amigos sean un sentimiento frecuente no quiere decir que sean 'saludables': «Suponen un claro indicador de que hay algo que deberíamos revisar en nosotros mismos», advierte la experta.
Claro, nuestros amigos no son culpables (hay algunas excepciones) de que nosotros experimentemos celos o envidias hacia ellos. «El problema está en nosotros. –recalca Sabater–. Una relación de amistad saludable se basa en sentir felicidad cuando a la otra persona le va bien y en conferir apoyo cuando las cosas le van mal. Sin embargo, hay quien prefiere seguir el principio de 'quiero que a mi amigo le vaya bien, pero no mejor que a mí'».
Si sufrimos celos y queremos cortar con esa deriva, solo hay un camino: indagar para saber por qué nos sucede esto. La psicóloga plantea que nos hagamos dos preguntas: ¿acaso no estoy satisfecho con mi vida, con mis logros y con cómo soy?, ¿por qué me incomoda que ese amigo, al que quiero, haya triunfado? «Por lo general, detrás de los celos suele estar una vieja conocida: la baja autoestima», asegura Sabater.
El psicólogo y divulgador científico Julio Rodríguez considera que, «poniéndonos puristas», la amistad y los celos no son compatibles. «En una amistad verdadera no puede existir el ego. Y los celos o la envidia surgen de ese ego, de esa protección ficticia que creemos que necesitamos», argumenta. A su juicio, si estamos bien con nosotros mismos y hemos superado las inseguridades y las debilidades psicológicas –«de serie o impuestas por el contexto social»– nuestra idea de nosotros mismos «no se tiene que ver amenazada por nada que consiga otra persona, y mucho menos un amigo». Si nosotros estamos bien, la empatía se dispara y deseamos lo mismo para los demás porque «se anula el egoísmo competitivo».
Esto es, claro, en una situación perfecta, casi de laboratorio, porque la realidad es otra. Para el psicólogo, debido a múltiples factores, sobre todo al sistema social en el que vivimos que premia la competitividad, las amistades sin celos de ningún tipo «son la excepción, no la regla».
Entonces, ¿hay alguna receta para sobrellevar esta incoherencia de ser amigo de alguien y tener celos? «Posiblemente, decírselo sea un paso psicoterapéutico para lograr nuestro equilibrio interno», apunta Rodríguez. Y en el caso de que nuestros celos se produzcan porque nuestro amigo queda con otras personas, hay que decir que la biología tiene algo que ver. «Esto no lo justifica, pero lo explica: somos animales sociales, cuando vivíamos en la naturaleza, quedarse solo o ser apartado del grupo implicaba una disminución de las posibilidades de supervivencia». ¿Quiere decir esto que la biología nos 'exculpa'? No, Julio Rodríguez nos invita a utilizar nuestra capacidad de razonar, «que también es fruto de la evolución», para ver el lado absurdo de los celos por abandono –o emocionales, que así se llaman–: si alguien no quiere estar con nosotros, debemos dejarle marchar.
Otra cosa son los celos –o más bien envidia– generados por logros de un amigo. Eso es otra cosa. ¿Qué hacer en este caso? «Aprender a no compararnos con los demás. Es una fuente de sufrimiento continuo. Y, si tenemos la mala suerte de tener un 'amigo' que está todo el día hablando de lo maravillosa que es su vida, del dinero que tiene... entonces no es un amigo, sino un narcisista tóxico y lo mejor es que te alejes de esa persona».
Sí, lo son. Su finalidad es hacernos reflexionar sobre nosotros y detectar inseguridades, miedos y carencias. «No podemos reprimirlos –asegura la psicóloga Valeria Sabater–. Hacerlo nos abocará hacia comportamientos dañinos hacia quienes, supuestamente, apreciamos. Del amor al odio hay un paso y, a veces, los celos y las envidias son puentes que los unen». Es mejor 'usarlos' como una alarma que ha saltado porque algo en nosotros no está bien.
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