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Adiós a las hinchadas

Adiós a las hinchadas

Apenas hay público en las competiciones y los aplausos por la tele no llegan a los deportistas. «Ahora solo estamos nosotros. Es raro»

Domingo, 11 de octubre 2020, 01:55

Había pensado alguna vez que un Madrid-Barça podría jugarse en silencio? Seguramente si es aficionado al fútbol, ni en sus peores pesadillas. Cómo no dar un respingo cuando Messi coge la pelota frente al área, o gritar cuando Sergio Ramos intercepta el pase rival e inicia el ataque. Era inviable salvo que amordazaran a la afición ¿verdad? Pues este 2020 y su virus la han 'amordazado'. Desde que el fútbol volvió a la competición, los estadios encienden sus luces, pero las gradas permanecen vacías.

Ya no hay estruendo cuando el balón acaba en el fondo de la red, ni pañoladas cuando los de casa juegan mal. Por no haber, no hay ni bares llenos hasta la bandera porque el aforo está limitado y la gente evita las aglomeraciones por miedo al contagio. Sí, 2020 es un año raro. Y también los deportistas sienten el peso de la pandemia sobre sus espaldas. Da igual si su sueldo es estratosférico o de lo más modesto. El caso del fútbol, el deporte rey, es solo el ejemplo más vistoso. Pero pasa lo mismo en el baloncesto, en el tenis, en el atletismo e, incluso, en el ciclismo. Falta hinchada. Y de poco sirve la posproducción televisiva pintando gradas y metiendo aplausos enlatados.

El factor público es importante para un deportista profesional. Lo dicen los expertos y lo refrendan los números. En el fútbol prepandemia, las estadísticas demuestran que los equipos conseguían más puntos de locales que de visitantes, «especialmente si nos fijamos en los primeros seis clasificados», apunta Alejo García-Naveira, coordinador de la sección de Psicología del Deporte del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid. ¿Las razones? Obviamente el club de casa conoce mejor su terreno de juego y se siente más seguro, pero también por «la presión ambiental del público y el miedo escénico del rival».

Con las gradas vacías, esto último se disipa. Y quien dice gradas, dice cunetas. Ángel Fuentes es ciclista en el Burgos BH y participó en la primera carrera profesional posconfinamiento, la Vuelta a Burgos, en julio. Todos los ojos miraban hacia ella para saber si realmente era posible organizar este tipo de eventos en los que se reparten más de 200 dorsales. Pasó el examen. Con ciertos peajes, claro, como regular la afluencia de los aficionados en las salidas y las llegadas de cada etapa. «Ahí era donde notabas las diferencias. No había gente a la que firmar autógrafos ni niños a los que regalar botellines», explica Fuentes.

Era un ambiente menos luminoso de lo habitual y se ha seguido arrastrando en las siguientes competiciones. En el Tour hubo etapas en las que se restringió el paso a los ciudadanos. Por ejemplo, nadie pudo apostarse en la carretera que sube al Grand Colombier, en la que reventó uno de los grandes favoritos, Egan Bernal. Fue un final desangelado.

– ¿Se sube mejor cuando el público anima?

– Claro que lo notas. Por ejemplo, en los cinco kilómetros finales de la subida a Lagunas de Neila, en la Vuelta a Burgos, había un pasillo de gente animando y no notaba el dolor en las piernas pese a estar en lo más duro.

Búsqueda de motivación

Hasta aquí parece claro que la falta de público es una desventaja. Pero nada existe sin su contrario. También hay quien agradece estar menos expuesto. « Jugar ante los tuyos puede ser una responsabilidad, una exigencia y una situación estresante cuando los resultados no se dan o la disposición táctica-defensiva del rival limita el rendimiento del equipo», precisa García-Naveira. Ya lo decía Gareth Bale hace unos meses cuando aún militaba en el Madrid: «Los pitos te hacen ver la portería más pequeña».

Correr es otro de esos deportes que se ha quedado sin público y casi sin competiciones. El pasado fin de semana se celebró la maratón de Londres: 19 vueltas a un circuito por St. James's Park y sin un alma para aplaudir a los atletas. Inaudito para una de las cinco Majors. «Ante este panorama, es inevitable que la motivación se resienta», admite Imanol Loizaga, entrenador de 'running', consultor deportivo y campeón de España de maratón en veteranos. No es que se corra para la galería, pero cuesta «dar ese poquito más». Hay bajón, también porque falta ese chute de adrenalina que da el ambiente previo a una competición, el encuentro con los compañeros y los ánimos tras las vallas.«Son un plus».

El trabajo para no bajar el pistón es psicológico. «Tienes que mentalizarte para llegar a ese nivel, buscar el reto en otra parte, como, por ejemplo, en exprimirte al máximo en condiciones desfavorables», añade Loizaga. Es lo que García-Naveira llama «la readaptación», y en la que los profesionales como él tienen un papel importante. «El cuidado de la salud mental y el entrenamiento psicológico siempre ha sido necesario para el alto rendimiento, pero aún más en tiempos de la Covid-19».

¿Y qué pasa con el físico? ¿Hay que entrenar de manera diferente? «En principio, no», responde el preparador físico Iñigo Urretxua, que ha sido cocinero antes que fraile: empezó en el 'mountain bike', se pasó a la carretera y luego se calzó las zapatillas de correr. Se puede mejorar la técnica, aumentar la velocidad, pero no hay un plan diferente en función de si hay gente viendo a los deportistas o no. Otra cosa es si el tipo de disciplina influye. «Un ciclista o un corredor hacen el 90% de su trabajo en solitario. Entrenan solos la mayor parte del tiempo. Y eso te da fortaleza mental», explica Urretxua. Es lo que se conoce popularmente como la soledad del corredor de fondo, que viene del título de un relato de Alan Sillitoe publicado en 1959. El protagonista es un joven delincuente que acaba en un reformatorio y encuentra consuelo en las carreras de larga distancia.

En los deportes en equipo, en cambio, lo normal es estar rodeado de gente. Y el entrenamiento grupal es esencial. Lo sabe bien Javi Salgado, asistente en el banquillo del Bilbao Basket. «Por el ambiente, ahora los partidos se parecen más a un entrenamiento. Hay mucho silencio y oyes todo: lo que dices tú, lo que te responde y también las conversaciones de los rivales. Y eso es muy raro», admite el bilbaíno, un ídolo para la afición local durante trece temporadas. Sus jugadores han pasado «del «todo, con 10.000 personas en Miribilla a la nada». Por eso, considera que es muy importante el comportamiento del staff técnico durante los choques. «Tienes que estar muy metido, animando y apoyando. Solo nos tenemos a nosotros». El psicólogo García-Naveira lo apoya: «Hay que liderar al deportista ante la incertidumbre y la crisis sanitaria. Atenderlo en su vertiente personal y en la deportiva».

Adaptarse también es muy importante. Sobre todo si, como es el caso, parece que la situación se alarga. La duda es que esto puede llevar a la desaparición de las hinchadas. «El público es un ingrediente importante del deporte. Si no hay, es como hacer una pizza sin queso», replica García-Naveira. Javi Salgado tampoco cree que esto vaya a suceder: «Todo esto nos ratifica en lo importante que es tener a una afición comprometida».

Gómez Noya, en la prueba de Bilbao. Borja Agudo

«Hay ganas de competir»

También a los organizadores de pruebas les duele la ausencia de la gente y no solo en la cartera. «Es un hándicap importante», reconoce Alberto Larrucea, cofundador de la empresa Innevento. Este año organizaron el Triatlón de Bilbao, que fue campeonato de España de media distancia, en tiempo récord. Consiguieron que viniese hasta el campeón mundial Javier Gómez Noya, un galáctico. Pero tuvieron que limitar la afluencia de público en los boxes, el centro neurálgico de estas pruebas. Aún así, la lectura es positiva: «Hemos demostrado que se pueden organizar y que hay ganas de competir». Solo en las últimas dos semanas sumaron 300 inscripciones a las 200 que ya tenían.

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