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Muchos padres se enfrentan estos días a una de las preguntas que más temen por parte de sus hijos y que además les suele pillar en fuera de juego porque lo sueltan casi siempre en el momento más inoportuno: 'Es que me han dicho mis ... amigos de clase que los Reyes son... ¿es verdad?' Tocado y hundido. Tu cara palidece, te quedas sin palabras y para cuando te recuperas del susto empiezas a balbucear una serie de frases sin sentido que no terminan de convencer a ninguna de las dos partes.
«Que no cunda el pánico. Es normal que a partir de determinada edad los niños se hagan preguntas. Cuando son pequeños su pensamiento está muy ligado a la magia y a la ilusión porque todavía no tienen muy claras las leyes que rigen el mundo. Para ellos todo es posible. Lo que ocurre es que a medida que se hacen mayores, ese pensamiento va madurando y es lógico que empiecen a plantearse una serie de dudas razonables sobre Papá Noel, Olentzero, Apalpador o los Reyes Magos. Y con esas dudas, lógicamente, llega la pregunta del millón», avanza la psicóloga infantil Silvia Álava.
Llegados a este punto, toca gestionar la situación. ¿Le decimos la verdad? ¿Esperamos un año más? ¿Y si se burlan porque es el único de clase que no lo sabe? ¿Se enfadará con nosotros?... No hay una respuesta universal. Evidentemente cada familia hace lo que considera mejor para sus hijos, aunque, puestos a confesar, «es importante tener muy en cuenta la edad del niño», coinciden los especialistas.
«Si tienen menos de 8 años se le puede dar la vuelta a la tortilla con relativa facilidad. Cuando nos pregunten, podemos pedirles su opinión sobre el tema y dejar la respuesta abierta, sin darle demasiada importancia. '¿Y tú qué crees? A mí me encanta que vengan y dejen los regalos junto al árbol'. Con algo así ya se suelen quedar bastante tranquilos», señala la psicóloga, autora de más de una decena de libros sobre educación infantil y juvenil.
A partir de esa edad, la cosa ya se complica «por el salto evolutivo a nivel de pensamiento lógico –¿cómo es posible que repartan todos los regalos en una sola noche? ¿por dónde entran? ¿dónde los guardan'...– Y ya de los diez en adelante es prácticamente imposible mantener esa ilusión. Lo que suele pasar a esas edades es que muchos niños ya saben la verdad, pero prefieren no decir nada a sus padres por miedo a recibir menos regalos. Por eso se callan, no porque sean unos ingenuos», aclara Silvia Álava.
Uno de los aspectos que más preocupa a los padres es que sus hijos no entiendan el 'engaño', que lo sientan como una especie de traición. «Pueden estar tranquilos porque no se trata de una mentira al uso. Es una manera de mantener la magia y los niños lo terminan entendiendo sin mayor trauma», relativiza especialista.
Además, cuando hay hermanos menores «es muy bonito hacer cómplices a los mayores del misterio. Decirles, por ejemplo, que ahora forman parte de un club que se encarga de proteger el secreto de la Navidad. Y eso significa que no van a poder decir nada a sus hermanos o primos pequeños ni tampoco en el cole porque no sabemos qué niños lo saben. Se trata de trabajar la empatía: 'a tí te encantaba creer en esa magia, así que vamos a intentar no fastidiársela al resto. Porque, además, ahora formas parte del equipo de guardianes encargados de mantener el secreto», explica la psicóloga. Ya sabes, ¡shhhhh!
«Las fiestas navideñas se convierten muchas veces en un bufet libre de juguetes que no beneficia al desarrollo de los más pequeños», alertan los psicólogos infantiles. Por eso es importante que tanto niños como padres tengan claros una serie de requisitos antes de empezar a escribir la carta. «En primer lugar, el catálogo se mira juntos y se seleccionan los juguetes entre todos. Muchos padres piensan que los críos tienen capacidad para elegir ellos solos y no es así. Los niños enloquecen con tanta oferta y es necesario guiarles». Los expertos también aconsejan ponerse de acuerdo con el resto de la familia (abuelos, tíos...) y pedirles que colaboren para consensuar tanto el número de regalos como qué se regala a cada niño. Otra recomendación: para saber hasta qué punto el crío quiere un regalo o simplemente se trata de un capricho, pregúntale si se lo compraría con el dinero de su hucha. Si la respuesta es negativa, bórralo de la lista. Teniendo en cuenta los consejos de los expertos, estas son las claves para elaborar «una carta con cabeza» siguiendo la regla de los cuatro regalos. «Uno de ellos debe servir para ponerse (ropa, zapatos...), otro para leer, un tercero que sea algo que necesite (una mochila para el entrenamiento, unas botas de fútbol, rotuladores para reponer los rotos...) y, por último, un regalo que le haga muchísima ilusión», resume Silvia Álava. La psicóloga también recomienda incluir en esta lista de deseos un juego de mesa para toda la familia o una experiencia.
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