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Si le digo que su hijo preadolescente va a pasar de buscar imágenes de Pokemon en Internet a ver contenido porno de carácter violento y absolutamente inapropiado de un día para otro, seguramente un escalofrío recorra su espalda en estos momentos. '¿Mi hijo? ¡Imposible! Con ... lo infantil que es...'. Pues sí, su niño. Ese que hace nada colocaba zanahorias y agua para los camellos de los Reyes Magos y alucinaba con el ratoncito Pérez accede a contenido pornográfico duro sin que nadie de su entorno se entere». Beatriz Izquierdo, abogada y criminóloga, describe sin paños calientes una realidad a la que muchos padres permanecen ajenos a pesar de que forma parte de la vida diaria de sus hijos.
«La preadolescencia, que los especialistas fijan entre los 9 y los 13 años, es una etapa de tránsito de la niñez a la adolescencia plagada de cambios físicos y emocionales para la que los padres deben estar preparados, pero también formados. No se trata de ser apocados o moralistas en lo que al despertar sexual se refiere. Se trata de tener muy claro que cierto contenido al que van a acceder nuestros hijos, a veces incluso desde nuestro propio móvil, puede resultar devastador para su desarrollo personal y sexual», advierte la autora del libro 'De los Reyes Magos al porno. O cómo un niño puede pasar de la más inocente a la más perversa de las fantasías' (Ed. Uno).
Las últimas investigaciones ya sitúan los primeros contactos con la pornografía entre los 9 y los 11 años para sorpresa de la mayoría de padres, que no se imaginan ni por asomo que su pequeño accede a ese tipo de contenido sin ningún tipo de control por su parte. «En el caso de los niños más pequeños no suele tratarse de búsquedas deliberadas ni tienen un componente esencialmente erótico como sucederá más adelante en la adolescencia. De hecho, la mayor parte de los estudios hablan de exposición a material sexualmente explícito (generalmente imágenes de desnudos y genitales) más que de una búsqueda premeditada de este tipo de contenido», señalan en la organización Save The Children, que ha editado una guía para familias sobre el consumo de pornografía en la adolescencia.
Los canales de acceso a este tipo de material para adultos son múltiples y los niños los tienen al alcance de su mano: un anuncio de una web que les dirige a otra, y esta a otra... y a otra sin ninguna advertencia, vídeos que les enseñan chicos mayores, redes sociales, series... «A estas edades, tanto la exposición como la búsqueda deliberada no tiene por qué atender a los mismos motivos que en adultos. Muchas veces, niños y niñas solo satisfacen su curiosidad sobre un tema que es tabú y que despierta risas y miedos en el mundo de los adultos o que tiene un punto escatológico: el 'caca, culo, pedo, pis' de los niños de 4 años adaptado a los preadolescentes», explican en Save The Children.
«Los padres no lo queremos ver, pero el desarrollo sexual de los niños viene desde el nacimiento. Que tengan curiosidad y exploren es normal. Y, aunque te lleves las manos a la cabeza, tu hijo lo hace exactamente igual que el resto. El problema de ahora es que con las redes sociales pueden acceder sin ningún control a un tipo de contenido al que un niño tan pequeño no estaría expuesto de forma natural en su vida diaria. He visto búsquedas en Internet en las que ponían literalmente: 'cómo follan los niños de 8 años'», alerta la psicóloga infantil Úrsula Perona.
Coinciden los expertos en que a estas edades «la exposición y el acceso al porno no es en absoluto recomendable. Ni es el momento evolutivo de satisfacer el deseo erótico ni el desarrollo cognitivo les permite entender plenamente lo que están viendo». «Por no hablar del tipo de pornografía a la que acceden en muchos casos: violenta, de abuso entre iguales, hipersexualización de las niñas... y, en los casos más graves, como escuela de la violación», expone Beatriz Izquierdo, responsable del perfil @elorigendelmal.
Y la pregunta del millón, ¿qué hago si pillo a mi hijo viendo porno? «Aborda la situación con calma. Recopila información (qué ha visto, en qué circunstancias...) sin resultar inquisitivo. Intenta no juzgar, ni culpar. Pregúntale si entiende lo que estaba viendo o cómo le ha hecho sentir. Puedes recurrir a la comida como una buena analogía para explicarlo. Por ejemplo, hay alimentos que los niños no pueden tomar, como el café o la cerveza, hasta que son mayores... También puede ser un buen momento para contarles qué son las relaciones sexuales, precisando elementos imprescindibles como el consentimiento», aconsejan en la organización Save The Children.
Empieza pronto «Cuando los niños son pequeños, los padres les llevan de la mano para cruzar la calle, les enseñan a tener cuidado y, poco a poco, los niños alcanzan la suficiente autonomía como para hacerlo solos. Sería estúpido no decirles ni una palabra del tema hasta que tengan la edad para poder cruzar por su cuenta. Para hablar de sexo se debería aplicar el mismo enfoque: cuanto antes se empiece, más fácil será», explica Aine Aventin, profesor de Ginecología de la Universidad de Queen (Belfast).
Aprender juntos Muchos padres temen no conocer las respuestas de las preguntas de sus hijos. «No pasa nada, se pueden formar y aprender juntos. Hoy en día hay muchos talleres, libros y recursos 'online' disponibles».
Evita el 'tenemos que hablar' Señala Aine Aventin que «a la mayoría de los padres les incomoda hablar de sexo con sus hijos. Estos lo intuyen y temen el momento de enfrentarse a unos padres sudando a chorros que tratan de explicarles cosas que ya saben. Es mejor sustituir el 'tenemos que hablar' por pequeños momentos didácticos. Esto implica mantener conversaciones breves, aunque frecuentes, que pueden empezar cuando, por ejemplo, vemos una cuestión relacionada con el sexo en la tele o una amiga de la familia se queda embarazada. Esto evitará la incomodidad y normalizará la conversación».
Escucha en lugar de dar la charla «Cuando los niños preguntan sobre sexo, siempre es mejor escuchar que decirles lo que tienen que hacer. Los padres deberían averiguar por qué su hijo lo pregunta y luego responder lo mejor que puedan evitando la tentación de intentar darles una lección. Esto dará tranquilidad a los jóvenes, pues sabrán que en el futuro podrán obtener respuestas sin que les juzgue por ello».
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