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Muchos adultos, cuando queremos entablar conversación con un niño, seguimos recurriendo a frases manidas y viejunas como '¿tienes novia?' o '¿qué quieres ser de mayor?'. Es la forma de romper el hielo de toda la vida, ¿no? Pero debemos saber que estas preguntas aparentemente inocuas –a las que todos hemos sido expuestos de chiquitines– son un error y la punta del iceberg de un fenómeno que va al alza y que supone todo un problema: la adultización de los peques. Es decir, machacar a los críos con proyecciones sobre su futuro y hacerles partícipes de nuestros problemas de adultos (que muchas veces ni entienden ni tienen por qué entender).
En definitiva, los sacamos a empujones de su mundo, de la infancia, para adaptarlos y amoldarlos al nuestro. Porque nos resulta más fácil que se pongan en nuestro lugar que ponernos nosotros en el suyo. Les hacemos partícipes de conversaciones que no son adecuadas para su edad, los saturamos de tareas con agendas de ejecutivo y, como tienen que afrontar todo esto sin estar preparados, surgen la depresión, la ansiedad, el sentimiento de culpa... Es decir, alteraciones 'de adulto'. ¿Qué tal si echamos marcha atrás y defendemos esa época dorada, mágica e irrepetible que es la infancia? Ahí van unos consejos.
«Les presionamos para que saquen lo mejor de sí mismos. Y creemos que eso es apuntarles a muchas extraescolares. No les dejamos tiempo para el juego libre. Y, para un niño, lo contrario del juego no es el trabajo, es la depresión, que suele manifestar con conductas agresivas», explica Alicia Banderas, psicóloga experta en infancia y adolescencia, que ha colaborado en una campaña con fines solidarios de la Fundación Multiópticas contra la adultización.
«Ay, es que mi hija es muy madura, le puedo contar mis problemas en el trabajo o con mi nueva pareja y lo entiende muy bien». Frases como esta las oye Banderas muy a menudo. Y quien las pronuncia lo hace, encima, con orgullo. Error. «Hay que hablar con ellos y abrir vías de comunicación, claro, pero ojo, porque ahí hay una delgada línea roja. Si nos pasamos, les estamos haciendo daño. Estamos acelerando la transición a la edad adulta cuando su cerebro aún no está preparado. Es como poner a alguien que todavía está aprendiendo a conducir al volante de un Ferrari», subraya Banderas. Para ella, la incapacidad de los peques para 'solucionar' problemas que les superan se traduce en frustración y tristeza. Hay que explicarles las cosas de forma sencilla y que puedan entender, no convertirlos en nuestros psicólogos, ni en nuestros colegas. No tienen recursos para ello. Ni es justo. «Hace poco una niña me preguntó si los padres se separaban por culpa de los hijos... Eso da mucho qué pensar», añade Salomé Suarez, directora de la Fundación Multiópticas.
73% es el porcentaje de españoles que son conscientes de que se está produciendo una adultización de la infancia y lo ven como un problema, según el estudio de Fundación Multiópticas.
2 de cada 3 padres y madres admiten que en la sociedad hay mucha presión por crecer. El 66% de ellos confiesan que habitualmente tratan a sus hijos como si fuesen más mayores.
El 50% de los niños pasa más tiempo con adultos que con peques de su edad.
Muchos críos se ven superados porque tienen que decidir cosas que no les corresponden. '¿A dónde vamos de vacaciones?', '¿este fin de semana quedamos con los abuelos o no?' '¿quieres la medicina para la fiebre roja o la naranja?'. «Debemos tener claro que las riendas las tenemos nosotros. Es algo que agradecen los niños», apunta Banderas, quien señala que la adultización de los peques va paralela a la infantilización de los padres: «A los mayores cada vez nos cuesta más decir 'no', no asumimos que tenemos que ofrecer a los niños seguridad y siempre les damos la razón». Esto desemboca en adolescencias complicadas.
Tangas, bikinis con copa, maquillaje, cortes de pelo emulando al futbolista de moda... Desde la más tierna infancia se impulsan roles estereotipados sobre el atractivo sexual. Esto los niños aún no lo pueden entender, pero sí captan que la apariencia física sexualizada es sinónimo de éxito. «Esto es muy peligroso. En un estudio realizado con imágenes sexualizadas de niñas de Instagram, se comprobó que eran vistas como menos competentes y capaces que las que no lo estaban. ¡Las estamos exponiendo a una mirada devaluada, un flaco favor!», alerta Banderas. «No deberíamos querer crear pequeños clones de nosotros –resume Salomé Suárez–. La sociedad va muy rápido para todos, para ellos también. Pero, ¿qué prisa hay?».
Pongámonos en el lugar de un niño o una niña pequeños. '¡Si ya pareces una señorita!'. '¿De mayor vas a ser periodista como tus padres?'. '¿Cuántos novios tienes?' ¡Pobrecillos! Los niños deben vivir el presente y jugar. Esas proyecciones de futuro son típicas de los adultos, siempre queriendo ir un paso (o diez) por delante (así nos va). «Además, con ello les impedimos descubrirse poco a poco a ellos mismos», alerta Banderas.
Neil Postman, en su obra 'The Disappearance of Childhood' (1982), fue el primero en advertir sobre cómo la infancia, una fase crucial, se volvía cada vez más corta. Y bautizó esta tendencia social como adultización, que consiste en inculcar a los niños y las niñas comportamientos, actitudes, responsabilidades y presiones relativas a la edad adulta. De este modo, se pierde el carácter lúdico de imitación de los mayores que siempre ha existido: los peques ya no juegan a ser adultos, sino que se confunden con ellos e incluso creen serlo, lo que desencadena trastornos psicológicos, ya que, como seres en desarrollo, son incapaces de formar e interiorizar conceptos complejos.
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Clara Alba y José A. González
Alberto Gil | Logroño
Juan Cano, Sara I. Belled y Clara Privé
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