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Son solo cuatro palabras, pero en cuanto las pronuncian se termina la paz en casa. Ese 'mamá, quiero una moto' supone para muchas familias todo un dilema para el que no siempre tienen una respuesta clara. ¿Se la compramos ahora o mejor esperamos? ¿Y si ... no lo hacemos y va de 'paquete' con otro? ¿Será lo suficientemente responsable? ¿Y si tiene un accidente? ¿Y si...? En España, los chavales pueden conducir un ciclomotor desde los 15 años y a los 16, motocicletas de hasta 125 centímetros cúbicos. Y no son pocos los que ya lo hacen. Según los datos que maneja la comercializadora 'online' de seguros AMV, 57.000 menores de edad tienen moto en nuestro país «y las cifras aumentan mes tras mes», asegura su director comercial, Jorge Moreno.
Los expertos en seguridad vial reconocen que conducir una moto tiene muchas ventajas desde un punto de vista práctico (consume menos combustible, las reparaciones y el mantenimiento también son más baratos, es fácil de aparcar...), «aunque la realidad es que no suelen coincidir con las virtudes que le ven nuestros hijos: mayor autonomía, poder estar más tiempo fuera de casa al no tener que estar pendiente de los horarios de los transportes públicos y fardar delante de los amigos. Porque, aunque esto ahora nos parezca una tontería, no nos olvidemos de cuando nosotros éramos adolescentes y de cómo molaban los que tenían moto», argumenta Jorge Moreno.
La respuesta al «bombardeo constante» del 'quiero una moto' no es sencilla y se deben valorar muchos aspectos antes de tomar una decisión. «Si hay verdadera necesidad, si tu hijo es lo suficientemente maduro y responsable, sin olvidarnos del tema económico (precio de la moto, permisos, mantenimiento, seguro...) e incluso de negociar ciertas líneas rojas antes de dar el paso», añade el experto.
Una argumentación que coincide con la de Ibon Arbaiza, autor de 'Cómprame una moto', un libro 'online' y gratuito dirigido a jóvenes motoristas y sus familias en el que explica de manera pormenorizada todo lo relacionado con este tema, desde aspectos técnicos (cilindradas, equipación necesaria, maniobras...) a otros más prácticos, como «la importancia de un buen entrenamiento» o la ferviente recomendación de «firmar un contrato entre padres e hijos» en el que se recojan una serie de requisitos de obligado cumplimiento si de verdad quiere tener una moto (cero alcohol, casco obligatorio, prohibido llevar a un pasajero de 'paquete'...). Romper alguna de las cláusulas supondría la retirada del ciclomotor.
Al margen de la decisión final, Arbaiza defiende que «debería pasar un tiempo razonable desde el momento en el que piden la moto hasta que la consiguen. Y da lo mismo que lo hagan con 10 años o con 17. Debe ser un plazo suficiente como para saber que se trata de un deseo real y no pasajero. También es importante que demuestren el compromiso y la madurez necesarios para cumplir con todos los requisitos y condiciones expuestos en el contrato».
Por eso, «antes de tomar una decisión, debemos considerar si realmente necesita la moto o es solo un capricho: ¿cómo son sus desplazamientos?, ¿qué cambios positivos y negativos traería a su vida?... Para no dejarnos llevar por las emociones y tener las cosas más claras, es bueno hacer un listado por escrito con todos los pros y contras. Por ejemplo, si les vendría bien para ir a clase, si nos liberarán a nosotros de hacer ciertos desplazamientos (extraescolares, médicos, partidos...) o incluso si nos puede servir para que hagan algunos recados por nosotros», propone Jorge Moreno.
Arbaiza insiste en que «conducir un vehículo por la vía pública es algo muy serio. Y ese sueño que tiene nuestro hijo de tener una moto debe conllevar unas contrapartidas innegociables, obligaciones de verdad». En este sentido, los expertos aconsejan «analizar friamente» si ya están preparados para dar el paso. «Debemos tener muy presentes aspectos como si se van a poner el caso correctamente y lo va a llevar bien atado siempre, si respetarán los límites de velocidad y las normas de tráfico, además de valorar otras circunstancias como si de verdad tienen ganas e interés por aprender a conducir bien o están más pendiente de presumir delante de sus amigos, si se harán cargo de su cuidado y mantenimiento... Nadie conoce a nuestro hijo mejor que nosotros, por lo que somos las personas más cualificadas para tomar esa decisión», destaca el director comercial de AMV.
Las motos son más baratas que los coches, pero también suponen un desembolso inicial importante, al que hay que añadir las tasas de la autoescuela, el seguro, mantenimiento, accesorios... «Para poder conducir un ciclomotor (permiso AM) o una motocicleta (A1), el alumno debe matricularse en una autoescuela, dar unas clases prácticas y aprobar un par de exámenes. El primero consiste en un circuito de maniobras para demostrar un mínimo de habilidad, mientras que el segundo es una prueba de circulación en la que debe moverse entre el tráfico, vigilado de cerca por un examinador. En el caso de la licencia de ciclomotor, no existe la prueba de carretera y la de circuito es extremadamente sencilla. ¿Es suficiente? A mi juicio, no. Mi recomendación es que antes de salir a la carretera hagan, al menos, un curso de perfeccionamiento de la conducción», aconseja Arbaiza.
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