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¿Liamos a un bebé si le hablamos en dos idiomas?Escucha la noticia
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Las personas bilingües en castellano e inglés, por ejemplo, pueden leer este texto sin ningún problema, but they can also do it like this (pero ... también puede hacerlo así) y seguir como si nada. Su cerebro se adapta. Pasan de un idioma a otro de manera natural sin que le suponga un esfuerzo, una capacidad no solo admired (admirada) sino también envied (envidiada) por los que solo dominan una lengua y les cuesta horrores aprender otro idioma.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué hay personas que tienen una mayor predisposición para aprender nuevas lenguas? En definitiva, ¿ser bilingüe supone alguna ventaja cognitiva respecto a las personas que solo hablan un idioma? «El bilingüismo es un fenómeno complejo, lleno de matices, pero es verdad que los últimos estudios coinciden en que dominar dos o más lenguas produce un impacto positivo en el cerebro del niño e incluso puede retrasar la aparición de síntomas ligados a enfermedades como el alzhéimer en los adultos», confirma la psicóloga Anaïs Roux, autora del libro 'Neurosapiens. Cómo utilizar el cerebro para vivir mejor' (Ed. Espasa).
En el mundo se contabilizan más de 7.000 lenguas –todas diferentes tanto en vocabulario como en estructuras–, así que no es de extrañar que más de la mitad de la población mundial sea capaz de hablar con mayor o menor fluidez dos o más idiomas. Y aquí está la clave, porque no existe un único perfil de persona bilingüe sino que se pueden distinguir hasta tres tipos «en función del nivel de competencia alcanzado en los dos idiomas, la edad de adquisición de la segunda lengua y la frecuencia de uso», coinciden los expertos.
El primero es el bilingüe materno. Es decir, la persona que crece en un entorno donde se hablan los dos idiomas indistintamente. Después están los llamados superpuestos, que son los que crecen hablando un idioma en casa, pero cuando llegan a la escuela aprenden el de su país de adopción. Este es el caso, por ejemplo, de los hijos de padres latinoamericanos que emigran a EE UU. Y finalmente, los que aprenden un nuevo idioma filtrándolo a través de su lengua materna (bilingüe adquirido), «que es lo que hacemos cuando aprendemos inglés, francés o alemán en el colegio o en una academia».
Aclarado este punto, también conviene precisar que la mayoría de los estudios científicos sobre el bilingüismo se basan precisamente en personas que han aprendido los dos idiomas desde la cuna, «aunque algunas investigaciones recientes mantienen que las plasticidad cerebral persiste hasta el inicio de la edad adulta. De hecho, el cerebro de las personas bilingües es diferente al de los monolingües tanto a nivel estructural como funcional», precisa Patricia Alves, profesora del máster de Educación Bilingüe de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).
Entonces, ¿es bueno hablarle en dos idiomas a un bebé o le podemos confundir? «Enseñar dos lenguas a un niño ni retarda, ni distorsiona su comprensión. De hecho, no hay signos de confusión en ninguno de los dos idiomas. Y esto es así porque para nuestro cerebro un objeto sigue siendo el mismo objeto aunque tenga distintos nombres en diferentes idiomas», explica Anaïs Roux. En otras palabras, un pie es un pie aunque en inglés se diga 'foot' y en euskera 'oina'.
Una de las ventajas del bilingüismo para el cerebro de un niño es que le aporta «unas habilidades metalingüísticas superiores», entre las que destaca la reflexión y el control deliberado del lenguaje. Esto se traduce en que las personas que dominan dos idiomas podrían aprender a leer y escribir antes que los monolingües, además de entender mejor la relación entre una palabra y su significado. Según varios estudios liderados por la neurolingüista Ellen Bialytok, hablar más de una lengua también tiene un impacto en las habilidades no verbales más lógicas como la resolución de problemas. «Tienen más éxito a la hora de resolver un problema, diseñar un plan y llevarlo a cabo».
Pero no solo eso. Otras ventajas son una mayor creatividad y una capacidad de abstracción más desarrollada. Un experimento llevado a cabo por la psicóloga Esther Adi-Japha descubrió que los niños bilingües de entre cuatro y cinco años eran más creativos que sus pares monolingües cuando se les pedía que dibujasen una flor. Los segundos dibujaban flores sencillas, sin detalle, mientras que los primeros pintaban flores mucho más fantasiosas e imaginativas.
En el caso de los adultos, hablar varios idiomas también fortalece las redes cerebrales relacionadas con la memorización. Y esto es una gran ventaja en enfermedades neurodegenerativas como el alzhéimer. La investigadora Natalie Philips, de la Universidad de Montreal, realizó resonancias magnéticas a sesenta pacientes que se encontraban en una etapa temprana de la enfermedad. La mitad solo hablaba un idioma y los otros treinta, dos. Los resultados mostraron que los síntomas de una persona bilingüe en una etapa avanzada de la enfermedad eran los mismos que los de una persona monolingüe en una etapa temprana.
Conclusión: las personas bilingües tienen síntomas menos severos. «Esto se debe a la llamada reserva cognitiva, que es la medida en la que cerebro puede sufrir una lesión –alzhéimer, ictus...– sin que afecte a sus capacidades intelectuales. Y hablar varios idiomas contribuye a optimizar esta reserva al mejorar el control cognitivo y aportar flexibilidad a la mente. Gracias al bilingüismo, el cerebro compensa la degradación de las áreas de la memoria afectadas por la enfermedad».
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