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Llegan las vacaciones escolares de verano y a los padres les entran los sudores... y no precisamente por los calores estivales, que ya podía ser. Sus hijos tienen por delante dos meses y medio sin colegio, todo un subidón para los más pequeños, que no ... ven el momento de aparcar las clases y empezar a disfrutar de una de las mejores épocas del año para un niño. ¿Quién no se acuerda de los veranos de la infancia? Nada que ver con el quebradero de cabeza –y desembolso económico– que supone para muchas familias intentar conciliar su horario laboral con las vacaciones escolares.
Carlos y Marta tienen pegado en la puerta del frigorífico un cuadrante en el que se especifican todas las actividades, horarios y cuidadores de sus tres hijos de aquí a septiembre. «Es que si no lo hacemos así, es imposible organizarse», explican. 22 y 23 de junio, abuelos. Semana del 26 de junio al 2 de julio: María (campamento del colegio 9.00 a 14.00. Le recoge la abuela Pili). Hugo y Claudia (colonias municipales. Martes y jueves tienen que llevar patines. De 9.00 a 17.00). Semana del 3 al 9 de julio: María (campamento 15 días). Hugo y Claudia (colonias municipales. Lunes y miércoles patines. De 9.00 a 17 horas)...
Y así hasta el 8 se septiembre, con un descanso de tres semanas en agosto, que coincide con las vacaciones de sus padres. Total: 1.240 euros. «Y eso que este verano hemos tenido suerte porque a los mellizos les han tocado las colonias municipales», cuentan con cierto alivio. De no ser así, la factura posiblemente se hubiese duplicado.
Los agobios por organizar las vacaciones de los niños empiezan semanas antes de acabar el colegio –a veces meses–, justo cuando se abren los plazos de inscripción de campamentos, colonias urbanas, talleres... Ahí arranca la cuenta atrás para encajar el tetris en el que se convierten las semanas de verano para muchas familias. ¿Qué hacemos este año con los niños? ¿Los dejamos con mis padres en el pueblo? ¿Los apuntamos a un campamento? ¿No serán demasiado pequeños para dormir fuera tantos días? ¿Y si contratamos a una persona para que esté con ellos hasta que lleguemos de trabajar?
Según explica la psicóloga infantil, Silvia Álava, «lo primero que deben entender los padres es que no hay una solución mejor que otra. Dependerá mucho de las características y necesidades de cada familia y, por supuesto, de su situación económica. Los campamentos, por ejemplo, son una opción muy recomendable porque, además de facilitar la conciliación, los niños realizan actividades al aire libre, hacen amigos...
Pero la realidad es que no todo el mundo puede permitírselo y las colonias municipales, que son mucho más baratas, no tienen capacidad suficiente para absorber toda la demanda. Y entonces, ¿qué nos queda? Pues los socorridos abuelos, que son los que salvan la conciliación en España», admite la autora del libro 'Queremos que crezcan felices. De la infancia a la adolescencia'.
Y aquí si es importante ver cómo lo hacemos, insisten los expertos en crianza. «Los abuelos nos echan una mano porque quieren a sus nietos, pero no tienen ninguna obligación de hacerlo, de manera que tampoco podemos imponerles unos horarios estrictos o decirles que nos les dejen pantallas sin darles una alternativa para entretenerles. Tenemos que ser razonables e intentar llegara a acuerdos», aconseja Silvia Álava. Otra cosa es que se contrate a una persona para cuidar a los niños. En ese caso, sí debe cumplir todas las indicaciones de los padres.
Otra duda frecuente de los padres es qué tipo de colonias convienen como primera experiencia. «Además de en la edad, debemos pensar en las preferencias del niño. Qué tipo de actividades le gustan, si estará mejor en un campamento deportivo o temático de su deporte favorito (ideal para los niños más inquietos) o en otro más enfocado a actividades culturales (niños más tímidos) o quizás en uno mixto en el que se hagan actividades de todo tipo (críos perezosos)...», argumenta la psicóloga.
Los expertos insisten en que no existe el 'mejor campamento' sino el que más se aproxima a los gustos y forma de ser del niño. «Aunque no es imprescindible, haber dormido fuera de casa antes de ir suele ayudar a que la experiencia no se les haga tan cuesta arriba, porque la noche es el momento de mayor nostalgia», reconocen en Eduma Campamentos. Respecto a cuál es la edad ideal para ir de colonias por primera vez, los expertos también coinciden en que «más que de edad ideal se debe hablar del mejor momento porque cada crío es diferente y lleva su propio ritmo».
En cualquier caso, nos dan unas recomendaciones generales. «Si es uno urbano, en el que los niños están prácticamente las mismas horas que en el colegio y meriendan y pasan la noche en casa, pueden ir desde pequeñitos. En cambio, si duermen fuera ya depende mucho de la madurez del niño, de lo autónomo que sea e incluso de cómo lo van a vivir los padres...
En términos generales, a partir de los 8 años se puede ir a un campamento de dormir sin mayor problema. Ahora bien, si las colonias son en el extranjero (reforzar un idioma, larga estancia...) es conveniente esperar un poco más para que el niño sea más independiente. Los 12 años podría ser una buena edad para apuntarse en un campamento fuera del país».
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