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Los niños acceden al porno cada vez antes;la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) asegura que la edad media se sitúa en los 8 años, propiciado por el empleo de pantallas sin la vigilancia necesaria. A los 14, el uso del porno es ... generalizado. «No puede ser que un niño de 8 años esté accediendo a esto sin ningún control ni pautas, porque va a tener consecuencias importantes», considera la directora de esta institución, Mar España. Sin entrar en lo que ello puede provocar en una mente infantil, sí resulta útil saber cómo hablar con nuestros hijos una vez que ese primer contacto se ha producido, a ser posible más tarde que pronto. Roberto Sanz, psicólogo y sexólogo de Fundación Sexpol y monitor de educación sexual, explica aquí cómo podemos abordar con ellos este asunto para ayudarles a entender lo que han visto, y responder a las preguntas que planteen y a las que un adulto puede adivinar.
Siempre es importante aclararles que estamos hablando «de una ficción, representada por actores y actrices, y que muestra situaciones irreales, inventadas y calculadas», dice Sanz. Como las películas de terror o las de marcianos. «Al igual que tras ver 'Superman' no intentan salir volando, tras ver porno no deberían intentar tener esas relaciones sexuales de esa forma».
Esa ficción se extiende a los cuerpos; los chavales se acostumbran a pechos, vulvas, penes... difíciles de encontrar a su alrededor. Recomienda explicar que son actores seleccionados, acordes a «modelos de belleza imperantes, igual que ocurre en el resto de medios audiovisuales, donde es extraño ver a alguien con diversidad funcional o alejado de la estética comercial. Igual que las películas de acción incluyen personajes fuertes y atléticos, el porno emplea modelos que considera atractivos socialmente».
Aconseja hablar con ellos de cómo puede ser un problema tomar estos modelos como estadísticamente normales «puesto que no son representativos, ya que evitan el vello corporal, estrías, asimetrías corporales (en concreto las vulvas o los pechos), penes torcidos (que son la inmensa mayoría), incluso lunares o cicatrices. En el caso de los pechos, suelen ir en categorías concretas, como 'naturales', 'grandes' o 'pequeñas', pero lo más prototípico suelen ser pechos operados en cuerpos atléticos, delgados...».
La visión por primera vez de un pene adulto erecto puede causar impresión y muchas preguntas. «La erección es un fenómeno automático que ocurre en situación de excitación en la que influyen la actitud psicológica, fantasías, deseos...». Habrá que mostrarles que en un rodaje de este tipo, «cada actor debe lograr excitarse lo suficiente para comenzar cada toma, y que cada cual tiene sus propios métodos, desde quienes utilicen solo la fantasía hasta los que tiren de sustancias químicas». Hay que decirles que el único truco válido, señala el experto, es evitar pensamientos de «presión, exigencia, urgencia o miedo, emociones que generalmente desencadenan ansiedad, en mayor o menor medida, e impiden o dificultan la erección». También deben saber que el tamaño del pene, pequeño o grande, salvo excepciones muy exageradas, «no influye en la capacidad de erección ni en la velocidad en que se completa. Además, como en toda ficción, únicamente se muestran los planos que, después de grabarlos, se consideran válidos».
La forma en que se trata a las mujeres en muchas de estas producciones es violenta. «Es una industria que hace uso de estereotipos y prejuicios, y también contextos, por lo que es muy permeable a los modelos y tendencias sociales. Hay que ver que vive y se nutre de la sexualidad patriarcal y machista», orientada mayoritariamente para hombres hetero. «El porno representa muchas veces fantasías irrealizables y aquí no son extrañas las coyunturas de poder-sumisión, o grupos o situaciones poco habituales: el problema es que estas situaciones de violencia, sin explicar, pueden hacer que entiendan fantasías como realidades habituales». Considera importante hacerles ver que la sexualidad «debe ser siempre consensuada» y toda práctica, deseada por todos los participantes.
La presión para alcanzar el orgasmo es la principal causa de dificultad para ello, apunta Sanz, «pues genera ansiedad, control y pérdida de contacto con el placer y la excitación». Es un hecho que en este tipo de películas es la finalidad, el 'The End'. Recomienda mostrarles lo útil que es considerarlo «un premio, nunca una meta a lograr, pues su presencia o ausencia no determina éxito o fracaso; no es un juicio, ni un trabajo. Es una situación que debe estar centrada en torno a todo el placer y no sólo a los 8 segundos que dura el orgasmo».
Muchas escenas exhiben a parejas practicando sexo sin preservativo. Habrá que insistirles en que eso puede ser así por «los controles muy rígidos que se realizan para detectar enfermedades de transmisión sexual, precisamente para rodar sin los inconvenientes prácticos del uso del condón, como ponerlo y quitarlo, que se salga con demasiado movimiento, que se arrugue, etc.». Señala que se evita también para poder hacer explícita la eyaculación, habiéndole dado a esto un papel excesivamente importante.
Habrá que insistir en que el consumo muy habitual de porno «modifica el umbral de excitación y fantasía, haciendo que cada vez sea necesaria una mayor intensidad para el mismo resultado». Aunque señala que el mayor problema es la normalización de ciertas prácticas o asumirlas como deseadas en toda la población. También puede influir en la «percepción del atractivo de los 'cuerpos reales' frente a los modelos estéticos que muestran: ciertos estudios revelan que personas acostumbradas a esos modelos a raíz del consumo habitual y exclusivo de porno, como en la adolescencia, presentan dificultades con su deseo ante cuerpos naturales: pechos caídos, pezones de diferente tamaño, penes arrugados, flaccidez, etc..
«Que disfruten estas películas sin olvidar que la realidad es otra, muy diferente pero más divertida, excitante y satisfactoria por su diversidad. También, muy importante, que la sexualidad no son ejercicios gimnásticos, sino placer, comunicación, emociones, deseos y demás; no es algo que se hace, sino que se vive».
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