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Disfrazarse, algo que históricamente ha ido vinculado a la libertad, la subversión, la locura y a esa válvula de escape que necesita toda sociedad, se pone cada vez más díficil... si no se quiere ofender a nadie. De un tiempo a esta parte, elegir el atuendo de Carnaval no es sólo cuestión de imaginación, también supone un quebradero de cabeza, ya que algunos de los trajes más clásicos han entrado en la órbita de lo que se considera políticamente incorrecto. Se trata, sobre todo, de aquellos de culturas indígenas, de determinadas etnias y, sobre todo, de los que pueden ser vistos como sexistas o irrespetuosos con la condición sexual. Vamos, que la lista es larga. Indio, gitano, transexual, masái, jeque árabe, enfermera 'sexy', monja descocada... ¿Alguna vez ha ido disfrazado así? Pues cuidado, que ya no son políticamente correctos.
¿Creen que es una exageración? Pues no. La polémica está ahí. El último ejemplo -y bien cercano- ha sido la retirada de Carrefour de algunos disfraces que habían suscitado quejas en las redes sociales por su «hipersexualización», según denunció Ana Polo, una tuitera cuya queja se hizo viral. Así que, hace poco más de una semana, la cadena retiró de su web los trajes de policía y de guardia civil para mujer, entre otros, en los que los uniformes eran minifalderos, escotados y más propios de una 'stripper' que de una agente del orden. La firma francesa se defendió diciendo que procedían de un «proveedor externo». Los Bombers per la República Catalana, previamente, habían recriminado también que hubiese un disfraz de mujer bombera con faldita, «un insulto para nuestra profesión y para todas las mujeres».
Es el mismo argumento que esgrimieron el año pasado -también ante Carrefour- las enfermeras, hartas de verse representadas en los Carnavales con trajes diseñados para mostrar muslo y pechos, con ligueros y otros accesorios muy poco sanitarios. La reivindicación del sindicato que agrupa a este gremio, SATSE, especialmente sensibilizado con romper los estereotipos, fue atendida. Casi siempre lo son. Ninguna gran empresa quiere jugársela hoy en día y ser tachada de retrógrada, sexista o racista debido a sus disfraces. En Estados Unidos, la famosa cadena Walmart tuvo que retirar hace cinco años un disfraz de jeque árabe -que llevaba una gran narizota de complemento- porque el Arab American Anti-Discrimination Committee (ADC) presentó una queja formal, asegurando que reforzaba tópicos racistas. Además, Walmart tuvo que echar atrás otro disfraz: uno de soldado israelí para niños porque atentaba «contra las comunidades judía y palestina». Es decir, al parecer, ofendió a todas las partes posibles.
La lista de disfraces que no han hecho ninguna gracia a un colectivo u otro es muy larga. Pero también es cierto que cada vez hay más voces que se quejan de que la llamada 'dictadura de lo políticamente correcto' está llegando demasiado lejos. En este sentido, los responsables de la revista 'Mongolia' -quizá la más irreverente del panorama nacional-, consideran que «lo que hay es una cantidad de idiotas estable desde el inicio de los tiempos con, en estos tiempos, una cantidad desmesurada de altavoces para acusar de 'groseros' a los demás». Para Edu Galán, uno de los responsables de 'Mongolia', en Carnaval no debe haber «ninguna línea roja, aunque, en otros contextos, seguro que sí». Por ello, para luchar contra los 'ofendiditos', recurre a una frase lanzada por Jorge Ilegal en el programa 'Qué noche la de aquel año' allá por 1987, mucho antes de la llegada de lo políticamente incorrecto a nuestras vidas: «Si no le gusta mi careto, cambie de canal». Es decir, que a quien no le agrade un disfraz, que no se lo ponga o que no lo mire. Para Galán, ha habido polémicas «increíbles» sobre este tema. Recuerda, especialmente, la que se lio en Oviedo hace dos años cuando la Asociación de Familiares y Personas con Enfermedad Mental de Asturias se ofendió por la participación del grupo 'Manicomio de los horrores' en el desfile de Carnaval, porque, a su juicio, ridiculizó a los pacientes con estas patologías, «mostrando con total impunidad y alarde» la sintomatología que pueden sufrir. El concejal de Festejos y la cuadrilla de 'desequilibrados' -uno iba de enfermo que se creía Napoleón y otra de 'loca de los gatos'- tuvieron que pedir perdón. «Lo hicimos sin mala intención», reiteraron desde la cuadrilla, que, además ganó el segundo premio del desfile. Por su parte, el colectivo EFAE (Empoderamiento Femenino Afrodescendiente) ha criticado en alguna ocasión la costumbre de disfrazarse de mujeres negras.
El rosario de polémicas no se traduce, en el día a día, en 'problemas' para la mayoría de tiendas de disfraces, que no sufren la presión de las grandes cadenas. Cristina Céspedes, dueña de Barullo, un gran comercio de Madrid especializado en este tema, cree que «la gente que, por ejemplo, se disfraza de indio no lo hace para cachondearse de nadie ni para molestar», lo mismo que quienes optan por disfraces 'sexis'. «Al final, cada cual decide lo que se pone... me parece absurdo que, en una época en la que se potencia el empoderamiento de la mujer, te digan cómo te tienes que disfrazar en Carnaval, que es una época de locura y libertad. Y otra cosa debo decir: en la tienda tengo varios disfraces de enfermera, pero el que más nos piden es el 'sexy'», explica. Para ella, los únicos límites con los disfraces serían los que dicta el sentido común: «Nunca se nos ocurría vender, por ejemplo, un disfraz de pene para niños». ¿Y nunca han tenido un problema con ninguna referencia de su catálogo, que tiene más de 500? «Sí. Dos veces -admite-. Una, porque teníamos en el escaparate un traje de zulú, con su falda de paja, y otra por un maquillaje amarillo para ir de chino... No los retiramos».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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