«En Salamanca es todo tan bonito que va a ser duro volver a casa»
Extranjeros en España ·
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Extranjeros en España ·
Brooke, Aidan, Bree, Billy, Xander, Samy, Eliza y Redd De Míchigan, EE UU. Ocho estudiantes en un viaje de verano con dos profesoras y con tareaEn este viaje de verano, su primer contacto con la cultura salmantina sucede en el restaurante La Morcilla, donde comen una hamburguesa de cerdo ibérico. Son ocho jóvenes de Míchigan, entre los 15 y los 17 años. Se llaman Brooke, Aidan, Bree, Billy, Xander, Samy ( ... que viaja con su madre Kathy), Eliza y Redd, y viven en Tecumseh, una ciudad de menos de 9.000 habitantes entre los grandes lagos de Estados Unidos. La mayoría estudia en el instituto local, aunque los mayores ya han terminado el 'high school' y aguardan su ingreso en el 'college'. En el grupo hay dos chicas vegetarianas. A ellas les sirven gazpacho como plato típico, junto a un salteado de verduras. «Nos gustó la hamburguesa, muy buena», asegura Billy. «Yo prefiero la croqueta», dice Eliza.
El itinerario lo eligieron dos profesoras, Karen Arnold, que imparte Historia del Mundo, y Christine Obeid, que enseña Arte. «¿España? ¡Por qué no!», dice Karen, que contrató los servicios de una agencia de viajes en origen, World Strides. «Además algunos de ellos han elegido el español como segunda lengua y yo quedé enamorada de Portugal hace un año, así que después de aquí vamos para Oporto y Lisboa». En Salamanca paran dos noches que, en realidad, es un día completo.
Se quedan en un hotel de la Plaza Mayor, donde la mañana siguiente comienza su recorrido por la ciudad. Casa de las Conchas, Universidad, Catedral. «En América todo es nuevo y de Salamanca nos impresiona todo», asegura una asombrada Redd, que es una de las que estudia español y lo habla con cierta soltura. «Es todo tan bonito que va a ser duro volver a casa. Los edificios de piedra son hermosos, mientras que en mi país son tan horribles con sus muros de plástico y cristal».
Contrastes «Los edificios de piedra son hermosos, mientras que en mi país son tan horribles con sus muros de plástico y cristal».
Cultura antigua «Han sabido guardar la cultura, la tradición, la identidad y en Salamanca mantienen la naturaleza del lenguaje».
Retratos en piedra «Me parece increíble esa necesidad de perdurar en la memoria, perpetuarse en la roca, precisamente donde la gente mira».
Libre Elección «Es un viaje que sus padres pagan y ellos eligen, por lo que están aquí porque quieren, y están muy interesados».
Tradición e Historia «En América todo es nuevo y de esta ciudad nos impresiona todo»
Desde la Plaza Mayor avanzan sin desorden y apenas ruido hacia un patio interno y se maravillan con el fresco de la cúpula del 'Cielo de Salamanca', a donde les conduce la guía local Carmen Ingelmo. «Alterno información de la ciudad con el contexto histórico global», dice. Cerca de ella, Billy, que aspira a estudiar Medicina Nuclear, opina que «España es más pura que América, donde mezclamos todo. Han sabido guardar la cultura, la tradición, la identidad. Salamanca mantiene la naturaleza del lenguaje y aquí podemos entender la influencia española en el Nuevo Mundo».
Los jóvenes tienen tarea. En estos viajes, y depende del lugar, hacen alguna actividad educativa. Puede ser una práctica de cocina o de pintura al óleo. En la ciudad del Tormes deben preparar un debate para después de la cena sobre la Guerra Civil española. A cada uno le ha tocado una posición distinta. Republicanos, sublevados, iglesia católica, campesinos, anarquistas, comunistas. Para meterse en el papel, han recibido al azar una ficha con ocho puntos de sus respectivos sectores en el frente, en el que se describen –de forma muy simplificada– «cómo es mi vida», «cuáles son mis intereses» y «por qué estoy dispuesto a luchar». Cada uno tiene que defender sus ideas y posiciones.
Entre tanto, son colegas mientras se dejan fascinar por la «belleza» de la arquitectura de piedra roja del gran casco histórico de la ciudad. «Quiero que los chicos amen los viajes, que los continúen después. Aquí se portan bien, nunca han dado problemas», asegura Karen. «Es un viaje que sus padres pagan y ellos eligen, por lo que están aquí porque quieren, y están muy interesados».
A las afueras de la catedral, buscan al «astronauta» del pórtico. Samy se tapa la boca y exclama «oh, oh», al verlo. Risas. Xander toma fotos de sus amigos. Es el único con una cámara. Otros apuntan con sus móviles, aunque no tanto como los turistas usuales. No se comportan como cazadores de imágenes, de esos que fotografían incluso las cartelas de los museos. «Encuentro interesante la arquitectura», confiesa Xander, de 17 años que bromea con su estatura de alrededor de 1,80 metros y los portales de la catedral, en los que pega la frente y pasa haciendo equilibrio de bailarín. Más que las gárgolas o los capiteles, señala los rostros grabados en la piedra. «Me parece increíble esa necesidad de perdurar en la memoria, perpetuarse en la roca, precisamente donde la gente mira». Xander quiere ser profesor o tener alguna profesión en la que esté frente a la gente.
Durante el recorrido son respetuosos, hacen silencio, escuchan a la guía. «La parte nueva no es realmente nueva», les explica Carmen. «Lo nuevo aquí puede ser del siglo XVI. Aquí estuvo una de las primeras universidades del mundo hace 800 años». El grupo sube escaleras. «¿Alguien tiene vértigo?», pregunta Karen. Nadie alza la mano. Siguen la escalada. En un mirador interno, desde donde se aprecia el interior del templo, la explicación se hace con Brooke posando con los brazos estirados para formar una cruz con su cuerpo. «Así era la iglesia antigua». Luego Xander se coloca a su lado. Ella baja el brazo derecho, el levanta el suyo, hombro con hombro. «La ampliación se hizo así», indica Carmen. «Has estado genial», bromean con Brooke.
Más escaleras de caracol. Buenas vistas. Desde una terraza, el río Tormes. Bree se marea y se retira. Una de sus profesoras la acompaña a la plaza, y se sientan en un banco frente a un mosaico de arena de colores con el escudo de la ciudad.
La tarde la tienen libre. Se separan. Billy, Brooke, Samy y su madre van a callejear por el centro, pero se atreven a alejarse hasta la periferia, a los edificios urbanos. «Definitivamente, yo volveré», asegura Billy. Compran souvenirs en las tiendas para regalar a sus familiares cuando vuelvan. El abanico es lo más solicitado. Otros descansan o preparan el debate. La tarde es algo fría y nubosa. Algunas gotas amenazan con caer, aunque no llueve. Esa noche la Guerra Civil se discute después de una cena en la Plaza Mayor.
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