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Debería haber un Museo de la Prehistoria de los Mitos Alimentarios donde se expusiesen las teorías que fueron muy populares entre la población y que han pasado a mejor vida después de que la ciencia (sí, la ciencia, no el gurú de turno) las haya ... echado abajo. Hoy vamos a abordar una de ellas, que seguimos creyendo a pies juntillas: eso de que no se pueden comer carbohidratos si queremos perder peso. O, dicho en lenguaje de andar por casa: para adelgazar, lo primero es quitarse o reducir a la mínima expresión el pan, ese plato de pasta que nos encanta o la paellita que nos alegra la vida. Hala, a sufrir, ¿verdad?
«Sobre los carbohidratos hay muchos mitos –lamenta Tania Polyakova, dietista nutricionista y miembro de Nutritional Coaching–. A la gente le cuesta entender que hay muchos tipos de carbohidratos y que no todos actúan igual». Tal y como destaca, la norma básica para introducirlos en la dieta sin ningún problema –son esenciales para el organismo y la primera fuente a la que recurre el cuerpo cuando necesita energía– es atender «a la cantidad y a la calidad». Es decir, hay que saber gestionarlos, pero nunca «quitarlos».
Atendiendo a la actividad de cada persona, su edad y su sexo, se pueden tomar más o menos carbohidratos, pero «siempre optando por los de mejor calidad». ¿Cuáles son? Cereales integrales, fruta entera, tubérculos y raíces –patatas, boniatos, zanahorias...– y legumbres, principalmente.
4 calorías son las que se producen al 'quemar' un gramo de hidratos. Así, en una dieta de 2.000 calorías, deberíamos tomar unos 250 gramos de carbohidratos.
Una persona 'normal' –es decir, sin problemas de salud ni necesidades especiales– podría dedicar una cuarta parte de su plato de cada ingesta (desayuno, comida, cena) a los carbohidratos saludables. Lo adecuado, según la especialista, sería acompañar esa porción de hidratos (en forma de pan, arroz, pasta, cuscús, bulgur...) de otra igual de proteínas y el resto –es decir, el 50% del plato–, vegetales. Este tipo de pauta alimenticia es ideal.
Entonces, ¿por qué tienen tan mala prensa los carbohidratos, si los podemos tomar? Es porque metemos los 'buenos' en el mismo saco que los 'malos' –dulces, bollería, alimentos elaborados con harinas refinadas, algunos zumos o refrescos, cuyo consumo debe ser muy ocasional– y, en lugar de discriminar, nos alejamos de todos ellos cuando queremos perder peso. A nivel psicológico nos resulta más fácil (engañosamente) 'vetar' todo un grupo de alimentos que elegir sus 'representantes' saludables. Y también subsiste la idea de que sin sacrificio no hay recompensa, el 'no pain, no gain' que dicen ahora.
Ojo con estas ideas que deberían haber pasado ya al 'museo' de antiguallas que mencionábamos al principio. Eliminar o restringir los hidratos de forma drástica y durante largos periodos puede tener consecuencias indeseadas (hipoglucemias, mareos, estreñimiento, mal aliento, acidez...) y producir un fenómeno fisiológico conocido como cetosis en el que «el organismo busca fuentes alternativas de obtención de energía», explican desde la OCU.
Para ello, se forman cuerpos cetónicos a partir de las grasas de reserva, pero su presencia en la sangre, cuando este estado se prolonga en el tiempo, puede producir efectos perjudiciales, tales como somnolencia o sobrecarga renal y hepática. Así que lo de buscar la cetosis para adelgazar... En fin, es un arma de doble filo que fácilmente se nos escapa de las manos.
¿Quiere decir esto que las dietas donde las principales fuentes de energía son las proteínas y las grasas (las más famosas, la dieta Atkins o el método Dukan) son malísimas? Como en todo, hay debate. Pero, desde luego, no son recomendables para hacerlas por nuestra cuenta ni de forma permanente: cuando privamos al organismo de los carbohidratos y comienza la cetosis, se suele perder el apetito y también agua (en lugar de grasa, que es lo aconsejable). Pero ambas cosas se recuperan tan pronto como empezamos a ingerir algún carbohidrato. ¿Acaso estamos preparados para no volver a comer ni un chusco de pan en toda nuestra vida? Es decir, las dietas sin carbohidratos son poco sostenibles en el tiempo. ¿Les damos a estos alimentos una oportunidad de acabar con su mala fama?
Si somos de los que nos morimos por el pan o la pasta, hay truquillos para meterlos en la dieta de la mejor manera posible. El primero, optar por el pan integral (con una proporción integral mayor al 80%). Podemos ir variando de cereales, eso sí. Engordan igual que los panes blancos, pero sacian más, son menos adictivos y nos aportan muchos nutrientes. Luego, si nos gusta comer pasta varias veces por semana, mejor integral. Y, para variar, podemos recurrir a la 'pasta' de soja. O a la soja texturizada fina, que parece arroz. Así variamos y nos cansamos menos.
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