Mitos de la pasta
Desmontando los mitos de la pasta: ¿Engorda tanto? ¿Se puede comer de noche?Secciones
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Mitos de la pasta
Desmontando los mitos de la pasta: ¿Engorda tanto? ¿Se puede comer de noche?No es tan fiero el león como lo pinta, ni la pasta engorda tanto como creemos. Basta ya de demonizar este alimento que tiene la capacidad de quitarnos el hambre y hacernos sentir en las nubes. Y si quiere un ejemplo palpable de que este ... producto debe volver a su mesa cuanta antes, aquí tiene uno con nombre y apellidos: Sofia Loren, que asegura que jamás renunció a unos buenos espagueti y nunca le han sobrado kilos.
«La razón por la que tenemos tanto miedo a la pasta viene del tema de la cultura de la dieta, Desde hace años se la está demonizando al asociarla con el sobrepeso», reflexiona Alejandro Vera, psicólogo y técnico en nutrición. «Es un mito», refuerzan desde la Academia de Nutrición Ingortze Zubieta y Paula Serrano.
«Los hidratos como la pasta poseen de media un aporte calórico de 4 kcal/g. Por otro lado, las proteínas, que tan de moda están ahora, cuentan igualmente con 4 kcal/g de media. Con esta comparativa, quiero que reflexionemos lo siguiente: ¿si añado más cantidad de la que mi cuerpo necesita de pasta, ganaré más grasa que si añado más filetes de pollo por ejemplo?», reflexiona Serrano. Y es que ahí está el quid de la cuestión: «La pasta, como el resto de comida, no engorda ni adelgaza. Se trata de un cómputo total: si comes más de lo que gastas, tendrás un superávit calórico», resalta Vera.
La ración más habitual de pasta que nos ponemos son unos 80-100 gramos en crudo. Sin embargo, Vera sí cree que sería recomendable bajarla a 60 para hacer hueco en nuestro plato a verduras y proteína. «El plato de Harvard dice la mitad deberían ser verduras, un 25% proteína y otro 25% carbohidratos, o sea la pasta».
¿Y esta, cómo debe ser? «Para la población en general, lo más recomendable, si lo digieren bien, es elegir pasta hecha con harinas integrales o no refinadas, o de legumbres», aconseja Zubieta. No porque engorden menos, sino porque nos aportan nutrientes que la de trigo normal no. Y también porque su índice glucémico es más bajo. Es decir la velocidad y cantidad con que los carbohidratos llegan a la sangre convertidos en glucosa es menor. Y esto es bueno porque nuestros niveles de energía y de hambre se mantienen estables más tiempo. Vamos, que nos da menos por picotear.
4,12 kilos de pasta
al año por cabeza consumimos de media en 2022, según el Ministerio de Consumo. Los más aficionados fueron los catalanes, con 5,50 kilos. Y los que menos la pusieron en la mesa, los riojanos, con 3,36.
Muchas veces, consideramos que la pasta es un alimento muy calórico porque la preparamos así, con chorizo, con bacon, con nata, con queso... a raudales. No es lo ideal, como bien dice Harvard. Pero resistirse a un plato de farfalle bien cubiertos de salsa es casi imposible. «En este caso, yo optaría por una de tomate. Cuanto más natural y con menos aditivos, mejor», sostiene Vera. Sobre todo si es consumo habitual, recordemos que dentro de una «dieta coherente» nada debería estar prohibido. Otra cosa es cada cuánto podemos consumirlo.
Zubieta, además, recomienda no pasarnos con el cocinado. «Mejor al dente» porque así se forman cristales de almidón resistente y no todos los hidratos de la pasa pasan al torrente sanguíneo como glucosa. Vamos, que hay una parte de la pasta que no se asimila.
Por cierto, comer pasta por la noche no es pecado mortal. Pero no es lo más recomendable, coincidente los tres expertos. Al menos no si no vamos a hacer ejercicio a la mañana siguiente o tenemos turno nocturno, precisa Zubieta. Si aún así, nos apetece darnos el capricho, fuera culpas. Ahora, cuanto antes cenemos, mejor: «Lo ideal es cenar al menos dos horas y media antes de acostarse», recuerda.
La pasta es lo que ahora se ldenomina 'confort food', pero que toda la vida hemos llamado comida reconfortante. A veces, porque nos trae recuerdos familiares, como los macarrones con chorizo de la abuela. Pero también hay una explicación científica. «Su textura y su palatabilidad hacen que generemos endorfinas y dopamina, dos elementos que tiene que ver con el placer», describe Alejandro Vera.
Además, también nos dejan muy saciados e, incluso, nos dan sopor, sobre todo por la noche. ¿Es por habernos puestos finos? «Es por la adenosina, que favorece una respuesta de activación de nuestro sistema parasimpático, implicado en la relajación y el sueño».
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