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La escasez de aceite de girasol por la guerra de Ucrania ha vuelto a poner encima de la mesa el debate sobre cuáles son las grasas más saludables. ¿El motivo? El Gobierno ha autorizado a las empresas de alimentación a sustituir el de girasol por ... otros aceites en sus productos, desde las mayonesas a las galletas o las pizzas, eso sí, de forma temporal e indicando el cambio en el envase. El resultado es que se han vuelto a utilizar de forma generalizada otros tipos como el de nabina –colza–, soja, maíz... incluso de palma, y en muchos casos sin que el consumidor se entere porque apenas es visible esa información nueva en los envases.
«A pesar de que sea legal ese cambio, la forma en la que se ha hecho no es la más adecuada. Muchas marcas simplemente incluyen esa información en una pegatina, en una minúscula impresión en tinta fuera de la etiqueta y en el lateral del envase –similar a la de las fechas de caducidad– o con letras negras y muy pequeñas sobre fondo oscuro, muy difíciles de leer», alerta la OCU. Esta fórmula lleva a confusión a los consumidores.«Se pueden encontrar con un producto que en su etiquetado de ingredientes indica 'con aceite de girasol' y, sin embargo, lleve grasa de palma», inciden.
La OCU reclama que los envases detallen en caracteres más grandes que se trata de un producto con «nueva fórmula» o «nuevos ingredientes». En todo caso, el consejo para el consumidor es leer detenidamente la información que aparece fuera de las etiquetas de componentes.
Que sustituyan el aceite de girasol o el que lleva el 'apellido' de 'alto oleico' no es lo mismo. «El de girasol se usa mucho porque es de bajo precio y sabor suave. Pero no aporta mucho nutricionalmente. Si dejamos de consumirlo no pasaría nada, no es el más saludable. Se trata de un aceite refinado, su consumo continuado es proinflamatorio y aumenta el riesgo en las enfermedades cardiovasculares. Reducir a lo mínimo necesario su uso en nuestra dieta es un buen planteamiento», advierte el nutricionista Luis Zamora.
El 'alto oleico' es otro cantar –solo se puede denominar así cuando su contenido en ácido oleico sea igual o mayor al 75%–. «Es una variedad con mayor porcentaje de ácidos grasos monoinsaturados –beneficiosos para la salud–, incluso en algunos casos más que el de oliva. Pero el de oliva virgen siempre será la mejor opción porque tiene compuestos bioactivos, antioxidantes y polifenoles, que son los que nos protegen de enfermedades cardiovasculares y diabetes», aclara la farmacéutica Marian García, conocida como Boticaria García.
Los productos que en mayor medida han sustituido el girasol por otros aceites y en los que debemos fijarnos son la bollería, toda clase de dulces, mayonesas, salsas, ultraprocesados... Y los aceites que se han colado en el lugar del de girasol son colza, soja, maíz y palma. «Todos son refinados, por lo que no estaría recomendado su consumo habitual. Mientras está probado el papel cardioprotector del aceite de oliva virgen y virgen extra, cuando hablamos de aceites refinados como el de girasol y otros de semillas como el de maíz, sésamo, cacahuete, colza, soja o coco, el efecto es totalmente opuesto. No tienen ese papel cardioprotector y, según los estudios, podrían tener un papel proinflamatorio en el organismo», incide Zamora.
Aceite de colza: el de colza es el segundo cultivo de oleaginosas más abundante en España, después del de girasol. En Europa su consumo duplica al de girasol. A raíz de la crisis de abastecimiento ha adquirido un papel protagonista en la alimentacion. Influye que su sabor es neutro, de manera que es adecuado tanto para productos dulces como salados. Aparece en las etiquetas como 'nabina' y 'canola' para evitar la mala fama que tiene en nuestro país tras la grave intoxicación que sufrieron miles de personas por tomar este alimento adulterado en los años 80. No debe preocuparnos que sustituya al de girasol. «Es rico en grasas monoinsaturadas y en omega 3, más que otros aceites vegetales. Nutricionalmente es superior al de girasol, aunque no tan bueno como el de oliva», resume la farmacéutica. Hay una variedad mejor, el de canola, «que se logra a partir de una selección de semillas con menor contenido de ácido erúcido y glucosinolatos, que pueden ser perjudiciales».
Soja y maíz: el perfil de ácidos grasos buenos de los aceites de soja y de maíz es similar al del aceite de girasol, pero no son muy resistentes a las frituras, una característica muy importante en los aceites. «El de girasol aguanta temperaturas más altas en la fritura, lo que hace que se retrase el degradado y la aparición de compuestos potencialmente tóxicos para la salud como las acrilamidas», completa Zamora. En este caso, también el de oliva virgen es el que más protege de los tóxicos que se segregan al cocinar a altas temperaturas –habitual en productos ultraprocesados que encontramos en el súper–, por encima del de girasol.
Palma: es la principal precaución que debemos tener con los cambios en los ingredientes, que no hayan sustituido el de girasol por el de palma. Está compuesto por un 50% de grasas saturadas, las perjudiciales para el organismo. Se relaciona con un aumento en los niveles de colesterol malo y es un factor de riesgo cardiovascular, coinciden los expertos. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria ha advertido de que contiene moléculas carcinogénicas cuando se calienta a altas temperaturas (más de 200ºC), como sucede con muchos productos de la industria alimentaria.
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