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Julio Arrieta
Jueves, 28 de noviembre 2024, 19:06
El planteamiento de que es mejor cenar temprano y ligero, algo que probablemente escuchamos por primera vez de labios de nuestras madres, forma parte de esto que llamamos sabiduría popular. La idea es comúnmente aceptada y es muy posible que también nos la haya comentado ... nuestro médico alguna vez, sobre todo si hemos acudido a la consulta preocupados por el aumento de las lecturas de nuestra báscula.
Ahora, una investigación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Columbia University ha puesto las bases científicas a esta afirmación, que ha resultado ser acertada. Según demuestra este nuevo estudio, que ha sido publicado en 'Nutrition & Diabetes', del grupo 'Nature', «ingerir más del 45 % de las calorías del día a partir de las cinco de la tarde está asociado a una elevación de los niveles de glucosa, con las consecuencias perjudiciales que esto comporta para la salud, independientemente del peso y la grasa corporal de la persona».
Unas cifras elevadas de glucosa «mantenidas en el tiempo pueden tener implicaciones como un mayor riesgo de progresar hacia diabetes tipo 2, un incremento del riesgo cardiovascular, por el daño en los vasos sanguíneos que provoca la glucosa alta, y una mayor inflamación crónica, que agrava el daño cardiovascular y metabólico», explica Diana Díaz Rizzolo, investigadora posdoctoral y doctora, profesora de los Estudios de Ciencias de la Salud de la UOC. La experta ha encabezado este estudio desarrollado en el Irving Medical Center de la Columbia University en Nueva York.
Aunque sabemos 'de toda la vida' que cenar ligero y más temprano es mejor que hacerlo bien entrada la noche y, si podemos, opíparamente, lo cierto es que los españoles tendemos más a lo segundo que a lo primero. De hecho, somos los europeos más tardones en este sentido. Por varias razones, que van de las culturales a nuestros horarios laborales, cenamos entre las 21.30 y las 22.30. En Francia, por comparar se hace entre las 19.30 y las 20.30; en Italia, entre las 20.00 y las 21.00; en Alemania de 18.00 a 19.00. El contraste se acentúa más si nos vamos a Países Bajos (17.30 - 18.00 horas) y no digamos ya si nos damos una vuelta por Escandinavia. En Noruega se sientan a la mesa para cenar entre las 16.00 y las 17.00 horas. Cuando nosotros merendamos.
Hormonas alteradas
Hasta ahora se creía que la principal consecuencia de cenar tarde era el aumento de peso. Esto se asociaba al hecho de que por la noche se suelen realizar peores elecciones alimentarias, como consumir más ultraprocesados, «pues las hormonas que regulan el hambre y la saciedad se alteran cuando no nos ajustamos a las horas de sol».
El estudio de Díaz Rizzolo revela que el horario de las comidas puede afectar por sí solo negativamente al metabolismo de la glucosa, al margen de la cantidad de calorías consumidas a lo largo del día y del peso y la grasa corporal del individuo.
La investigación se basó en el seguimiento de 26 participantes de entre 50 y 70 años que tenían sobrepeso u obesidad y prediabetes o diabetes tipo 2. Se comparó la tolerancia a la glucosa de estas personas, que fueron repartidas en dos grupos: los comedores tempranos, que hacían la mayor ingesta de calorías antes de la tarde-noche, y los comedores tardíos, que comían el 45% o más de sus calorías a partir de las cinco de la tarde. Ambos grupos consumían las mismas calorías y alimentos por el día, solo que lo hacían en diferentes horas. Los propios participantes se encargaron de llevar el registro de sus comidas al momento mediante una aplicación instalada en sus móviles.
«El principal hallazgo» de esta investigación «es que los comedores tardíos toleraban peor la glucosa, fuera cual fuera su peso o la composición de la dieta». Además, se comprobó que tenían tendencia a comer mayores cantidades de carbohidratos y grasas durante la tarde-noche. «por la noche, la capacidad del cuerpo de metabolizar la glucosa se reduce, debido a que la secreción de insulina y la sensibilidad de las células a esta hormona disminuyen por el ritmo circadiano, determinado por un reloj central en el cerebro que se coordina con las horas de luz y noche», explica Díaz Rizzolo, que es especialista en obesidad, diabetes y envejecimiento.
El estudio demuestra que es importante tener en cuenta cuándo se come y define las implicaciones que tiene para la salud la hora en la que lo hacemos. «Hasta el momento», afirma la investigadora, «las personalizaciones en nutrición se han basado en dos cuestiones principales»: cuánto comer y qué comer. «Con esta investigación, una nueva cuestión empieza a coger gran importancia en la prevención cardiometabólica: cuándo comer», dice Díaz Rizzolo.
Dentro de la prudencia, pues se necesitarán más investigaciones para ahondar en el tema, la investigadora aconseja que el aporte de alimentos se realice principalmente durante las horas de sol del día y que «el mayor aporte de calorías se haga en el desayuno y la comida, en lugar de hacerlo en la merienda y la cena». Díaz Rizzolo recomienda además prescindir de los productos ultraprocesados, la comida rápida y los alimentos muy ricos en carbohidratos, especialmente por la noche.
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