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Este invierno en Galicia han estado muy pendientes de la huerta. Una de sus verduras más típicas, los grelos, han estado a punto de desaparecer de los platos y del menú tradicional del Entroido (Carnaval). ¿La razón? Que la cosecha no ha sido buena por la intensas lluvias, que ahogaron las plantas, y las temperaturas más altas de lo habitual. El año anterior pasó lo mismo. «El grelo necesita frío, si no...», dicen los lugareños. El cambio climático está empezando a dejarse sentir en las huertas y sí, lo vamos a notar en la mesa.
De aquí a 2050 –que suena muy lejos, pero es dentro de solo 25 años–, los expertos aseguran que la temperatura global subirá hasta cuatro grados, suficientes para fastidiar muchas cosechas. Los expertos llevan tiempo avisando de ello: ya en 2019, una comisión patrocinada por la ONU, el Banco Mundial y la Fundación Gates predijo que el rendimiento agrícola se reduciría un 30%. En la Cumbre de las Naciones Unidas por el Cambio Climático de 2023 se incluyó un pacto para la planificación de la agricultura sostenible en todos los países. Pero aquí no vamos a centrarnos en la teoría, sino que vamos a ir a lo práctico: nuestra despensa, el termómetro perfecto para este calentamiento.
A quién no le gusta una oncita de chocolate por la noche? Pues ojo, porque aunque ahora es un placer cotidiano, puede que en no tanto tiempo empiece a serlo menos. Un estudio de la Universidad de California le ha puesto fecha:en 2030, es decir, en cinco años, podría ser un alimento tan exclusivo como el caviar. Y en 2050, desaparecer. Todo ello porque las temperaturas cálidas le van mal a la planta y el modelo de explotación está esquilmando la vegetación, lo que contribuye aún más al calentamiento. Costa de Marfil, el principal productor, ha perdido «el 80% de sus bosques en el último medio siglo por la producción masiva», según el Barómetro del Cacao. Y el resto de los que nos abastecen (Ghana, Brasil, Perú, Camerún e Indonesia) van por el mismo camino.
Nos quejamos mucho de que cada vez es más caro tomarse un café por ahí. Por el precio de la luz, la inflación provocada por la guerra... pero también tiene que ver el clima. «El café, como el cacao, es un producto sensible al cambio climático, precisamente por las condiciones que necesita su cultivo», subraya Aitor Sánchez, dietista-nutricionista, tecnólogo alimentario y divulgador a través de su perfil Mi Dieta Cojea. Disfrutar de él en mangas de camisa en pleno invierno nos está saliendo muy caro.
Hace seis años el Instituto de Climatología de Australia predijo que desaparecería en 2080. Desde entonces, poco ha cambiado. El Centro Internacional de Agricultura Tropical (CIAT) lo incluyó en 2023 en su listado de alimentos en peligro. Y ahí sigue. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza asegura que el 60% de sus especies están amenazadas... Y sin plantas, no hay infusión.
Aunque cuando vayamos al súper veamos miles de alimentos a nuestra disposición, nuestra alimentación en realidad depende de muy pocos cultivos, explica la agrónoma e investigadora Helena Moreno, responsable de la campaña de sistemas alimentarios sostenibles en Greenpeace. Y esto no es nada bueno. «Ha desaparecido gran parte de la diversidad agroalimentaria». Y eso nos hace vulnerables. ¿Por qué? Porque las variedades de cereales que cultivamos ahora son buenas para producir, pero soportan peor las inclemencias del tiempo y las plagas.
Así que algo tan básico como el trigo está en riesgo: el International Food Policy Research Institute (IFPRI) estima que sus rendimientos en 2050 podrían disminuir en un 27%. Mientras que la demanda se comportará de manera contraria: crecerá un 60%. No va a ser lo único que escasee, también afectará esta situación al maíz, al arroz y a la cebada.
El plátano es la fruta más consumida del mundo y el cuarto cultivo más importante después del trigo, el arroz y el maíz. La mayoría de los que nos comemos son de la variedad Cavendish, que necesita un clima moderado y abundante agua para madurar. Justo lo contrario de lo que está provocando el cambio climático: temperaturas más extremas, sequías, aridificación... Un reciente estudio publicado en 'Nature Food' asegura que para 2080 será insostenible cultivarlo.
Malo para nuestra mesa, pero peor para las economías de países como Costa Rica, Ecuador, Colombia y Filipinas. «Cuando un producto o alimento procede solo de unas pocas zonas y la demanda es mundial, nos volvemos mucho más vulnerables», añade Sánchez.
El vino forma parte de la identidad cultural de España. Pero no va a durar siempre si no hacemos nada por frenar el calentamiento global. Ya llevamos tiempo viendo cómo la vendimia se adelanta y eso no es buena señal, lo saben bien en La Rioja. Afecta a su calidad, a su sabor, a su composición química... y expone a las propias vides a mayor riesgo de plagas. A mediados del siglo XIX una de ellas, la filoxera, estuvo a punto de acabar con este caldo.
Ahora bien, todavía se pueden hacer cosas antes de echarnos las manos a la cabeza con el gaznate seco: «En el mundo hay unas 10.000 variedades de vid para todos los usos. 16 de ellas suponen el 50 % de la superficie plantada de uva para vino», señala Adrián Martínez, exdirector del Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (Imida). Se pueden buscar otras variedades que se adapten a las nuevas condiciones climáticas.
En Francia, las abejas son bienvenidas en las terrazas de cualquier restaurante campestre y afean a los turistas que las espantan o quieren matarlas. ¿Por qué? Porque allí se ha divulgado más sobre cómo el cambio climático está reduciendo su población, que aunque creamos que no nos aporta nada, es todo lo contrario. Uno de los efectos más claros de este fenómeno es que se está reduciendo la producción de miel.
El Consello Regulador de la Indicación Xeográfica Protexida Mel de Galicia puso este tema de nuevo sobre la mesa en su reunión de principios de año. En Oaxaca y Yucatán (México) están muy preocupados porque cada vez tienen menos abejas. En Uruguay se ha documentado la pérdida de un 27% de las colmenas en los últimos años... Si nada cambia, para 2070 la miel sería solo un recuerdo, concluye el CIAT.
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Javier Campos | Logroño
Javier Campos | Logroño y David Fernández Lucas | Logroño
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