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Estamos a finales de abril, aunque en muchos sitios de España parece verano. «Esta semana tendremos temperaturas entre 6 y 10 grados más altas de las que corresponden a la época en la que estamos. Lo que marca hoy lo tendría que marcar la ... segunda quincena de junio», confirma Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología. Y advierte de que con el paso de la semana irá a peor. Sí, peor, porque este calor a destiempo, por mucho que haya a quien le guste, no es sano. Ni para el medio ambiente –«aumenta el riesgo de incendios y de sequía al haber más evaporación», avisan en AEMET– ni para nuestra salud.
«Estos episodios son más peligrosos en abril que en julio porque hemos pasado de forma brusca del abrigo a estar como en verano. Cuando el salto es tan rápido, al cuerpo no le da tiempo ni a una pequeña adaptación. En agosto, aunque lleguemos a 30 grados, hemos tenido tiempo de adaptarnos progresivamente, pero ahora no. Pasar del frío al calor de repente tiene consecuencias para el organismo y pueden ser graves», advierte Lorenzo Armenteros del Olmo, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
Aunque el aumento de temperaturas será general, el bochorno irá por barrios. «El miércoles y el jueves se superarán los 38 grados en algunos puntos del sur», avanza la predicción Rubén del Campo, quien recuerda que la temperatura media en España en abril es de 11,9 grados. Esta semana llegaremos a mucho más. «Hasta 25 grados, el cuerpo lo soporta bien, pero a partir de esa temperatura cada grado afecta mucho. Y no digamos ya si hay humedad. Cuando el calor es seco el organismo se adapta mejor, ya que el sudor lo elimina, pero cuando es pegajoso este mecanismo no funciona bien», advierte el especialista de la SEMG. De hecho, igual que el viento aumenta la sensación térmica de frío en invierno, la humedad multiplica la sensación de sofoco cuando hace mucho calor. Y no es solo una sensación, está cuantificado: 34 grados en una zona con una humedad relativa del 70% parecerán 47 y hasta 54 si hay 36, detallan las gráficas de AEMET.
¿Las consecuencias más graves de este exceso de calor, más aún fuera de temporada? Dos: por un lado, el golpe de calor; por otro, el estrés térmico. «Cuando estamos expuestos mucho rato a temperaturas muy altas podemos sufrir un golpe de calor, que es algo espectacular porque se traduce en sudoración fría, mareos, la persona se cae... Es fácil de diagnosticar», concede Armenteros.
Pero no sucede así con el estrés térmico. «Las altas temperaturas sostenidas durante días afectan al cuerpo de forma escalonada, especialmente a personas vulnerables como ancianos, niños... Se pierden agua y sales que no se llegan a reponer –los ancianos tienen disminuida la sensación de sed y alterado el sistema termorregulador, que los niños tampoco tienen tan desarrollado– y eso puede dar lugar a una descompensación metabólica. El riñón funciona mal porque no es capaz de deshacerse de las sustancias que debe eliminar y estas se acumulan, se pueden producir arritmias...», enumera el especialista.
«El estrés térmico causa un deterioro paulatino» pero, al manifestarse «de forma solapada», a los propios médicos les resulta desconcertante. «Durante las olas de calor del año pasado atendimos a mayores, que se encontraban mal. Sufrían mareos, náuseas, calambres... pero no había nada orgánico que lo justificase. Era estrés térmico».
Lorenzo Armenteros
Médico de familia
Ainara Achurra
Doctora en Biología
Más que luchar contra él, dice, la solución es prevenir: «Hay que tratar de estar a la sombra, intentar no salir de once de la mañana a seis de la tarde, beber litro y medio o dos de agua aunque no se tenga sed, protegerse la cabeza y ponerse la ropa adecuada, da igual que sea abril, agosto o noviembre».
Además de los cuidados que pongamos cada uno, Armenteros hace un llamamiento a las Administraciones para preparar a las ciudades para el calor. «Como hasta ahora estos episodios se daban tres veces al año no estamos preparados. Hay que habilitar fuentes, pequeños espacios de agua incluso para poder meter los pies, islas de calor...».
A este respecto Ainara Achurra, doctora en Biología, propone dotar al espacio urbano de espacios verdes «en todas las vías». «Los árboles, además de dar sombra, reducen la temperatura. El asfalto y las aceras retienen calor, pero si tenemos árboles altos que formen una cubierta vegetal evitarán la radiación directa del sol a todo lo que quede debajo: suelo, bancos, mesas, sillas... y personas».
El tan preciado descanso a la sombra lo vamos a tener esta semana en el norte, donde, las temperaturas, aunque más altas de lo habitual para ser abril, «no se van a disparar». De hecho, la previsión de máximas para este martes es de 18 grados en San Sebastian, 20 en Bilbao y 21 en Vitoria, avanzan desde Euskalmet (y mínimas entre 10 y 14) y una subida ligera los próximos días. «En Euskadi, el día más caluroso va a ser el jueves, pero el viento del norte no va a dejar que se suba de 23 o 24 grados en el litoral. En el interior de Bizkaia y Gipuzkoa se llegará a 27 y en algún punto de Álava podrían alcanzarse los 30», explica Onintze Salazar, meteoróloga de Euskalmet. ¿Se trata de datos excepcionales? No tanto. «Habrá que ver si Álava marca algún récord porque otros años ya hemos tenido puntualmente 35 grados en abril en el País Vasco». Lo que sí evidencia esta semana rara de calor es «una tendencia». «Los pronósticos de que el cambio climático iba a alargar los veranos al empezar antes y durar más se están materializando».
Si el calor en abril no es sano para nadie, menos aún para las personas alérgicas. «Las altas temperaturas complican los episodios de alergias porque en algunos casos se producen floraciones espontáneas y masivas», explica el doctor Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia. «Con las temperaturas normales, cada árbol o flor florece de una forma cronológicamente aceptable, pero si el calor es excesivo hay más alérgenos circulando por el ambiente».
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