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Estamos en pleno verano, seguramente haremos unos cuantos kilómetros para alejarnos de casa y quizá nos parezca buena idea soltar en el río del pueblo a esa tortuguita que les compramos a los niños y a la que ya nadie quiere cuidar. O al pececito ... que nos tocó en una tómbola. También puede ser que en nuestro afán por ser 'ecológicos' veamos unos loros rarísimos que viven en un parque y nos dé por alimentarles o que cojamos unas semillitas aparentemente inofensivas para plantarlas en la huerta de los abuelos y así enseñar a los peques lo bonito que es ver crecer una planta y cuidarla. Pues, atención, podemos estar cometiendo un error colosal y siendo de todo menos 'ecológicos'. De hecho, estaremos siendo un auténtico peligro para el medioambiente. ¿Por qué? Porque estaremos ayudando a especies, muchas veces exóticas (no autóctonas) e invasoras a implantarse en un hábitat que no es el suyo. Según la Unión Internacional por la Conservación de la Naturaleza, las introducciones accidentales –sin intención, interés comercial o de otro tipo– son las que producen «las invasiones más exitosas».
«No todas las especies exóticas son invasoras –aclara Joan Pino, director del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF)–. Para ello debe establecerse con éxito en el territorio, es decir, reproducirse en él, y luego extenderse y aumentar sus efectivos». Pero, a menudo, que esto ocurra es solo cuestión de tiempo... Por ello, los expertos advierten de que la respuesta rápida y la prevención son clave y casi la única estrategia para evitar la expansión de estas especies. ¿Por qué luchar contra ellas? Porque cuando 'invanden' causan impactos sobre la biodiversidad (se imponen a costa de eliminar a muchos contrincantes, por ejemplo), sobre la economía (pueden afectar a cultivos o infraestructuras) o incluso sobre la salud humana (algunas transmiten enfermedades).
«Triunfan las especies generalistas, que se adaptan con facilidad, y pierden las nativas, que son más exigentes», apunta Pino. Es decir, que ser muy 'especialito' –con la alimentación, para aparearse, con los cambios del clima...– reduce las posibilidades de sobrevivir (esto también es aplicable a los humanos). No obstante, Pino hace de abogado del diablo y recalca que en la desaparición o merma de una especie nativa no solo influyen los 'forasteros', sino también el cambio climático y la acción humana. He aquí una selección de especies invasoras, que llegaron a nuestro país (siendo mascotas, 'viajando' en avión o en otros medios sin que nadie se diese cuenta, por motivos comerciales...) y que se han hecho fuertes.
Llegó a España en 1930 para ser comido... y acabó casi 'comiéndose' al cangrejo autóctono, que está en peligro. Los criaron para consumo humano en una granja de las marismas del Guadalquivir, pero, como dicen en 'Parque Jurásico', la vida se abre camino y, tras escapar o ser soltados, se extendieron Pone en aprietos a especies nativas, provoca daños en los cultivos, degrada las orillas y enturbia el agua.
Es más grande que los autóctonos, procede del Sureste Asiático y se le detectó por primera vez en agosto de 2004 en Sant Cugat del Vallés (Cataluña). Se cree que llegó a nuestro país con el tráfico de mercancías. Ahora, 18 años después, ya no necesita presentación.
Uy, la que ha liado la mascotita. En los años 80 se puso de moda como animal de compañía en todo el mundo. A España llegó en los 90 y en 1997 la UE prohibió su importación. Pero para entonces ya se habían vendido más de un millón de ejemplares. Y como a mucha gente las tortugas les acaban aburriendo, algunos de sus dueños decidieron liberarlas... Lo que provocó su invasión. ¿Las consecuencias? Excluye a otros galápagos autóctonos, come un montón de invertebrados, peces y anfibios y vegetación acuática. ¡Y cuidado, puede transmitir la salmonela!
«Llegó hace menos de 20 años y aún está en plena expansión», indica Pino. Masacran y se alimentan de muchos insectos de nuestro ecosistema, especialmente de las abejas de la miel. Y, en ocasiones, también atacan a los frutales y los viñedos, como ya se ha visto en algunas zonas de Cataluña.
También se sabe cómo llegaron y cuándo desembarcaron en España. Los primeros llegaron en 1958 a Segovia, a granjas de cría para la industria peletera. Pero sus fugas continuas –accidentales e intencionadas– han hecho que se extiendan por gran parte del país. ¿Su principal víctima? El visón europeo, que es más pequeño, menos agresivo y sucumbe fácilmente a virus que transmite su 'hermano' americano. ¿Otro 'hijo' prófugo de las granjas peleteras? El mapache (auqnue también se especula en que pudieron ser liberados para cazar). Su llegada como especie invasora a España se remonta al 2001, cuando comenzaron a encontrarse ejemplares en Mallorca y en la Comunidad de Madrid. Representa una grave amenaza para la biodiversidad autóctona y la salud , según los expertos.
Altera el ecosistema de forma brutal. Al incrementar el nivel de materia orgánica de las aguas, tapiza todo el sustrato que encuentra a su paso. Es original de los mares Negro y Caspio y se detectó por primera vez en el año 2001 en Cataluña, aunque se ha extendido rápidamente a otras comunidades. Causa daños cuantiosos en las infraestructuras hidráulicas (unos dos millones anuales en la cuenca de Ebro).
«Este pajarito de color verde es una de las aves invasoras más exitosas del mundo. Originaria de Sudamérica y muy comercializada como mascota, se cree que arraigó en España (lo mismo que la cotorra de Kramer) al soltarse –intencionadamente o no– ejemplares. Nuestro país es el segundo país del mundo con mayor número de cotorras argentinas: acumula unas 20.000 y son un problema: compite por la comida con especies autóctonas, se alimenta de huevos y polluelos de otros pájaros... «Solo en Barcelona hay seis especies de loros en distintas fases de expansión», apunta Pino, quien destaca que las zonas metropolitanas son acogedoras para los 'invasores' como la urraca o la gaviota, por ejemplo.
Las especies vegetales también invaden. Un ejemplo: el plumero de la Pampa, extendido por toda España y procedente de Sudamérica, desplaza a las especies autóctonas. ¿Otro ejemplo del mundo vegetal? El jacinto del agua: disminuye el oxígeno de los cauces y afecta a la fauna y flora.
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