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Vivimos cada vez más lejos de la naturaleza. La distancia que hay que recorrer para ir al campo desde el centro de la ciudad o del pueblo, da igual, resulta mayor cada año debido al imparable crecimiento de barrios y urbanizaciones. El asfalto no solo ... se come nuestros pulmones medioambientales, sino –lo que sin duda es peor– también nuestra conciencia ecológica. ¡Cómo vamos a defender el cuidado de un mundo que nos es desconocido! ¿Cómo vamos a sentirlo como propio, ser conscientes de la importancia que la biodiversidad tiene para nuestra supervivencia como especie, si apenas sabemos no ya de su agonía, sino de su propia existencia?
No son éstas reflexiones propias, sino las conclusiones a las que llega una investigación que alerta del peligro que representa vivir en entornos urbanos cada vez más alejados del campo. El drama, analizado por el Centro Alemán para la Investigación Integrativa de la Biodiversidad de Leipzig, se plasma en cifras concretas. Los humanos viven en la actualidad a 9,7 kilómetros de su entorno natural más cercano. La diferencia ha crecido nada menos que un 7% desde el año 2000.
Esa medida es solo una media. La situación resulta mucho más dramática en Europa y Asia Oriental, donde el camino que ha de recorrerse hasta poder disfrutar de un entorno natural, más allá de parques y jardines, resulta aún mucho mayor. Los alemanes, por ejemplo, viven a una distancia de 22 kilómetros y los franceses de 16. El trabajo no da cifras de España, pero expertos consultados apuntan a que es muy posible que la media no diste demasiado de las europeas.
«Lo sorprendente es que todos los demás países del mundo están siguiendo un patrón similar», advierte el investigador Victor Cazalis, profesor de la Universidad de Leipzig. Las ciudades están creciendo de espaldas al campo. Sus niños, también. No se trata, además, de un fenómeno que se limite a la expansión urbana, sino que las zonas verdes de las ciudades también han ido disminuyendo de manera importante desde el último año del siglo pasado. Ha ocurrido especialmente en África central y el sudeste asiático, donde quizás las normas urbanísticas son menos exigentes que las occidentales en materia medioambiental. «La posibilidad de que la población urbana acceda a espacios verdes se está reduciendo».
Puede vivirse en la ciudad y no pisar la montaña en toda una vida, pero los humanos necesitamos el contacto directo con la naturaleza. Un grupo científico del Laboratorio de Paisaje y Salud de la Universidad de Illinois, en Estados Unidos, llegó con anterioridad a la conclusión de que los entornos verdes hacen a la gente más generosa y sociable, según destaca la psicóloga Cristina Roda, de la Universidad de Córdoba. Según este trabajo, en la naturaleza «encontramos fuertes lazos de vecindad social y un mayor sentido de comunidad, más confianza mutua y la voluntad de ayudar a los demás», destaca la experta, miembro del equipo de 'La Mente es Maravillosa'.
Roda sostiene que, «sin ánimo de ser catastrofista», la pérdida de conciencia ecológica en la sociedad está provocando un daño que será «difícilmente recuperable. Cientos de estudios científicos –alerta– nos advierten de que si no cambiamos nuestra forma de tratar la naturaleza, si seguimos mostrando un desprecio absoluto por los problemas de los ecosistemas, estaremos condenados al 'ecocidio' y a intentar sobrevivir en otro planeta porque el que nos acoge lo estamos convirtiendo en un medio incompatible con la vida».
El trabajo alemán alerta, además, de que la creciente distancia física con la naturaleza no es un hecho aislado. El análisis de dieciocho estudios anteriores realizados en Estados Unidos y Japón permite a los autores del trabajo concluir que los niños realizan cada vez menos campamentos al aire libre, reconocen menos especies de flores, y que leen y escuchan canciones que hablan muchísimo menos de su entorno natural. La Tierra, para ellos, comienza a ser solo asfalto.
La conciencia medioambiental de los menores no solo se ve afectada por la mayor distancia que separa las urbes del campo. Los libros de texto dedican cada vez menos espacio a analizar el desafío humano que representa el cambio climático, según destaca un estudio que la Universidad de Carolina del Norte publica en 'Plos One'. La cobertura de este fenómeno ha ido cayendo paulatinamente en los últimos 50 años y lo que ha ocurrido en Estados Unidos se ha dado en otros países, incluido España. Una investigación de la Universidad de Sevilla publicado en 2021 lo corroboró: se habla mucho de la emisión de gases de efecto invernadero, pero poco o nada de lo que eso significa en realidad.
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