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Haz memoria y recuerda la última vez que te enfadaste. Igual no tienes que ir muy atrás en el tiempo, porque algunas personas se cabrean un montón de veces al día (por motivos grandes, por cosas pequeñas, por nada...) y terminan la jornada con un ... buen archivo de mosqueos. O quizá eres de esa gente afortunada (¿?) que rara vez se enfada porque casi nada le sienta mal y resulta muy difícil de ofender.
Sea cual sea tu caso, enfadarse no es un pecado tan grave como nos han contado toda la vida. «Arrastra cierta mala fama por su asociación directa con la ira. Y no son lo mismo. El enfado, como emoción básica –neutra y adaptativa–, podemos considerarlo como una forma de expresarnos.Sin embargo, la ira se distingue del enfado en que es su carga emocional, en su intensidad y en que nos hace perder la capacidad de comunicarnos adecuadamente», indica Sonia Díaz Rois, experta en gestión emocional, coach y autora de '¿Y si me enfado, ¿qué?' (ed. VR Europa)
De esta distinción se desprende una realidad: enfadarse no es tan malo si no perdemos el control y si no es algo crónico. Algo que parece fácil en la teoría, pero no lo es tanto. Porque muchas veces, en un intento de evitar enfados –o de intentar frenarlos antes de que se conviertan en ira–, metemos la pata. Vamos, que no sabemos gestionar los enfados propios ni mucho menos los ajenos. Por eso, he aquí una ayuda: nueve frases que nunca debes decir a alguien enfadado.
1
«Lograrás generar el efecto contrario. Mejor permitir que el cabreo se exprese y que la marea vaya bajando por sí sola», asegura la experta. Si el enfado es de mucha intensidad, tratar de razonar es de poca ayuda, pero al menos podemos hacer que el enfadado se sienta algo comprendido para rebajar tensión. «Y, si consigues una pausa, recuerda que el sistema nervioso necesita veinte minutos para regularse y calmarse».Es decir, no bajes la guardia hasta que pase este paréntesis.
2
Frase desafortunada donde las haya. Díaz Rois nos cuenta por qué. «Con ella reforzamos el 'no te enfades', 'no te pongas triste', 'no te asustes'... Eso es lo que yo llamo el efecto 'note', cuando, en realidad, lo que la persona que se enfada quiere es sentirse comprendida», recalca. Necesita que los demás sepan por qué se siente de esa forma y qué le está causando frustración. Y diciéndoles 'no es para tanto' lo que transmitimos es lo contrario: que no le entendemos.
3
«El enfado, al igual que la alegría, busca una aproximación», desvela la experta. Y ese 'haz lo que te dé la gana' lo que hace es poner distancia entre el enfadado y la otra persona. Escuchar esta frase nos indica que nuestro interlocutor tira la toalla: «En lugar de facilitar un diálogo, se cierra la conversación, dejando a la persona con la sensación de que no merece apoyo». Aunque es comprensible que, si alguien nos está montando una buena bronca, esto nos genere rechazo y ganas de irnos y dejar a esa persona a solas hasta que se le pase, debemos tener en cuenta, asegura Díaz Rois, de que en esos momentos «su necesidad es la misma que la de una persona que se siente triste y llora». ¿A que no dejaríamos a alguien hecho un mar de lágrimas sin atender?
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«Descalificar a alguien con una frase así es irrespetuoso y puede herir su autoestima», apunta la experta. A veces es una salida desesperada cuando nos topamos con alguien muy enfadado, pero, desde luego, es muy incorrecta y en algunos casos constituye una 'venganza' contra el enfadado: tratamos de que se cuestione su cordura o su capacidad para ver la realidad ('gaslighting').
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Con la edad, hay dos curiosos fenómenos que afectan a los enfados. Según explica la experta, al tener más experiencia, podemos aprender a relativizar y a decidir 'por esto no merece la pena enfadarse', «dando paso al cabreo solo en casos absolutamente excepcionales». Pero también puede ser que esa 'clarividencia' de la edad nos haga poner unos límites más rotundos que antes y esto dé la impresión de que nos hemos vuelto más cascarrabias, aunque «esto es la mar de sano».Eso sí, que nos recuerden nuestra edad y que estamos cabreados en la misma frase es un despropósito total.
6
Este es otro de los comentarios que pueden resultar «fatídicos». Ese 'por todo' es una generalización y hay que evitarlas siempre con alguien enfadado. «Puede hacer que la otra persona sienta que no puede expresar ninguna emoción sin ser juzgada», indica.
7
Esto, para empezar, es una mentira muy grande. Todos nos enfadamos –unos más y otros menos–, pero sobre todo lo que cambia es la manera de expresarlo. Generalmente, la gente con fama de tener muy mal genio lo que hace es expresar su irritación de forma más explosiva. Pero los más calmados pueden enfadarse el mismo número de veces al día, solo que lo gestionan de otra manera y lo dejan traslucir de otro modo. A veces, indica Díaz Rois, hasta con signos de tristeza.
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Esto, subraya la experta, no es así. «Es absolutamente necesario y está bien», aclara. Entre los 'beneficios' de enfadarse destaca que es una herramienta para poner de manifiesto nuestras preferencias y llegar finalmente a acuerdos. También nos motiva a luchar por lo que consideramos importante.
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Nos da miedo expresar el enfado en público y tendemos a dejarlo salir en casa, en nuestro círculo íntimo, porque sentimos que, una vez que pase, no nos juzgarán, a diferencia de lo que ocurre con amigos, en el trabajo... Pero decirle esto a una persona enfadada es echarle en cara que es injusta, que puede controlarse delante de según quién, que 'abusa' de los más cercanos...; es decir, un golpe bajo (que quiza convenga tratar en otra ocasión si es verdad, pero nunca en medio de un enfado, cuando las emociones 'altas' nos impedirán sacar algo en limpio).
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