Elena Furiase
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Elena Furiase
Elena Furiase debuta en el mundo editorial con la publicación de su primera novela, 'El mundo secreto de Árbal' (Círculo Rojo), una historia de corte fantástico pensada para los lectores jóvenes. Era una trama que llevaba muchos años madurando en su mente. Bellamente ilustrado por ... Celia Gómez, amiga de la infancia de Elena, con la que compartió clase en el mismo colegio, la novela contiene una lección moral: a veces, para resolver los conflictos más íntimos, hay que ponerse en el lugar de los otros. Hija de Lolita y Guillermo Furiase, la actriz es una lectora impenitente a la que le falta tiempo para sumergirse en los libros.
– ¿Qué le indujo a escribir este libro?
– Fue algo que se me ocurrió con 13 años, inventé dos o tres personajes, esbocé una pequeña historia... Era un cuento propio de una niña. Recuerdo que era el mes de agosto, pero enseguida lo deseché porque pensé que era una tontería, que nadie se lo iba a leer. Muchos años después, lo rescaté de mi memoria. Pensé que, si al cabo de tanto tiempo no se me había olvidado, eso significaba algo. Entonces me puse a escribir en serio y en dos años conseguí dar forma al libro.
– Pero usted ya escribía guiones y cortometrajes.
– Sí, cuando era pequeña escribía cuentos, pensamientos, relatos cortos...
– La protagonista de su libro es contestataria y rebelde. ¿Tiene alguna similitud con usted?
– No está basado en mí ni es autobiográfico. Narra la historia de una niña que está pasando por un momento complicado, como nos ha pasado a todos en la preadolescencia, una etapa en la que estamos desorientados, gestionamos mal la rabia. Tan pronto el niño está alegre como triste. Incluso de adulto no se acaba de aprender a gestionar las emociones.
– ¿Y del libro se extraen moralejas, tan frecuentes en la literatura juvenil?
– A veces tenemos que huir de nuestro mundo interior para poder arreglarlo. Es necesario ponerse en la piel de otros, olvidarnos del yo para solucionar nuestros propios conflictos.
– ¿Le dedica mucho tiempo a la lectura?
– Sí, antes era muy, muy lectora porque disponía de más tiempo. Ahora me acabo de terminar el último libro de la trilogía de Carmen Mola, 'La Nena', y ya estoy deseando empezar otro.
– Algunas veces ha rodado con su madre. ¿Cómo fue la experiencia?
– Es más difícil trabajar con ella que con otra persona porque a las dos nos da la risa. No obstante, somos profesionales y, obviamente, lo sacamos adelante, pero nos cuesta un poquito más.
– ¿Dígame un acontecimiento de su vida que haya supuesto un antes y un después?
– Cuando empecé a hacer teatro me di cuenta de que aquello no era un juego. Es una actividad que exige mucha disciplina. Cada día es una función distinta. Si alguien le gusta, te aplaude; y si le hace gracia ríe, pero solo dura ese momento, no más.
– ¿Se imagina un mundo sin salas de cine?
– No nos deberían quitar nunca el cine. Por mucho que ahora se vendan pantallas enormes, curvas, en 3D para ver películas en casa, la magia de ir al cine, comprar las entradas, estar callado e ir con tu pareja o con quien se te antoje es insuperable. El cine es cultura y, como has pagado una entrada, te quedas hasta el final, te guste o no la historia, lo cual es una manera de tener paciencia. En cambio, con el 'streaming' te puedes saltar un fragmento si no te gusta o te estás durmiendo. Detienes la emisión o simplemente la quitas. Es muy fácil consumir cine y juzgarlo muy rápido.
– ¿Sin darnos cuenta nos estamos perdiendo algo valioso?
– Es que ir al cine supone una oportunidad para ver la película de principio a fin, y eso se está perdiendo, en especial la paciencia, que poca gente tiene hoy.
– ¿Interpretar trastoca los esquemas mentales?
– No. Es verdad que siempre hay un momento en el que se ha de parar para que no te coma el personaje. Algunos actores han tenido que interpretar a personajes muy crudos y luego han debido darse un paréntesis y reflexionar. Es complicado porque, al fingir, el cerebro experimenta emociones como si las hubieras vivido, de modo que la mente no diferencia entre la verdad y la mentira. Por eso hay que involucrarse lo justo para hacer un buen trabajo.
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