La crisis post pandemia, ¿será la nueva Gran Depresión?
VIVIR ·
La debacle global posterior al crack del 29 se presenta como una referencia ineludible para la situación actual. Obligó a los ciudadanos, sobre todo a ellas, a ser creativos para sacar a flote a sus familias
El problema de las comparaciones es que casi siempre resultan imperfectas (también injustas). Porque el contexto lo es todo y, salvo en condiciones de laboratorio, no se suelen dar dos escenarios exactamente iguales.Sin embargo, cuando hablamos de la Historia, sí es verdad que podemos y debemos extraer enseñanzas de episodios pasados para superar problemas del presente. Y, en las últimas semanas, con la crisis del COVID-19, el mundo ha echado la vista atrás para ver cómo se las apañaron los supervivientes de la Gran Depresión posterior al crack del 29, un cataclismo que no sólo tuvo consecuencias económicas en Estados Unidos, sino a nivel global (a diferencia de la Guerra Civil española, otro referente, pero con impacto limitado geográficamente).
Hasta los asesores económicos del presidente Donald Trump han comparado las consecuencias que tendrá la pandemia con el desastre que vivió su país y el resto del mundo en los años 30. «Este será el peor golpe a nuestra economía que hayamos visto –manifestó en la CNN Kevin Hasset, un pope financiero del Gobierno–. Veremos tasas de desempleo cercanas a las de la Gran Depresión». Incluso peores, vaticinan algunos expertos.
Estas manifestaciones, cuando la crisis sanitaria aún no se ha superado y los muertos se cuentan por centenares de miles, hacen temblar a la población, que ya se teme que lo que vendrá después no va a ser ninguna fiesta. Nunca lo es. La Gran Depresión dejó la economía tan tocada que sólo se recuperó la 'normalidad' a principios de los años 40. También es verdad que no existía el colchón social de ahora, ni se aprobaban partidas de ayudas.
Creatividad
Auella época dejó marcada a toda una generación, algo que posiblemente pasará ahora también. En el ámbito doméstico, fueron las mujeres, en buena medida, las que llevaron la batuta, demostrando la importancia de ser creativas para sobrevivir.
Nosotros, en pleno siglo XXI, nos hemos visto obligados a detener nuestras vidas y reevaluar, quizá por primera vez, lo que es importante. Quizá hemos visto demasiados tutoriales en YouTube sobre cómo maquillarnos para quitarnos las ojeras pero no tenemos ni idea de cómo hacer un pan decente. Algo falla, ¿no?
Erin Bried, periodista y escritora
Erin Bried, periodista estadounidense, es autora de dos libros sobre las habilidades que tenían nuestros abuelos y que nosotros hemos perdido ('Cómo coser un botón' y 'Cómo encender un fuego'). Para prepararlos, entrevistó a muchos mayores que vivieron la Gran Depresión para conocer de primera mano cómo afrontaron aquella situación. Sobre todo, habló con mujeres cargadas de hijos que, mientras sus maridos buscaban empleo –tarea casi imposible–, se las ingeniaron para mantener a flote a sus familias. Sin dinero, sólo con sus recursos y su inventiva. Aunque el mundo ya no es el de los años 30, la crisis económica pospandemia nos hará buscar ese afán de remontada que marcó a aquella generación.
–¿El coronavirus ha evidenciado que somos menos autosuficientes que nuestros abuelos?
–Ya lo creo. En tiempos de privilegio y prosperidad, vivimos como si casi todo fuese reemplazable, pero esta pandemia y sus consecuencias económicas han revelado nuestra dependencia de la cultura de consumo. Ya no podemos pagar para conseguir el confort y la seguridad. Debemos confiar en nosotros mismos y en nuestra inventiva y habilidad. Para mis libros entrevisté a abuelos que vivieron la Gran Depresión para aprender en qué destrezas confiaban para superar aquellos tiempos difíciles.
–¿Cómo se las apañaron?
–Fueron fundamentales habilidades básicas como coser, cocinar o ser buenos vecinos, porque eso determinó si iban a sobrevivir y prosperar.
–¿Por qué perdimos el interés por estas cosas?
–Porque hemos sido unos privilegiados. Nuestra actitud ha sido: para qué vamos a hacerlo nosotros si podemos pagar a otro para que nos lo haga. Pero, cuando esa opción desaparece, obliga a hacer un ajuste.
–¿Usted ha aplicado esas destrezas 'de antes' en los días más duros del confinamiento?
–¡Sí! Mi sentido de la seguridad se ha visto sacudido. He cocinado en casa y he dado buen uso a toda la comida del armario. He hecho pan. He cosido mascarillas. He sembrado plantas para un jardín. Pero los abuelos de mis libros también me hablaron de la importancia de ser buen vecino y buen amigo.
–¿También lo ha puesto en práctica?
–He estado comprobando cómo están mis amigos, mi familia y mis vecinos mayores, y también mis amigos médicos y enfermeras. La situación nos ha llevado a todos a comprender que estamos juntos en esto.
–¿De qué supervivientes de la Gran Depresión se ha acordado más?
–Mientras hago mascarillas, me acuerdo de Nikki Chrisanthon, que durante la Depresión se hacía vestidos con sacos de harina que decoloraba al sol. Mientras ayudo a mis hijas con el aprendizaje online, me acuerdo de Jean Dinsmore, que tuvo que alejarse con 12 años de su granja de Idaho para recibir una educación en un pueblo cercano. Mientras planifico nuestras comidas para asegurarme de que no desperdicio nada, me acuerdo de Alice Loft, que, cuando sus gallinas ponían demasiados huevos, aprendió a hacer bizcocho en un horno de leña para no malgastarlos. Me acuerdo de Eloise Bruce, que me contaba cómo, durante la Depresión, igual que ahora, no podías comprar porque las baldas de su tienda de Mississippi estaban siempre vacías. Tenía que cultivar su propia comida y comerla fresca, porque su familia no podía permitirse un bloque de hielo, mucho menos un frigorífico. Ahora siento una conexión nueva y más cercana con estas mujeres y estoy extrayendo fuerza de todas ellas.
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