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«Nos hicimos con un jardín hidropónico de 1,80 metros de altura que parece una escultura blanca con plantas que crecen artísticamente en él. Me sorprende la cantidad de comida que he cultivado: mi familia, de tres miembros, ahora come lechugas recién arrancadas a ... diario. Y, aún así, nuestra cosecha es tan abundante que hemos tenido que compartir las verduras con los vecinos».
Esta es la experiencia que Isabel Sigrán, una profesional de la comunicación con nulos conocimientos en agricultura o jardinería, ha tenido con su 'maceta tecnológica' para el microcultivo de frutas y hortalizas en casa. Sus lechugas han crecido en agua, en un dispositivo de diseño que se diría que hasta decoraba la cocina, que es capaz de controlar él solo los nutrientes que necesita la planta y que, con una lámpara, también aporta toda la luz que requiere para que el resultado sea una cosecha abundante y, sobre todo, muy limpia. Mucho más de lo que cualquier novato aspirante a tener un minihuerto urbano en la terraza podría esperar. La intervención de este 'agricultor' de nueva generación se reduce a enchufar el dispositivo y rellenar el depósito con agua y nutrientes una vez a la semana.
Esta es la carta con la que se presentan al mercado los microhuertos verticales hidropónicos (esto significa que crecen solo en agua, sin tierra), que prometen facilitar el cultivo personalizado de todo aquello que le dé el toque verde a la dieta diaria. La moda ha nacido, -como otras tantas- en Estados Unidos, donde empieza a crecer un mercado aún pequeño pero en el que unas cinco marcas comercializan con cierto éxito estos dispositivos inteligentes. El confinamiento ha animado las ventas de estos jardines. Justo cuando el insólito momento obligó a pensar en la fragilidad del suministro de alimentos, estos 'inventos' alimentaron la vieja aspiración urbanita del autoabastecimiento de vegetales y verduras frescas.
Javier Morillas, fundador y CEO de Niwa, empresa dedicada a soluciones tecnológicas para el cultivo en hidroponia, conoce el mercado americano y confirma esta tendencia durante la cuarentena. Ahora bien, también advierte de que la ecuación no está completa sin contar con otra circunstancia particular de los Estados Unidos. «En muchos estados se ha legalizado el consumo de marihuana y los kits también se empiezan a utilizar mucho para el cultivo de esta planta en casa», según ha podido testar de primera mano en las tiendas.
Hecha la observación, cree que este tipo de soluciones está teniendo su público en grandes urbes, donde la población ni tiene acceso fácil y cotidiano a los vegetales ni mucho menos a verlos crecer. «Pensemos en Hong Kong, por ejemplo, donde la desconexión con la naturaleza es tal que estos jardines dan la oportunidad de recuperar algo que se ha perdido en el estilo de vida que se lleva hoy en estas enormes ciudades», valora Morillas.
Tanto es así que el factor sentimental pesa más que el éxito de la cosecha a la hora de valorar las posibilidades de abrirse mercado de estos minihuertos hidropónicos. «Existe un nexo emocional con lo que tú mismo has cultivado que le da un valor a la lechuga o a los tomate que nada tiene que ver con el precio del mercado donde lo compras con más o menos comodidad», afirma.
Esto, que puede ser entendido como algo un tanto esnob, tiene otras lecturas para los fabricantes (y los fondos de inversión), que están apostando por soluciones caseras de autoconsumo. La idea de cultivar en casa sin necesidad de conocimientos ni de mancharse las manos entronca con la corriente actual de sostenibilidad, de reducción del gasto, de rechazo a los fertilizantes o de ampliar la dieta verde. Además, las frutas y verduras cultivadas en hidroponia conservan mejor el sabor y los nutrientes.
Ahora bien, para tomárselo en serio es necesaria cierta inversión, y en este punto, es donde se discute el futuro de los jardines hidropónicos. «Puede quedar relegado a una élite a la que compense el gasto», apunta Morillas. En la actualidad, los kits más básicos cuestan entre 80 y 90 euros y se pueden adquirir por internet. Tienen aspecto de jardinera pequeña con un arco de luces led que puede ser colocado sobre la encimera de la cocina. Los hay también con asistencia tecnológica, es decir, conectados a la red y con la posibilidad de ser controlados a través de una 'app' que marca los pasos a dar, y son unos 100 euros más caros. A partir de ahí, las soluciones varían en microinvernaderos del tamaño de una estantería y columnas de plástico de distintas alturas. Entre 1.000 y 2.000 euros puede costar un jardín vertical completo. Las marcas orientan del tamaño necesario para cubrir las necesidades de las familias, en función del tamaño de estas. Tamaño de una maleta.
Los citados emprendedores españoles, Niwa, comenzaron comercializando un invernadero casero hidropónico del tamaño de una maleta y ahora han evolucionado a comercializar el 'sofware' que facilita paso a paso el cultivo hidropónico y su control a través de una 'app' y un dispositivo (tipo regleta) donde se conectan todos los elementos implicados en el cultivo (iluminación, riego, nutrientes, etc.).Se puede cultivar en hidroponia sin la asistencia tecnológica, claro está, pero con ella resulta más eficiente y es lo que realmente marca la diferencia de los nuevos jardines para el autoconsumo de pequeños vegetales, todo tipo de lechugas y especias.
Hidroponia. Hidroponia significa cultivo en agua, es decir, que las raíces no se hunden en la tierra, sino en agua, de la que cogen directamente los nutrientes.
Semilla y vainas. Las semillas, a veces germinadas (como en el caso de las lechugas), y otras sin germinar (como en el caso de las fresas), se compran en cápsulas o vainas que suelen estar hechas a base de lana de roca. En el caso de las lechugas, en unos 15-20 días está lista para comer.
Sin contaminantes. El hecho de que no intervenga la tierra ni el abono, como en el cultivo tradicional, elimina el riesgo de contaminantes que puedan dañar la planta. También de parásitos.
En interior. Una planta de tomate cherry en el balcón es difícil de mantener si el clima no acompaña. La hidroponia permite cultivar en el interior de las casas cuando las macetas incluyen lámparas led que procuran muchas horas de claridad al día. Que la luz sea artificial no le quita propiedades nutricionales a la cosecha de vegetales.
Digitales y conectados. Existen jardines hidropónicos conectados a internet para ser controlados a través de aplicaciones móviles o de un monitor incorporado. Incluso hay soluciones como la de Niwa, que vende solo el 'software' para prescindir de la propia maceta y que sea el cliente el que elija dónde llevar a cabo su cultivo, que puede ser en un cubo.
¿Qué se cultiva? Depende de los modelos; los más caros y completos permiten cultivar hasta una docena de tipos de lechugas (canónigos, rúcula, escarolas, trocadero...), berenjenas, pimientos, tomates, chiles, cebollas, ajetes... todo ello en su variedad más pequeña. También frutas como fresas y legumbres como los guisantes baby... Además, valen para tener a mano todo tipo de especias e hierbas aromáticas.
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