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Estas navidades serán más caras que las de años anteriores. Solo en regalos, el desembolso rondará los 400 euros por persona, según los datos de una reciente encuesta de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Y buena parte de este presupuesto se lo llevan ... los niños. Lo que tiene consecuencias... y no solo económicas. Estamos creando una generación de niños sobreestimulados, consumistas y egoístas, coinciden los expertos. «Se les llena de objetos.
«En estas fechas los niños reciben diez veces más regalos de los que necesitan y, sobre todo, se regala mucho más de lo que la emotividad de un crío puede aceptar», alerta Francesc Núñez, sociólogo de la Universidad Oberta de Cataluña. Asegura que los pequeños están sobrepasados y «son incapaces de prestar la atención y el tiempo necesario a cada regalo». ¿Qué sucede entonces?. «Que acaban centrándose en uno solo y olvidando el resto».
Ojo, es normal que los niños quieran cosas, pero el problema, a ojos del especialista, es que los padres son «incapaces de asumir las consecuencias que puede tener negar regalos a los hijos».
Frente a la abundancia, los expertos aconsejan poner límites y priorizar calidad frente a cantidad. «Antes se hacía solo un regalo, que era lo que más deseaba el niño durante el año. Ahora, sin embargo, les termina haciendo más ilusión el número de obsequios», señala Alicia López Losantos, psicóloga, socióloga y experta en asuntos de familia.
La experta hace hincapié en la necesidad de hacerles ver a los más pequeños –adaptando el lenguaje a cada edad, obviamente– el esfuerzo que cuesta cada cosa. Sostiene que, de esta manera, las cosas serán más sencillas en un futuro, evitando en muchos casos problemas de frustración e insatisfacción cuando el pequeño se convierta en adolescente. «Hacer demasiados regalos puede ser negativo y contraproducente. Se pueden convertir en individuos exigentes y egocéntricos. Deben saber que no existe una fuente inagotable de deseos». Por no hablar de que con tanta cosa en el mismo día resulta imposible aprovechar las posibilidades que ofrece cada regalo.
Ante esta evidencia, algunas familias están ya poniendo 'remedio' al asunto. En casa de Irene, por ejemplo, procuran que el pequeño Leo, de 3 años, no acumule demasiados paquetes. «Somos de la filosofía de reducir y preferimos regalar un juguete entre varios miembros de la familia. Tenemos la idea equivocada de que si no nos gastamos mucho en un niño, no vale tanto». Por eso, este año sus padres y sus suegros ya están advertidos de que solo pueden hacer un regalo en cada casa y que debe ser algo que el niño no tenga, por ejemplo, una portería móvil para jugar al aire libre. «Debemos establecer cierto criterio. Ellos piensan que cuantos más juguetes le compren, más se divertirá, pero Leo aún no sabe valorar las cosas como se merecen». Mientras tanto, ella y su marido buscan ya algún libro educativo, puzzles o alguno de esos juegos con piezas que se ensartan o se apilan.
La familia de Leo lo tiene claro, pero en otros hogares todavía no saben qué amanecerá a los pies del árbol de Navidad. Los expertos dan una orientación: lo que se regale debe ser versátil, lo más genérico posible y que estimule la creatividad del pequeño, ya sean muñecos, juegos de mesa, videojuegos o cualquier cosa que sirva para crear y experimentar distintas situaciones.
Esa es la base y luego ya cada familia pondrá las condiciones, en función de sus gustos, necesidades, presupuesto... Javier, por ejemplo, ya ha pedido a los suyos que los regalos para Alejandro, de casi 4 años, «no sean trastos grandes ni demasiado ruidosos» y les ha guiado con una pequeña lista. «El año pasado le hicieron más ilusión los globos que pusimos para decorar que los propios regalos. Eran tantas cosas que no se centraba en nada, así que guardamos unos cuantos y los hemos ido sacando en distintos momentos para que los vaya apreciando uno a uno», explica Javier.
Esta es la fórmula que recomiendan los especialistas ante la abrumadora cantidad de regalos que reciben los niños de hoy: distribuir los 'premios' a lo largo del año, destacando junto al pequeño si el regalo procede de sus tíos, de los abuelos o de algún amigo de la familia.
Algo a lo que se va a apuntar Almudena. Dice que si ve que los abuelos de Paula y Daniel –de 3 y 6 años– vienen cargados de paquetes (el límite que han puesto son dos) «deberán repartirlos en otros acontecimientos». En su casa ella deja que los pequeños elijan los juguetes que quieren en uno de esos catálogos comerciales y se marca un presupuesto tope de 200 euros por cada niño. «Es un día de ilusión y prefiero ver la cara de sorpresa que ponen cuando reciben justamente lo que hayan pedido (la niña ha pedido un bebé con cuna y el niño, un barco teledirigido) que regalarles un libro que, aunque sea tal vez más apropiado, no lo han pedido».
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