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Hay muchos estudios dedicados a identificar cuáles son las situaciones que mayor estrés nos producen a lo largo de nuestra vida. A tenor de muchos de ellos, las mudanzas, que podrían parecer algo tan poco dramático, aparecen en los primeros puestos del ranking. Algunos hasta ... lo colocan en tercera posición, después de la pérdida de un ser querido y el despido laboral. Estas teorías han quedado algo trasnochadas, ya que las realidades que producen desequilibrio emocional no son comparables, pero resulta curioso que las mudanzas acaben abriéndose paso en listas de verdaderas desgracias junto con episodios como bodas o llegar a casa con un recién nacido, momentos muy felices pero que suelen generar una enorme incertidumbre.
¿Por qué una mudanza nos provoca tanto malestar psicológico (se estima que el 80% de las personas 'sufre' con ellas) aunque sea algo deseado? Porque supone abandonar la seguridad. El hogar y los cambios de domicilio están llenos de simbolismo, «la esperanza de nuevos comienzos, las decepciones aplastantes, la pérdida, la ansiedad y el miedo», como enumera el psicoanalista neoyorquino Ronnie Greenberg, colaborador de 'The New York Times'.
Esto genera en nosotros nervios e inseguridad. Lógico, porque es rara la mudanza que no plantea algún contratiempo. En ocasiones, debido a problemas con la empresa que contratamos para mover nuestras pertenencias.
Según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), un traslado cuesta de media unos 834 euros –aunque la horquilla va desde los 200 a los 2.000–, pero en el 11% de los casos los imprevistos hacen que el coste final se vea incrementado. Además, el 20% de las reclamaciones a estas empresas es por daños en muebles, informa la entidad.
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