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Isaac Asenjo
Madrid
Miércoles, 21 de diciembre 2022, 00:23
Cuando invitamos a los amigos del grupo de WhatsApp a compartir dos décimos de lotería para el sorteo de mañana, sorprendentemente hubo dos que dijeron que no. No es lo habitual, ya que en estas fechas mucha gente juega más por convención social y porque ' ... no vaya a ser que les toque a todos...'. Pero siempre hay excepciones, obviamente. «Soy contrario a las apuestas y juegos de azar en general, nunca juego. Ni un euro», se muestra rotundo Héctor, uno de los amigos que ha dicho que no. La otra es María. «Es cuestión de visión de vida y la mía la resuelvo yo, no el azar».
No hay más que pensar en las 100.000 bolas que entran en el bombo para saber que la posibilidad de que nos toque el Gordo es más que remota, pero, como decía aquel anuncio... ¿y si toca aquí? Por eso, nos gastamos un pico –casi 70 euros por cabeza–. Hay quien se lo juega todo a un único número, quien compra todas las terminaciones, quien se fía de la corazonada y elige número, los que prefieren dejar la suerte en manos del lotero... Da igual, las probabilidades son las mismas.
El matemático Daniel Pérez Palau, profesor del grado de Matemática Computacional de la Universidad Internacional de La Rioja, sería millonario si la ciencia de los números ayudara a ganar la lotería, pero no, no hay trucos ni atajos. El único que lleva un pellizco asegurado es el Estado, que se queda con el 30% de la recaudación, mientras que el 70% se destina a premios.
«Por muchas cábalas que intentemos hacer, no aumentaremos la probabilidad de que nos toque el Gordo. No hay ninguna estrategia ganadora. Escoger el número de una fecha especial o que tenga un significado concreto ese año es igual que comprar un número al azar. Todos son iguales ante el sorteo», insiste el experto, y recuerda que solo un 5% de los apostantes ganará algo, un 10% se quedará como estaba gracias a los reintegros y el 85% será igual de 'pobre' –más porque habrá que descontar lo invertido–.
Pese a que las probabilidades son las que son, ¿por qué nuestra esperanza sigue intacta año tras año?, ¿por qué nuestro ánimo y nuestro cerebro se viene arriba con el soniquete de los niños de San Ildefonso? Lucía Feito, psicóloga general sanitaria en Instituto Psicológico Cláritas, explica que «jugamos con la parte emocional en vez de con la cognitiva. Visualizamos la lotería de Navidad como una oportunidad de cambio para el próximo año, y al tratarse de un sorteo en el que se implica a familiares, amigos, compañeros de trabajo… se involucran otras áreas cerebrales, y los circuitos de recompensa son mayores».
Y luego están las imágenes de gente brindando con champán en el telediario, que ejercen un poderoso efecto. ¿Y si un año somos nosotros?, ¿por qué no? Por eso compramos ese número y nos parece tan especial o buscamos una determinada terminación porque toca más veces que otras. Porque eso ocurre, claro. «Lo que se puede hacer es un estudio para comprobar si esa desviación es esperable o no, así se revisa el registro histórico de terminaciones, se puede determinar si hay más probabilidades de que se repita un número concreto», apunta el matemático.
Aquí les recordamos unos datos: nunca ha habido ningún Gordo capicúa y hasta en 113 ocasiones el primer premio ha finalizado en números pares, aunque la terminación más repetida es el 5. Los números acabados en 85 están muy cotizados al repetirse hasta en siete ocasiones esta terminación en el Gordo. Y si tenemos en cuenta cómo empiezan los números, los más repetidos desde hace más de una década son los que empiezan por 7. Además, hay hasta una quincena de terminaciones que nunca han sido agraciadas con el premio más suculento, entre ellas el 10, 31, 82, 59 o el 25.
Sabemos pues, que el azar no distingue los números 'feos' de los 'bonitos' y que cualquier estrategia será igual de sensata (o insensata). Certezas, pocas. «Si jugamos diez números distintos nos aseguramos al menos el reintegro, aunque hay quien prefiere jugárselo todo al 'todo o nada' eligiendo todos los décimos con la misma terminación», apunta el profesor de la UNIR.
Con todas las esperanzas puestas en nuestros boletos, ya el día del sorteo intervienen una serie de sesgos que nos hacen mantener la esperanza hasta el último momento. «Pensamos que si no ha salido aún nuestro número tendremos más posibilidades, un error absoluto», recuerda la psicóloga. Pero creemos en ello... hasta que vemos a otros brindando con champán en la tele.
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