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Normalmente, en otoño y primavera millones de animales realizan largos viajes, de cientos o miles de kilómetros según la especie. Estos viajes plantean muchas preguntas: ¿Cómo conocen su destino? ¿Y la trayectoria? Para contestarlas se debe tener en cuenta que los animales utilizan tres ... tipos de información: genética, terrestre y celeste. Y poseen brújulas y relojes biológicos activados por sensores internos.
En primer lugar tenemos la genética. Fijémonos, como ejemplo, en aves que migran desde Europa a un destino definido pero, en general, no único. Por ejemplo, hacia el sur, sureste y suroeste. Se comprobó que aves nacidas en cautividad, procedentes de las tres rutas, mantienen la información genética de sus progenitores. Pero, si se cruzan, la nueva generación elije rutas intermedias. Para los animales menos complejos, por ejemplo crustáceos, hormigas, etc., la elección de una ruta determina la orientación del cuerpo y la dirección del desplazamiento. Pero queda algo importante; ¿a que distancia está el destino? El sistema nervioso central de estos animales les proporciona la velocidad y el tiempo y, a partir de estos datos, la distancia recorrida. Los animales más complejos disponen de relojes y brújulas biológicas para medir la longitud y la latitud. Por ejemplo, la latitud la determinan a partir de la posición y altura de las estrellas o a partir de la inclinación del campo magnético. La longitud es más difícil. Incluso el hombre, antes de aparecer los cronómetros (hoy GPS) en la segunda mitad del XVIII, cometía grandes errores de medida. Los animales tienen lo que podríamos llamar cronómetros biológicos. Son sensores sensibles a los cambios de posición que generan señales. Algo similar a lo que ocurre a los humanos con el GPS. Con estas señales el cerebro (o un sistema más simple) realiza las correcciones adecuadas para eliminar los errores en los desplazamientos.
Entre las referencias terrestres, además de la brújula magnética que posee un gran número de especies que, por cierto, no distinguen el efecto norte-sur, existen otras brújulas biológicas sensibles al movimiento que produce el agua, el viento y otros fenómenos ambientales. Por ejemplo, el efecto mecánico de las corrientes marinas y de las olas dirige la migración de las langostas. Por otra parte están las referencias celestes: el sol, la luna y las estrellas. Una brújula solar la poseen casi todos los animales. Por ejemplo, existen muchos animales sencillos que utilizan la polarización de la luz y se paran cuando hay nubes. Más complejo es el desplazamiento de las aves que viajan durante el día y la noche. Tienen el problema que se deriva de la altura del sol sobre el horizonte y de su azimut. Para resolverlo sincronizan su reloj biológico interno con el solar externo mediante la información que le proporciona, entre otros, el ciclo diario de luz oscuridad. Por último está el reloj de las estrellas, que parece ser que es aprendido. Hemos visto una breve introducción a un sistema de navegación excepcional.
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