¿Cómo nacen y mueren las estrellas?

Una estrella es el resultado de la formación de enormes nubes frías, denominadas nebulosas, que se componen de gas —principalmente hidrógeno— y polvo. Cuando estas nubes se comprimen y encogen por la acción de la gravedad, se dividen en fragmentos más pequeños o 'semillas de estrella' que crecen lentamente y comienzan a calentarse. Al alcanzar los 10 millones de grados, el hidrógeno que contienen empieza a convertirse en helio y genera luz y calor. ¡Ha nacido una estrella!

Este proceso, que parece tan bien estudiado, aún plantea muchas incógnitas. Una de ellas es cómo surgen las nebulosas. Otra, cuánto tiempo pasa hasta que las estrellas empiezan a brillar. «Hay estimaciones que predicen que pueden tardar tan poco como 100.000 años o tanto como 100.000 siglos, aunque lo más probable es que la cifra gire en torno a un millón de años», dice Mark Kidger, astrónomo de la Agencia Espacial Europea (ESA).

El hecho de que cada año nazcan una media de siete estrellas en nuestra galaxia nos da una idea de lo envejecida que está la población estelar de la Vía Láctea. Sin embargo, se estima que hay cien mil millones de galaxias, por lo que, si en cada una de ellas nacen siete estrellas cada 365 días, anualmente setecientos mil millones de puntitos brillantes nuevos iluminan el cielo. No sorprende, entonces, que la mayoría permanezcan 'sine nomine' o se designen con conceptos alfanuméricos, aunque hay unas pocas afortunadas con nombres propios (Sirius, Proxima, Centauri...). La norma que se sigue es la de bautizar a las más brillantes de cada constelación, siendo el único organismo capaz de gestionar, modificar y legitimar los nombres de las estrellas la Unión Astronómica Internacional (IAU).

El brillo es el resultado de la antes mencionada transformación del hidrógeno en helio. De hecho, este procedimiento es el que hace que, cada segundo, cuatro millones de toneladas de la masa del sol se conviertan en luz y calor. Con estas cifras cabe pensar que el hidrógeno que tiene nuestro amigo Lorenzo se vaya a acabar pronto, pero lo cierto es que el sol tiene tantas reservas de este gas que todavía tardará unos cinco mil millones de años en quemarlo todo.

El día que eso ocurra, morirá. «Las estrellas casi siempre se mueren a causa de problemas de corazón y, al igual que los humanos, cuanto más sobrepeso tienen, peores son sus patologías cardiacas», resume Kidger con una analogía. Dicho de otra forma, «en la medida que una estrella quema el hidrógeno, acumula helio en su corazón. Este gas actúa como las cenizas de una hoguera, va sofocando el fuego. Por lo tanto, cuando la llama nuclear de la estrella se consume por completo, su 'corazón' deja de latir».

Lo que sucede entonces depende de su tamaño. Las estrellas pequeñitas (enanas rojas) simplemente dejan de brillar, se enfrían poco a poco y, finalmente, se apagan. «A esas estrellas moribundas les llamamos enanas blancas y pesan tanto como el sol, pero son tan pequeñas como un planeta», cuenta el astrónomo. Una de tamaño medio, (enana amarilla), como el sol, tendrá una especie de 'ataque de corazón': desaparecerá el calor de su núcleo, se encogerá por la presión ejercida por la gravedad, esta reavivará su fuego nuclear por un tiempo y, cuando el helio que le sobre se transforme por completo en carbono, morirá. Según se cree, el día que esto ocurra, el sol se convertirá en un diamante más grande que un planeta.

Las estrellas de mayor tamaño pueden tener varios de estos ataques de forma reiterada, reavivando y sofocando el fuego nuclear una y otra vez, pero su desenlace es distinto. Antes de morir, su corazón se convierte en hierro y, al no poder arder, el astro muere en forma de una explosión inmensa llamada supernova.

Una supernova puede brillar durante unas semanas, más que toda una galaxia de cien mil millones de estrellas. «Lo curioso de ellas es que siembran el espacio con el material del interior de la estrella, elementos como hierro, silicio, oxígeno, carbono o calcio, entre otros», destaca el científico. «Son precisamente esos elementos los que están en nuestro cuerpo, como los huesos o la sangre. Por lo que somos, literalmente, 'polvo de estrellas'».

La media de vida de las estrellas depende de su peso, y este se mide en masas solares, es decir, una masa solar corresponde al peso del sol (1,989×10^30 kg). Así, una estrella masiva, que pesa diez masas solares, vivirá 'solo' 32 millones de años. «Aunque tiene diez veces más combustible que el sol, lo quema mil veces más rápido, por tanto, vive menos que la centésima parte del tiempo que vive este», cuenta Kidger. Las enanas amarillas, como el sol, tienen un tiempo de vida de 10.000 millones de años. «Como el sol ya ha vivido 5.000 millones de años, es como un humano de 40», dice el científico. Por su parte, las enanas rojas, las más pequeñas y frías del espacio, tienen una décima parte de la masa y el combustible del sol, pero vivirán varios millones de millones de años.

Lo que todo esto, a simple vista inabarcable, quiere decir es que casi todas las estrellas que vemos en una noche estrellada son mayores y más luminosas que el sol, pero este aún estará en la plenitud de la vida cuando la inmensa mayoría de ellas lleven tiempo muertas, explican los científicos.