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Carlos Pérez de Arrilucea
Jueves, 28 de mayo 2020, 00:10
Tan fértil fue su imaginación como magistral su capacidad para trasladar a la palabra cada registro del alma humana. Creó personajes inmortales y su obra ha quedado como la manifestación más perfecta de la lengua inglesa. Pocas figuras literarias generan tanta unanimidad a la hora ... de las alabanzas como la William Shakespeare. Sin embargo, su biografía también ha sido un foco constante de polémicas, figuraciones e incluso teorías de la conspiración de lo más descabelladas. Hay una cosa cierta; William Shakespeare fue una vez un niño. Y también hay otra circunstancia constatable; su primera batalla la ganó con meses de vida. En ella no se cruzaron espadas ni se dieron cargas de caballería, como en algunas de sus obras. No hubo más ejército de su lado que los cuidados maternos y la fortuna.
¿Quién era el enemigo? La peste bubónica, que no entendía de edades a la hora de diezmar poblaciones y que se presentó amenazante en Stratford-upon-Avon apenas dos meses después de que el pequeño William naciera en esta localidad situada al sur de e Birmingham. Del cruce de caminos entre la fantasmal pandemia y el futuro héroe de las letras da testimonio el registro parroquial de la iglesa de la Santa Trinidad de Stratford. El 26 de abril de 1564 es la fecha en la que queda inscrito el nombre del hijo de John Shakespeare y Mary Arden. Basta avanzar varias jornadas en el archivo para toparse a primeros de junio con la siguiente inscripción:'Hic incepit pestis'. 'Aquí comienza la peste', quiere decir la frase en latín. La inscripción bautismal y la presencia de la peste son de las pocas evidencias que permiten acotar los primeros pasos de una biografía que, en sus primeros años, apenas cuenta con certezas documentales. Se puede volver al registro parroquial para hacerse una idea del impacto que tuvo la peste en este pueblecito del condado de Warmick. Se da por buena la cifra de 200 personas fallecidas por el azote de la peste, una séptima parte de la población de Stratford. De los 250 enterramientos registrados durante al tiempo que duró la pandemia, más de un centenar pertenecían a niños o personas jóvenes. Es más que seguro que William se librara de un destino fatídico resguardado entre pañales, también confinado y en aislamiento. Eran tiempos en los que la mortandad era una posibilidad siempre cercana en los primeros meses de vida. De hecho, era un pesar conocido para los padres del futuro poeta, que habían perdido a dos hijos antes del nacimiento del pequeño William.
¿Marcó la vida y la obra de Shakespeare aquella precoz experiencia pandémica? Sucedió demasiado joven como para que dejara secuelas, aunque las figuraciones y las leyendas en torno a su figura pueden animar cualquier teoría. La realidad es que aquel primer encuentro con la peste sería el primero de unos cuantos que se producirían a lo largo de su vida, tal y como recuerda Emma Smith especialista en la obra del bardo de Stratford. «Escribió gran parte de su trabajo, si no en confinamiento, sí a la sombra de enfermedades sin cura conocida y altamente infecciosas», apunta la autora de 'This is Shakespeare'. La profesora de la universidad de Oxford recuerda los brotes epidémicos de finales del siglo XVI y primeros del XVII que asolaron Londres, obligando a cerrar teatros y condenando al autor y entonces también actor y empresario de la farándula a concentrarse en la creación. Los virus mortales fueron un acecho constante en la vida de William Shakespeare. Sin embargo, Emma Smith apunta una circunstancia curiosa. Ningún protagonista en los dramas del autor inglés muere de manera directa por plaga, epidemia, pandemia o contagio viral alguno. Solo la peste mueve sus hilos para provocar una confusión postal que termina de manera fatídica con la muerte de Romeo y Julieta.
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