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Había sido su alumno aventajado, pero desde que tuvo aquel tórrido romance con su esposa pese a la confianza ciega que había depositado en él, se había convertido en su enemigo acérrimo. Le tenía un miedo cerval, pero el odio visceral que sentía le empujó ... a cometer el error garrafal de ignorar olímpicamente las miradas furtivas de advertencia y aquella acalorada discusión bajo la lluvia torrencial acabó en un fracaso estrepitoso.
En este pequeño texto se cuentan doce 'colocaciones', o lo que es lo mismo, una combinación estable de palabras –según su definición– que se emplea de manera preferente, en lugar de otras también posibles, para referirse a un determinado objeto o estado de cosas. Simplificando, palabras que suelen ir siempre juntas. Por ejemplo, ¿cuántas veces se han topado con un tórrido romance en las páginas de la prensa rosa? Tantas como para concluir que quizá usted nunca ha tenido uno, y que, aún peor, si un romance no es tórrido entonces debe ser un romance de pacotilla. ¿Y, por otro lado, qué más hay tórrido aparte de un romance? Quizá algún verano, pero nunca un odio será tórrido. Y si un enemigo no es acérrimo es que eso no es, desde luego, una enemistad sincera. Mientras que un miedo muy grande siempre es cerval, palabra que solo tiene dos acepciones en el diccionario: 'perteneciente al ciervo' y 'dicho del miedo: que es muy grande o excesivo'. Cerval no irá con ninguna otra palabra, no tenemos ganas cervales de ir a la calle ni un hambre cerval.
Margarita Alonso Ramos, profesora de lingüística de la Universidade da Coruña, es una de las mayores expertas en colocaciones –también llamadas coapariciones o combinaciones léxicas– del castellano. Se interesó por ellas hasta el punto de convertirlas en el objeto de estudio de su tesis, e incluso se dedicó a dar forma en Internet al único diccionario de este fenómeno léxico que puede encontrarse en nuestro idioma a día de hoy, el DiCE. Da la bienvenida al usuario de este modo: «Un hablante de español podrá reconocer la extrañeza del siguiente texto: 'A Juan le introdujeron ganas de salir. Cuando llegó a la calle, albergó un chasco porque vio que llovía'. La combinación 'introducir ganas' no existe en español, pero sí 'entrar ganas'. Lo mismo ocurre con 'albergar un chasco', en castellano albergamos esperanzas e incluso odios, pero no chascos. En el DiCE no encontrará la definición de abatimiento, alegría ni vergüenza, pero sí con qué otras palabras se combinan estos nombres. Por ejemplo, podrá comprobar que en español decimos una 'alegría loca' para expresar que la alegría es muy grande, pero no decimos una vergüenza loca sino una vergüenza terrible».
Alonso reconoce, sin embargo, que su objeto de estudio lo es también de mucho debate, «pues a veces es complejo saber cuándo estamos ante una colocación, o si se trata, por ejemplo, de una frase hecha como 'estirar la pata' o 'a tumba abierta'. A veces, para identificar si es colocación, es bueno ver cómo se dice en otro idioma, por ejemplo, nosotros decimos 'dar un paseo', mientras que en inglés se dice 'take a walk', tomar un paseo, algo que nunca diríamos, porque nosotros lo damos, no lo tomamos. Ambas son colocaciones de sus respectivas lenguas». En inglés, informa, el estudio de las colocaciones (collocations) está mucho más extendido que en el castellano».
Pero no se trata siempre de fórmulas tan llamativas como 'fumador empedernido', 'trabajador incansable' , 'asquerosamente rico', 'vago redomado'... De algunas de ellas ni nos damos bien cuenta, por ejemplo, 'vino tinto'... Nunca diríamos 'vino rojo', en castellano, el vino con esta coloración es tinto. Aquí van dos más: «Seguimos los 'prolegómenos del partido' en los 'aledaños del estadio'»; parece que no hay más aledaños que los de un estadio ni más prolegómenos que los de un partido. Por otro lado, otras colocaciones utilizan verbos y casi nunca nos las cuestionamos, como la citada 'dar un paseo': 'Desatarse una polémica' (o zanjarse), 'rescindir un contrato', 'tomar medidas', 'poner en marcha', 'echar en falta', 'tener en cuenta', 'marcar un gol'... Una característica de las colocaciones es que «son difíciles de aprender para los extranjeros, pues no responden a lógica constructiva ninguna, mientras que un nativo las va aprendiendo con el uso», explica Alonso.
Y funciona como si una palabra eligiese a otra y le diese un sentido aplicado en concreto. «¿Por qué? Pues a los hablantes no les importan mucho las razones, el porqué de las colocaciones, solo hay que tenerlas registradas». Las colocaciones pueden describirse a partir del nombre o la palabra importante, que es la base, y también al contrario, desde la palabra relacionada, ya sea adjetivo, verbo... A veces, se pueden confundir también con los latiguillos, o incluso puede llegar a convertirse en uno de ellos, como el 'tórrido romance', «pero las colocaciones son importantes –incide la lingüista–. Noto que los estudiantes en vez de 'extraer las conclusiones' dicen 'formular las conclusiones', supongo que por el afán de ser más finos, pero las conclusiones no se formula, se extraen. Y tengo que insistir en que la lengua muchas veces son plantillas; en literatura te las puedes saltar, pero en el lenguaje más formal, y en le académico sobre todo, se dice como se dice. En el DiCE pueden consultarse otros verbos que van con conclusión. El dominio de la lengua consiste también en saberse estas convenciones, que son fundamentales, por ejemplo, en los traductores automáticos, pues si no están recogidas y al no obedecer a reglas, la traducción puede ser muy deficiente».
¿Qué diríamos por ejemplo de algo como 'ambos inclusive'? Es como si ya no pudiéramos decir 'ambos incluidos', por la frecuencia de uso de la primera fórmula. «Aunque aquí no está tan claro que se trate de una colocación, sino más bien de una frase hecha, como 'oscuro objeto del deseo' o 'marco incomparable', 'crisol de culturas', 'ciudad de contrastes', 'muerte anunciada'... También hay colocaciones encadenadas, con tres elementos, la caraba ya, y detectarlas es aún más divertido; aquí va una: 'Llamar la atención poderosamente'. Y para terminar, la más adecuada: 'Final feliz'.
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