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Iratxe López
Sábado, 24 de septiembre 2022, 00:11
¿Le pesan los libros, no el saber que contienen, sino el objeto en sí mismo? ¿Pertenece usted a ese nutrido grupo de lectores acostumbrado a devorar tochos con más de 500 páginas? ¿Tiene la sensación de que los volúmenes son, efectivamente, cada vez más ... voluminosos? Si ha respondido afirmativamente a estas tres preguntas quizá se equivoque con la última respuesta. O tal vez no. Basta darse un paseo entre las baldas de una librería para encontrar obras cuyo grosor serviría de pilar arquitectónico.
¿Existe entonces una tendencia a engordar estos trabajos? «Si existiera tendría que ver con el gusto de los lectores, pero no he detectado una evolución a mayor número de páginas y no creo que sea un factor relevante en la toma de decisiones editoriales», asegura Belén López Celada, directora editorial de Planeta, Ariel, Crítica y Península.
No es la única que se manifiesta en este sentido. María Fasce, directora literaria de Alfaguara, Lumen y Reservoir Books asegura que «nosotros no sumamos más páginas en los libros, elegimos lo que publicamos solo en función de la calidad de los manuscritos, no creemos en dicha tendencia».
Eva Sáenz de Urturi
Nuria Barrios
De momento, la balanza se inclina claramente hacia un lado. Atendamos pues a los datos. Según la Panorámica de la edición española de libros de 2019, publicada por el Ministerio de Cultura y Deportes, la media de páginas fue de 250. Es más, el 48,4% de la oferta quedó integrada en 200 o menos. Además, el ISBN, agencia gestionada por la Federación de Gremios de Editores de España que cataloga los ejemplares, admite que «en la última década ha crecido el número de títulos, pero con menos páginas». No obstante, los superventas del pasado año lucían rellenitos. 'La bestia', de Carmen Mola, sumaba 544 páginas; 'Sira', de María Dueñas, 648; y 'Los vencejos', de Fernando Aramburu, 704. ¿Lo del sobrepeso será cuestión de 'bestseller'?
Aunque la escritora y traductora Nuria Barrios reconoce que las preferencias en cuanto a grosor se le escapan, asegura que, en su caso, las editoriales nunca le han pedido alargar un trabajo. «Siempre han respetado mi espacio. Yo escribo borrando y eso reduce el número de páginas. Busco el impacto de lo desnudo, la sombra que proyectan las palabras, el eco de lo que no se dice».
Por eso cree que en literatura menos es más. «De todas formas, comprar por volumen parece un tic de decorador. A mí me gustan libros brevísimos como 'Todo lo que crece', de Clara Obligado, y libros extensos, como los ensayos 'El infinito en un junco', de Irene Vallejo, o los de Siri Hustvedt, que nunca son breves». De hecho, la autora madrileña recibió en 2021 el Premio Málaga de Ensayo por 'La impostora'. Lo especial del asunto es que consta solo de 160 páginas, cuando en el imaginario colectivo estas creaciones tienden a abultarse. «Al contrario de lo que sucede en las novelas, la brevedad en los ensayos asusta menos a los lectores, que quizá identifican longitud con dificultad. Pero todo es relativo, 'El infinito en un junco' es un magnífico y largo ensayo que se ha convertido con justicia en un 'bestseller'», defiende.
Entonces, ¿añadir páginas a un lomo depende del tipo de obras? «Habitualmente su longitud se adecua al género. Algunos parece que exigen mayor concisión, como el thriller, y en otros se suele esperar un desarrollo más dilatado, como en la novela histórica», explica López Celada. Además, puede suceder que, según el tipo de novelas más vendidas en cada momento, el número de pliegos crezca o disminuya. «Los ganadores y finalista del último premio Planeta, 'La bestia', de Carmen Mola, y 'Últimos días en Berlín', de Paloma Sánchez Garnica, tienen más de 500 páginas; en ambos casos se trata de obras de trasfondo histórico. En cambio, la novela más vendida en 2022 es 'El libro negro de las horas', de Eva García Sáenz de Urturi, de 384 páginas, un tamaño medio», añade.
A la escritora alavesa nos remitimos para ahondar en la necesidad o no de poner dieta a las publicaciones. «La historia es quien pide una longitud determinada. Cuando escribo no estoy pendiente del conteo de palabras, cada capítulo tiene que cumplir los objetivos que me he impuesto. Mis editoras confían en mi proceso creativo, me dan la libertad que requiere la literatura donde lo importante es conmover, con tres o con ciento ochenta mil palabras». Aun así, admite que algunos 'bestseller' «son decididamente voluminosos, pero en la mesa de novedades cada vez vemos libros menos extensos, creo que tiene que ver con la inmediatez de los tiempos».
Que la narración debe mandar también lo defiende López Celada para quien, al contrario de lo que intuyen muchos amantes de la lectura, dado que los thrillers siguen siendo uno de los géneros preferidos y lucen tipito, la tendencia a adelgazar libros parecería mayor. «Es cierto que a veces aconsejamos a los autores abreviar algunas partes, otras veces lo contrario, siempre en función de lo que nos parece mejor para que funcione la historia. Luego ellos siguen o no nuestros consejos».
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