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FERNANDO ITURRIBARRIA
Jueves, 17 de octubre 2013, 01:58
Soy una persona sencilla que ha tenido una vida complicada». Con esta frase arranca la autobiografía de Cecilia Attias que ayer salió a la venta en Francia bajo el título 'Un ansia de verdad' (editorial Flammarion). La exmujer de Nicolas Sarkozy, la única primera dama divorciada en el Elíseo, relata sin estridencias ni escándalos las vivencias de una burguesa de familia acomodada que prefirió volar de la jaula del poder con un amante en el que encontró el amor de su vida. Fue un inédito rasgo de independencia que la bisnieta de Isaac Albéniz atribuye a la sangre española que corre por sus venas. «Como dice el refrán español: genio y figura hasta la sepultura», escribe en castellano al recordar el precepto materno de su educación estricta y conservadora.
Cecilia Ciganer-Albéniz, su nombre de soltera, revela sin nostalgia los compases de la suite española que mecieron una infancia serena y feliz. «Sigo poseyendo el blasón de la familia Albéniz. De origen navarro, vio la luz en el pequeño pueblo de Abárzuza y fue ennoblecida en 1770. Su etimología remite al verbo amar. Cinco corazoncitos figuran en el blasón al lado de tres estrellas doradas y de dos dragones». Su madre consiguió después de su matrimonio el derecho de juntar el apellido de Albéniz al marital de Ciganer, su marido. «Mamá era en efecto la última detentora de un apellido que debería haberse extinguido con ella. Por esta razón, a pesar de que velo todo lo que puedo por la perennidad de la música de mi bisabuelo, mis hermanos y yo nos apellidamos Ciganer-Albéniz».
La abuela materna era una noble flamenca que se casó con un representante de la nobleza valona antes de divorciarse para contraer matrimonio con Alfonso Albéniz, diplomático e hijo del célebre compositor. «La libertad siempre ha estado inscrita en el corazón de las mujeres de mi familia». En segundas nupcias tuvo dos hijas: Cecilia, que nació justo 30 años antes que la sobrina que heredó su nombre, y Diana, su madre. «Como la Iglesia española rechazó ese nombre por verlo demasiado pagano, mamá fue bautizada Teresita. Pero todo el mundo la llamaba Diana».
El abuelo Alfonso, futbolista del Real Madrid y luego del Barça, cultivó sus dotes diplomáticas como embajador de España ante las Naciones Unidas. Pero un estúpido error de diagnóstico despertó los dragones del escudo familiar. «Un médico confundió de manera incomprensible hipo e hipertensión y murió con menos de 50 años en Portugal, en Estoril, donde pasaba sus vacaciones en familia».
La viuda se hundió en una insuperable depresión y sus dos hijas fueron confiadas en Madrid a un tutor. La tía Cecilia mantuvo un idilio con el torero Luis Miguel Dominguín, quien presentó a las hermanas al escritor Ernest Hemingway. Con un fuerte parecido a Ava Gadner a ojos de su hija, Teresita -Diana para los amigos- coincidió una noche en un restaurante con Orson Wells cenando en la mesa de al lado. «Al día siguiente por la mañana, le mandó cien rosas rojas. Se enamoró de ella, que no tenía entonces más que 17 años».
No había alcanzado la mayoría de edad cuando en 1947 conoció en Biarritz, por mediación del pintor Gaëtan de Rosany, a un aventurero ruso cuarentón, 24 años mayor que ella. Flechazo y boda con dispensa al cabo de tres meses. Hijo de terratenientes blancos, André Ciganer había escapado de la Rusia revolucionaria de 1917 con 14 años y sin un duro. Tras casarse con la pequeña de las Albéniz, se instaló en París donde abrió una peletería pronto muy apreciada por las firmas de alta costura.
Los dragones del solar de Abartzuza volvieron a actuar maléficos el 21 de diciembre de 1951 en una carretera a 21 kilómetros de Madrid. La tía Cecilia se mató en un accidente de tráfico a los 24 años. Cuarta y única chica de la fratría, su sobrina vino al mundo el 12 de noviembre de 1957 a las afueras acomodadas de París. «Me llamaron Cecilia en recuerdo de la hermana que mamá tanto había querido. Así, desde mi nacimiento, fui inscrita en la cultura española materna». En casa todo el mundo hablaba castellano, salvo el cabeza de familia que dominaba el alemán, ruso, francés y rumano «pero no el español y nunca comprendí la razón». Por el contrario, la madre solo le hablaba en su lengua natal. «Siempre conservó la nostalgia de España y sin duda nunca fue plenamente feliz en París».
«Cenábamos en la cocina»
Los hermanos Ciganer-Albéniz recibieron una estricta educación de cortesía y buenos modales añorada por la benjamín. «Hasta los doce años cenábamos en la cocina y no en la mesa del comedor donde era impensable que los adolescentes tomaran la palabra sin ser invitados». La vida era agradable y fácil en el pisazo de la calle Marbeuf, junto a los Campos Elíseos, por el que solían desfilar escritores, diplomáticos y artistas como Alexandre Lagoya, Arthur Rubinstein o Joseph Kessel. «Nuestra familia pertenecía a la categoría de los burgueses acomodados, pero por supuesto jamás se hablaba de dinero en casa».
La autora se siente orgullosa de una vida marcada por la impronta del mestizaje. «Mi madre, mitad belga mitad española, casada con un ruso blanco medio judío medio gitano... Yo soy el resultado de esas mezclas puesto que fui educada por las monjas asuncionistas con un padre de origen judío y una madre católica practicante». La vida de esta creyente crítica con la Iglesia continuó por la misma senda pues Sarkozy «era húngaro por su padre y francés por su madre, la cual tenía un padre judío de Salónica». En la actualidad Cecilia vive en Estados Unidos «casada con un judío marroquí», el publicista Richard Attias.
La bisnieta de Albéniz se arrepiente de haber abandonado en la adolescencia la carrera de piano, a pesar de ganar el concurso de la Villa de París. Apasionada melómana, posee cartas, partituras y documentos del autor de la suite 'Iberia' como el manuscrito original de 'Pepita Jiménez'. Cuenta que el virtuoso chino Lang Lang, de gira estos días por España, estrenó a los sones de 'Asturias' y 'El Puerto' el piano que preside el salón de su apartamento neoyorquino. Y recuerda que en la investidura de Sarkozy, el 16 de mayo del 2007, la Guardia Republicana interpretó 'Asturias' en un arreglo para orquesta de cuerdas. «Aquel día en el Elíseo me habría gustado que, de manera casi milagrosa, la música de mi antepasado hubiese podido abolir las angustias que vivía y la crisis que nuestra pareja atravesaba», confiesa la más efímera primera dama de Francia.
La mujer que renunció al poder por amor admite sentirse predestinada para la política. «Soy la nieta de un embajador y mi primo, Alberto Ruiz Gallardón, ocupa la función de ministro de Justicia en España tras haber sido alcalde de Madrid. Mi madre seguía de cerca los asuntos españoles y mi padre se apasionaba por la política francesa. Mi tío Keith McLellan fue antaño candidato a las elecciones frente a Pierre Eliott Trudeau en Canadá». Ahora, lejos de las intrigas palaciegas, consagra todas sus fuerzas a «continuar el camino que he elegido: comprender, transmitir, amar a los míos y ayudar a los demás». «Quizás entonces logre espantar definitivamente los dragones de las armas de los Albéniz para dejar todo el sitio a las estrellas y los corazones».
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