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Un numeroso grupo de ojacastrenses en la plaza en la que se levanta la picota. Predomina el verde de las camisetas de la I Marcha por las aldeas de Arrupia celebrada el día 7 de septiembre, cuando se tomó la fotografía. :: JUSTO RODRÍGUEZ
Ojacastro, una localidad  entre la leyenda y el futuro
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Ojacastro, una localidad entre la leyenda y el futuro

La población innova y se dinamiza: la feria de ganado y artesanía o la marcha senderista son los últimos ejemplos La presencia de un colaborador tejido asociativo asegura las tradiciones y mira adelante mediante nuevas ideas

JAVIER ALBO santodomingo@larioja.com

Viernes, 11 de octubre 2013, 00:39

«Somos el pueblo que da el nombre a una región, Rioja», presumen desde Ojacastro, villa rodeada de montes y bautizada así, en parte, por un asentamiento de tipo militar romano -castro-, y, también, dentro de un debate etimológico que sigue abierto, al río que por sus latitudes discurre: por supuesto, el Oja. La unión de ambas en un único nombre, 'Oggacastro', tiene su referencia documental más antigua en el año 939, pero, aunque no existan testimonios escritos anteriores, la historia de la villa se remonta a mucho atrás. Se han encontrado restos de la edad de Hierro y del Bronce, y cuentan que habitaron estos pagos autrigones y berones.

Unas 190 personas conforman el padrón de un municipio que tampoco ha querido perderse la oportunidad de promocionarse a través del concurso. «Dado que es una iniciativa singular para conocer todos los pueblos, nosotros, vecinos y amantes de Ojacastro, no nos podíamos quedar fuera porque nuestro pueblo es el mejor y tenemos una bonita y antigua historia que queremos presentar», explican, al alimón, quienes se han preocupado de asomar la localidad a estas páginas y de procurar la información que contienen: Toño Espinosa, Fernando Fernández, Pepe Fernández, Luis Domingo e Israel Aretio.

Una historia, además, llena de privilegios, como los contenidos en el fuero que recibió en el año 1200 por los reyes de Castilla, que confería juridiscción propia a los habitantes de Ojacastro. De ello da testimonio la picota de la plaza, «una de las mejores conservadas, que nos recuerda aún estos fueros y los ajusticiamientos». Hoy, afortunadamente, solo ornamenta uno de los rincones más bonitos del pueblo. Este mismo fuero, por ejemplo, otorgaba a los vecinos la posibilidad de usar la lengua vasca en las instituciones.castellanas. Un siglo después, en el año 1312, el rey Fernando IV el Emplazado concedió el fuero al valle de las villas de Ojacastro, Ezcaray, Zorraquín y Valgañón, que le confirmó o amplió los privilegios.

Relatan desde la localidad, además, que en Ojacastro debieron celebrarse autos de fe -juicios del tribunal de la Inquisición-, algo que fundamentan en que «en un edificio del barrio de Nuza queda todavía una sala en la cual puede leerse una inscripción en latín y, por tradición, se intuye que en ella se representaban autos». Se trata de parte del Himno Pascual, del que puede leerse la frase, 'Portare aleluya Meruisti Aleluya'.

El municipio debió tener hasta doce aldeas -algunas de las cuales siguen habitadas-, que, hasta el siglo XIX, se encontraban divididas en las 'cuadrillas' de Garay y Arrupia. Todo esto es parte de una historia muy larga, con la que el grupo vecinal prologa el presente de un pueblo que vale la pena visitar. Recorrer su barrio alto, Nuza; Barrumbarro, en la zona media, y Pisón, en la parte baja, permite descubrir una arquitectura «antigua y singular», jalonada de casas solariegas o de otras, grandes y de piedra, con su propia huerta y pajar. En muchos de sus rincones, el tiempo parece haberse detenido. «No se ha alterado nada la arquitectura en este último siglo, por lo que se ha conservado la estética de las viviendas», dicen los postuladores de la localidad en el concurso, que aseguran al visitante «innumerables atractivos».

Por citar algunos, la ermita románica de la aldea de San Asensio de los Cantos; la de Santa Bárbara o la del Ángel, próxima a una antigua nevera donde se mantenía hielo mucho antes de inventarse los frigoríficos. Y, por supuesto, la iglesia de San Julian y Santa Basilisa, que corona la villa y cuenta con el pórtico del siglo XVI más grande de La Rioja, además de con un bello retablo de nogal barroco y una cruz procesional.

Pero los atractivos -además de sus ricos embutidos, quesos o miel, y del arte en vidrio del taller 'Fusingola-, no se circunscriben al casco urbano, ya que su entorno natural oferta numerosos paseos que aproximan al caminante «a una flora espectacular y a árboles centenarios como el cerezo del Chorrato, un pinsapo o el haya de La Hiedra»; le procuran impagables vistas generales del valle o le llevará a manantiales y fuentes con leyendas mágicas, como la fuente de Laminiturri, de la que los vecinos cuentan una historia sobre una mujer con pies de ave. La traducción seria 'Fuente de las lamias', personajes mitológicos asociados a fuentes y ríos.

«Los ojacastrenses estamos orgullosos de nuestra historia, tradición y paisaje», cuenta el grupo vecinal, que refiere, como signo de evolución, la que ha procurado la reforma del antiguo fielato, que alberga el centro médico y brinda ciberteca, salón de actos, sala de asociaciones, sala de exposiciones y otros servicios. De su orgullo por la localidad, que dispone de casas rurales, dan fe algunos de los titulares que sugieren al periodista. Ahí van: 'Ojacastro, un pueblo que debes visitar por sus arquitecturas y paisajes', 'Rioja-castro, el pueblo que da nombre a una región', 'Ojacastro, valle encantado' u 'Ojacastro, un pueblo que debes descubrir'. Pues eso.

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