Bajada al calado con una puerta original de madera. :: S.T.
REGIÓN

Calados por la historia del vino

El barrio de las bodegas de Fuenmayor guarda algunas de las más singulares y mejor conservadas de La RiojaPermanecieron en el olvido hasta los años 80 y algunos han sido recuperados y muestran todo su esplendor

CASIMIRO SOMALO csomalo@diariolarioja.com

Domingo, 6 de octubre 2013, 01:05

La historia del vino y de La Rioja, sus orígenes, calados y personajes está lleno de cuentos y leyendas. Dilucidar entre la paja y el grano no es tarea fácil y menos si hay que poner fechas de construcción a los populares 'calaos' de los barrios de bodegas de los municipios riojanos. Se equivocan quienes pretenden remontar sus orígenes al siglo XIX y a las bodegas centenarias tanto como los que aseguran que ya estaban allí en tiempos de los romanos. Los viejos calados de Fuenmayor del barrio de las bodegas, algunos de los mejor conservados de La Rioja, han pasado desapercibidos. Hoy, sin embargo, merecen una excursión y algún tipo de iniciativa pública para sacarlos a la luz y hacer partícipe a la sociedad de un atractivo turístico de primer orden.

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Los 'calaos' de Fuenmayor ya estaban allí cuando Jovellanos vino a La Rioja en la primavera de 1795. El ilustre asturiano visitó uno de ellos y probó el Rioja que se hacía entonces. Los diarios de la visita dan testimonio de su existencia.

Pero retrotraerse en el tiempo y caer en la tentación milenarista que invade al mundo del vino para adquirir un pedigrí de tradición, resultaría arriesgado. Hay pocos estudios sobre los calados y ni sus actuales propietarios pueden concretar las fechas de construcción ni sus orígenes.

Uno de ellos, propiedad de la bodega 'Lar de viñas', coincide con la descripción que realiza Jovellanos en la visita a Fuenmayor. 50 escalones. Pero no deja de ser sino una hipótesis. «Por la inscripción registral, asegura Federico García, se sabe que estaba en pie a mitad del siglo XIX, aunque el conjunto y especialmente, los calados, son muy anteriores».

No hay más constancia documental. Los expertos que la han visitado señalan que la data más probable se remonta a los siglos XVI o XVII. «Cuando mi padre compró la bodega en los años 80, estaba en desuso y sólo por los comentarios de los más ancianos se sabía que era muy grande y que poseía seis o siete calados. La sorpresa fue cuando fuimos retirando los escombros y apareció todo el entramado en perfecto estado».

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Algo parecido le sucedió a Raúl Gonzalo con el 'calao' heredado de sus padres. «La bodega estaba llena de escombros. Tuvimos que realizar un pozo minero para extraerlos. Luego, claro, la sorpresa. La estructura estaba impecable». Tampoco su propietario puede poner fecha de construcción.

Unos calados y otros parecen ser de la misma época, algo que puede determinarse por arcos tallados en piedra y franjas intercaladas de tierra y otros materiales.

'Lar de viñas' es una bodega familiar que elabora vino en las instalaciones. Unas 190 barricas y 150.000 litros. Raúl Gonzalo ha rehabilitado todo el edificio, que cuenta con un espectacular tino de piedra tallada. El ventanuco para voltear la uva y todo lo demás bajo tierra, al menos siete metros. «Las cubas estaban en medio de los calados. Tuvimos que tirarlas. Pero cuando íbamos limpiando, aparecía lo que podemos ver ahora».

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Maravillas. Calados que se prolongan decenas de metros con una estructura impecable. Arcos, rincones llenos de detalles, suelos que han tenido que recuperar para evitar las humedades. Laberintos que se entrecruzan y enlazan. Y profundidades que oscilan entre los siete y los quince metros bajo la superficie. Dignos de estudio por su estado y singularidad.

Cuando Jovellanos visitó Fuenmayor lo hizo en la bodega de uno de los hombres del vino de su época. Un tal Nieto. Debía ser uno de los ricos del pueblo. Pasear por el pueblo hoy, todavía, pone de manifiesto la estrecha vinculación de la localidad y su gente con el mundo del vino desde hace siglos.

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Contaba el ilustrado que tuvo que bajar 49 escalones para llegar a naves con arcos de sillería y estribos del mismo y ladrillo. Jovellanos describía el lagar que tuvo ocasión de contemplar. Similar al de Raúl Gonzalo. Un pozo cuadrado de seis o siete varas de profundidad y otro tanto de ancho. Dos visitas, dos lagares, el de Nieto y el de otro personaje apellidado Valdés.

El asturiano, un observador de todo lo que era capaz de atrapar del entorno, era muy preciso en sus apreciaciones. Los 'calaos' no se habían hecho en terrenos exclusivamente arcillosos y ya detallaba las filtraciones de agua que corrían por alguno de ellos. Raúl Gonzalo tuvo que permeabilizar el suelo como mandan los cánones y con las técnicas más adecuadas.

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De los 'calaos' de Fuenmayor apenas hay datos y detalles salvo algunas cuestiones puntuales y detalladas de particulares. Mucho más allá, poca cosa. Los estudios de los calados riojanos son puntuales y, en algún caso, genéricos porque exigen tiempo y revolver archivos más allá de cuestiones puntuales.

Ninguno de los dos propietarios de los calados que aparecen en las fotografías pueden determinar fechas de construcción. Tal vez no tenga más importancia que la de ser capaces de concretar fechas de construcción, estilos y forma de vida y hasta cultivos en otras épocas anteriores a la presencia de un modelo francés que miró en el espejo más inmediato de Burdeos pero que tiene otras 'miradas' de Borgoña y una historia propia en la que no se reflejó en ninguno de los dos modelos más socorridos por el imaginario colectivo.

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Los 'calaos' de Fuenmayor merecen una visita y alguna iniciativa turística para abrirlos al público y conocer una parte de nuestra historia del vino de La Rioja.

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