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ISABEL URRUTIA
Sábado, 24 de agosto 2013, 01:38
«Tengo 25 años y ya aparezco en algunos manuales de Historia del Arte Contemporáneo», adelantaba ayer el joven navarro Abel Azcona en conversación con Diario LA RIOJA, poco antes de abandonar la clínica psiquiátrica San Miguel de Madrid. Muy probablemente, ahora mismo ya se encuentre relajado y bien comido en el hospital de Pamplona que le trata «desde hace tiempo». Dice que se encuentra «medio ido» pero habla por los codos. ¡Pura inercia! Es la fuerza de la última 'performance' -siempre al límite de sus posibilidades, muy en su estilo- que le arrastra y le lleva «a lo más alto de la mierda que ha sido mi vida». Genio y figura.
Energía, imaginación y ansias de notoriedad no le faltan. De lo contrario, no se habría propuesto vivir durante 60 días -totalmente aislado del exterior- en un cubículo de seis metros cuadrados. Apenas un rayito de luz le entraba cuando recibía una bandeja con lo mínimo para no morir de inanición: una papilla hiperproteica y un litro de agua. Y todo esto, ¿por qué? Por amor al arte, ni más ni menos. A este chico le mueve la gloria y «también la honestidad, porque yo no miento, mi vida y mi creación son una sola cosa». En su opinión, «la salud mental y el arte contemporáneo están íntimamente conectados, se retroalimentan para lo bueno y lo malo».
El equipo médico que seguía los movimientos de Azcona en 'Dark Room' (Habitación oscura) no dudó en sacarle del cuchitril y ponerle bajo tratamiento a la vista de lo que mostraban las cámaras de circuito cerrado que monitorizaban su evolución. «¡Pararon todo a los 42 días! Una lástima. Yo habría seguido hasta el final pero, hombre, como veían que no me movía, se temieron lo peor. Pero yo estaba en mi mundo, tumbado en la colchoneta, nada más...». En cuanto se recupere, volverá a la carga. A este chico le bulle la cabeza de proyectos y lo mismo se come el 'Corán' «para combatir el fanatismo religioso» que se zampa decenas de hamburguesas, las vomita y... se las vuelve a comer. O le manda un 'tuit' a Carmen Lomana para decirle que Emilio Botín, presidente del Grupo Santander, acaba de fallecer. Una 'gracieta' con la que pretendía hacer una alusión crítica al sistema capitalista, la crisis y los desahucios. Algo que obviamente no captó ni de lejos Lomana, sobre todo porque dio por buena la noticia y escribió un mensaje de condolencias en Internet. Normal que todavía le dure el enfado.
«El infierno está vivo en mí»
Hijo de prostituta, abandonado y maltratado, el peregrinaje de Azcona por los centros de acogida acabó cuando lo adoptaron a los seis años. «Pero, no te creas, el infierno está vivo dentro de mí. No he superado muchas cosas. Todas estas 'performances' son una vuelta al seno materno... Lo mío no tiene cura», asegura con rotundidad y un punto de orgullo. A su juicio, si no fuera por la «total falta de empatía y de vínculos con el prójimo», no podría llegar tan lejos en su expresión del dolor, de la soledad y de la crueldad. Quizás tenga razón. Resulta muy difícil de superar la ocurrencia que tuvo en una galería de Bogotá, donde no vaciló a la hora de prostituirse. Una experiencia «catártica» que atrajo a 39 personas (32 mujeres y 7 hombres) con ganas de contarle sus problemas, cantarle y tener «algún que otro contacto sexual».
El público de Dinamarca tambien lo adora «porque allí están acostumbrados a las experiencias fuertes en el teatro». Ver para creer. No solo aplauden las puestas de escena del burgalés Calixto Bieito -tan amigo de trufar las óperas con violaciones y defecaciones-, sino que reciben con los brazos abiertos las genialidades de Abel Azcona.
- ¿Cómo te ves a los 50 años?
- No me veo. No llegaré a esa edad. Lo que me gustaría, mucho antes, es meterme en una placenta y... no salir. ¡Sería la última 'performance'!
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