M. MAYAYO
Martes, 9 de abril 2013, 15:32
Casi no hacen falta presentaciones. La pizarra que sostiene lo dice casi todo y la bandera que ondea a sus espaldas revela su lugar de residencia: Tailandia. Sus paisanos de Cenicero seguro que lo identifican a la primera: Es Carmelo Espinosa Muga. Y otros muchos lo habrán podido ver estos días en el blog 'No nos vamos, nos echan', junto a los rostros de cientos de jóvenes españoles en 'exilio laboral forzoso'. Es la iniciativa de la plataforma 'Juventud sin Futuro' puesta en marcha en la red, de donde el pasado domingo saltó a las calles de ciudades de todo el mundo en forma de concentraciones de protesta para mostrar que casi toda una generación se ve «forzada a elegir entre paro, precariedad o exilio».
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La historia de Carmelo no es diferente a la de otros muchos: 31 años, con una carrera superior (Biología) y un rosario de 'mini-trabajos' que ha ido encadenando hasta el día que dijo 'basta'. Y las razones, se leen en su cartel-protesta: «Trabajar gratis... pisoteado... del aire no se vive...».
Ahora se encuentra en Tailandia y no vive del aire sino del agua: Es buzo profesional de pequeña profundidad. Puede ser la envidia de muchos por disfrutar de un paraíso, pero él con aplomo responde: «Yo quiero trabajar como biólogo que para eso he estudiado».
A Carmelo le apasionaban los animales y, por eso, estudió biología en Málaga, donde residía una de sus abuelas. Se licenció y consiguió trabajar en lo suyo hasta que «los recortes acabaron con los proyectos con animales protegidos». Como becario estuvo en Doñana con los linces, en Cazorla con los quebrantahuesos, en el Mediterráneo haciendo censos de cetáceos...
Entre medio acabó en un laboratorio de análisis clínicos en especies protegidas en Málaga, y otra vez... los recortes y a la calle. Fue jefe de producción «haciendo un medicamento, con muchas responsabilidades y personal a mi cargo, con horarios que no te permiten tener vida y un sueldo que no llegaba a lo que meses antes recibía por compaginar clases particulares y un puesto de camarero. Por cierto, en mi época de camarero en bodas y comuniones éramos cinco biólogos».
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El verano pasado lo colgó todo y se fue a Tailandia a probar suerte como buceador -«para aprovechar mis títulos»-. «Sin tener trabajo fijo, me despedí de España, hice la maleta y con poco dinero -para sacar pasta para el billete de avión trabajé en la vendimia del 2012- me vine a la isla Koh Kood. Me encantó y desde el primer minuto sabía que venía a trabajar. Y aquí estoy muy lejos de mi casa pero feliz. Algo de lo que he estudiado me sirve para ganarme la vida, cosa que en España no».
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