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MIGUEL AIZPÚN DERMATÓLOGO
Martes, 4 de diciembre 2012, 01:25
El hirsutismo facial constituye actualmente un problema cuya incidencia en el ámbito psicológico, social y laboral sobrepasa muy ampliamente su estricta valoración clínica. Este trastorno, definido por la presencia en la mujer de pelo y vello con características masculinas en localizaciones también propias del varón, hace que las afectadas se sientan incómodas y rebajen su autoestima hasta límites que, en casos extremos, conducen hasta la depresión.
¡Lo curioso de este trastorno es que no todas las mujeres lo viven de igual modo! El exceso de vello que, para unas mujeres, resulta tolerable, otras lo perciben como insoportable. Pero es evidente que, habida cuenta del patrón de belleza femenina actual, el hirsutismo es objeto de un rechazo social muy superior al que se registraba hace años. El protagonismo que la mejora del nivel económico otorga hoy a la imagen motiva que, en la práctica, el hirsutismo constituya un serio obstáculo para las relaciones sociales o el acceso al mercado laboral. Este fuerte impacto a nivel psicológico obliga a los médicos a tratar el hirsutismo facial como un trastorno que va mucho más allá de su mera catalogación clínica. Para un número considerable de afectadas, lo que está en juego es, nada menos, que la recuperación de su feminidad, ya que la presencia de pelo y vello con características masculinas les hace sentirse extrañas. En definitiva, estas mujeres no llegarán a sentirse normales hasta que el problema de su hirsutismo se resuelva definitivamente con su eliminación o, al menos, reduzca las señales externas a unos niveles que la afectada considere asumibles.
Además, el hirsutismo es un trastorno de una considerable incidencia. Un estudio realizado en Europa puso de relieve que del 10 al 40 % de las mujeres se quitan algún pelo facial, al menos una vez al mes. Pero, a pesar de las negativas repercusiones que genera el hirsutismo, los estudios clínicos demuestran que menos del 7% de las afectadas acuden al médico para tratar de resolver ese problema que les incomoda y angustia. Este reducido porcentaje contrasta el hecho de que el 23% de mujeres con exceso de vello aborden este problema a través de la familia; un 20% lo confíen a esteticistas; un 15% a los amigos; un 4% a los farmacéuticos, y un 6% no recurra a ningún colectivo.
Autotratamientos
Este comportamiento significa que el grueso de las mujeres que sufren hirsutismo recurren a autotratamientos (lo que resulta inadecuado y hasta peligroso, si el hirsutismo es síntoma patológico) y a métodos tradicionales, como la depilación o el afeitado, para eliminar el exceso de vello. Aparte de lo anticuado de tales procedimientos y de que varios de ellos resultan abiertamente inaceptables, por provocar repercusiones negativas sobre la piel, hay que resaltar que su efecto es meramente temporal y el tiempo y dinero invertidos desproporcionados en relación con los pobrísimos resultados obtenidos.
Una buena parte del todavía reducido porcentaje de mujeres que acuden a la consulta del médico lo hacen presas de una inquietud rayana en la angustia. Muy especialmente, aquellas que han visto frustradas sus expectativas de curación a través de los denominados productos milagrosos o las que han aplicado por su cuenta métodos de eliminación inaceptables. Tras haber experimentado todo un repertorio de tratamientos cuyos resultados han sido, en el mejor de los casos, abiertamente escasos en relación con el tiempo, dedicación y dinero invertidos, consultan ansiosamente al médico o al especialista sobre la existencia de nuevas terapias. Buscan fórmulas más efectivas de las que han aplicado, por su cuenta, hasta ese momento. Temen que el problema empeore y están desesperadas por recuperar, a la mayor brevedad posible, el control de una situación que deteriora su imagen física y también su autoestima personal.
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