El autor Teodoro Lejárraga y Emiliano Navas, director de Ediciones Emilianenses, frente a Suso. :: J.DELPÓN
CULTURA

«Los años me han hecho sentir la fuerza del monasterio de Suso»

El Guardián de Suso recopila en un libro sobre el patrimonio del monasterio seis meses de trabajo recabando datos y fotografías Teodoro Lejárraga Guardián de Suso

JOSÉ DELPÓN

Domingo, 2 de septiembre 2012, 02:18

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Si alguna familia del valle de San Millán puede presumir de cariño a Suso es la saga de los Lejárraga. Tarsicio, el recordado guarda de Suso con su sempiterna boina, que durante años mostró a quien estuvo interesado un viejo monasterio casi en ruinas que él y su mujer, Fermina, iban arreglando poco a poco hasta que su hijo Teodoro continuó con la tradición familiar de estudiar, escribir y enseñar. Otra muestra de sus sentimientos al cenobio son los incontables libros que padre e hijo han escrito, como el que se presentó ayer en el monasterio de arriba: 'El monasterio de San Millán de Suso; Patrimonio de la Humanidad', publicado por Ediciones Emilianenses, con la colaboración de la Dirección General de Cultura del Gobierno de La Rioja, el Ayuntamiento de San Millán y la Asociación para el Desarrollo del Valle de San Millán.

-Es la suya una prolífica vida cultural y literaria, ¿cuántos libros ha escrito sobre San Millán?

-Con éste sería el tercer libro, aunque escribí otro más sencillo sobre la toponimia en este valle, pero he intentado recopilar la cantidad enorme de datos que tengo de San Millán de la Cogolla y con lo que he investigado he querido hacer una conjunción de datos nuevos, sobre la vida de san Millán, el pueblo de Berceo, la bolsa de reliquias, etc. Este es un libro dedicado a la gente de este valle, deseo que tengan muy presente su historia y por eso me he interesado sobremanera en introducir datos sobre las personas, personajes, costumbres, romerías, cosas que se han recogido a lo largo de los siglos. Hablo de cosas de mi niñez.

-Pero se añaden elementos novedosos no solo de San Millán de la Cogolla.

-Ciertamente, también trato de la historia de Berceo, con la demolición de la iglesia de Santa Eulalia, que hoy en día sería Monumento Nacional y es que era el templo donde Gonzalo de Berceo oficiaba sus eucaristía y el santo Millán ejercía de racionero.

-¿Por dónde estaría ahora la iglesia?

-Justamente detrás del Ayuntamiento de Berceo. Sé que al hacer alguna que otra obra por allí incluso han aparecido restos, huesos, etc. Hasta he conseguido sacar un pequeño plano de cómo sería ese templo.

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-Sigue la tradición de su padre, guarda de Suso y escritor.

-A mi forma y manera sí, quisiera evolucionar más, pero con los años es difícil. Pero los años me han hecho sentir de manera especial la vibración, el cariño y la fuerza que este monasterio tiene, son muchos años viviendo aquí y enseñándolo. Eso te cala muy adentro.

-Pero sigue investigando y con inquietudes.

-Desde luego que sí. Por ejemplo, la bolsa de reliquias, que aportó unos datos importantísimos sobre los traslados de reliquias y restos, la descubrí en el trascurso de unas obras en el año 2000, ya que metí una luz muy potente en la columna del milagro de san Millán con el madero y apareció una bolsa con paquetitos pequeños con nombres y huesecillos o trozos de madera. Se la entregué al Museo de La Rioja y la investigadora de Logroño María Teresa Álvarez Clavijo puso mucho empeño y meses en recoger y analizar los datos. Los envoltorios databan de los siglos XVI y XVII con huesecillos de santos, alguno incluso del siglo II, como san Raimundo de Peñafort, o san Vítores, san Graciano, etc. La gente escondía las reliquias en sitios como ese para protegerlas de posibles robos y de paso santificar más todavía el lugar.

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-Y el libro se ilustra con buenas fotos.

-Tengo un gran archivo fotográfico que he ido recopilando por todos los sitios, pero las que me han sorprendido son unas fotos del Ministerio de Cultura, sobre 1890 del término del 'aidillo', el paraje encima de Suso, donde se ve el monte despoblado de vegetación y que ahora está repoblado de robles. Hay otra del portaleyo de Suso con las tumbas de los Siete Infantes donde el suelo está enlosado, los arcos cerrados y encalados los sepulcros. Tiene su razón de ser ya que Suso era un santuario, no un monasterio.

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