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DIEGO MARÍN A.
Lunes, 30 de abril 2012, 13:11
En la media tarde de ayer apenas había nadie en las calles de Villar de Torre y de Tricio. Los vecinos de los pueblos natales de David Merino y Augusto Ibáñez se encontraban en el frontón Bizkaia, en sus casas o en los bares, todos reunidos siguiendo en directo la final. En Villar de Torre unos niños jugaban a pelota a mano en el viejo frontón cuando comenzaba el partido. Al lado, en el bar Lymon y Na, medio centenar de personas de todas las edades tomaban licores, cafés y refrescos, jugaban al mus y seguían atentos los primeros compases del choque.
Fernando Merino, aunque no es familia del pelotari, afirmaba vivir el partido «como si lo fuera». «Tengo esperanza en que ganen», se sinceraba. «Yo de pelota sé poco», confesaba, «pero quiero que venzan porque, además, mi mujer es de Tricio, así que lo vivimos el doble». De Villar de Torre partieron dos autobuses para ver el partido en Bilbao. «Todos nuestros hijos están allí», añadía Fernando.
Eduardo Rubio, a su lado, sí era más entendido en pelota. «Hay mucha tensión, de momento no está la cosa muy clara», explicaba, y sentenció: «Este partido se va a decidir por desgaste, y los riojanos pueden ganar si no le sacuden mucho a David y si Titín puede jugar rápido delante...». La tan temida responsabilidad, para los vecinos de Merino II, no era un peso para el joven pelotari. «Merino es el que menos presión tiene, para mí ya es un héroe por haber llegar a la final. Tiene muchos años por delante», decretó Rubio. Completaban la mesa dos niñas: Laura y Elena, amigas del pelotari del pueblo. «Queremos que gane porque David es de aquí y se lo merece», explicaban. Y también animaban: «¡Aúpa Merino!».
A apenas quince kilómetros, la afición caracolera se dividía en dos núcleos. Los más jóvenes permanecían en el Bar de Abajo, comiendo pipas y señalando a los amigos cuando estos aparecían en la televisión. Nacho veía el partido «apoyando al del pueblo», Titín III. Mediado ya el encuentro «todo indica que van a ganar», advertía. «Si ganan, nos tomaremos una copa y gritaremos», aseguró. Delante de él, sentados alrededor de una mesa, cuatro jóvenes de Tricio vibraban. Uno de ellos era Ismael. «Lo estamos viviendo con nervios, aunque va bien», explicaba. «Nos gustaría haber ido allí, pero como no había entradas tenemos que verlo aquí, en el pueblo», comentaba resignado. Ellos celebrarán la victoria de su vecino «echando unas cervezas», pero un amigo apuntaba: «¡A ver si Titín nos invita a unas chuletas!».
Arriba, en el bar del Hogar de la Tercera Edad, repleto de los seguidores más veteranos, el choque comenzó a vivirse con intensidad a partir del tanto 10-16, cuando Xala y Laskurain castigaban a Merino II. «¡Juégatela con Titín!», le recriminaban al delantero rival. Afuera, en el frontón Titín III, dos niños jugaban a frontenis. El pacharán se bebía a chupitos y cada tanto se vivía como el penúltimo.
En una esquina, tres chiquillos contemplaban atentos el partido. Álvaro explicaba: «Quiero que ganen Titín y Merino porque son riojanos». Javier juzgaba el partido «más fácil de lo esperado». E Iván apuntaba: «Están jugando muy bien. Si gana, le daré la enhorabuena a Titín. A ver si viene aquí a echar un partido con nosotros». Con la lesión de Merino II en el 15-21, el caldeado ambiente se enfrió. La victoria parecía segura y, aunque Titín III tuviera que jugar solo, sus vecinos confiaban en que ganaría un tanto y también la final.
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