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ÍÑIGO DOMÍNGUEZ CORRESPONSAL
Domingo, 18 de diciembre 2011, 02:09
No fue nada fácil capturar a Michele Zagaria, 'Capastorta' (cabeza torcida), el más potente capo de la Camorra napolitana, detenido la semana pasada. Se sabía muy poco de él, no usaba móvil, no tenía familiares cercanos cuyo rastro pudiera delatarle. Imma Capone, una de esas peculiares mujeres de la Camorra, contó que una vez debía reunirse con él y vinieron a buscarla. Capone, que luego acabó asesinada en 2004, era un personaje. Una rubia que se vestía como Uma Thurman en 'Kill Bill' y tenía mujeres guardaespaldas. Para ver a Zagaria la metieron en el maletero de un coche y se hizo, a ojo, unos 200 kilómetros. Pero más tarde averiguó que había terminado a solo un kilómetro de donde había partido. 'Capastorta' la recibió en una lujosa villa, impecablemente vestido. Esta vez se ocultaba a 200 metros de su mansión de Casapessena, un pueblo de Caserta, feudo de los Casalesi.
Pero es allí, en su pueblo, donde era más difícil encontrarlo, porque ejerce un control hegemónico en la zona. En el sur de Italia, debe recordarse, hay zonas donde el Estado simplemente no existe, lagunas de soberanía. Desde hace meses están vacantes 21 plazas de jueces y fiscales en Santa Maria Capua Vetere, tribunal con jurisdicción en este 'far west' napolitano, y nadie quiere ir. Los Casalesi han elegido desde los ochenta a casi todos los alcaldes de Casal di Principe, capital de su territorio, que les da el nombre. Dentro del mosaico de familias de la Camorra, dispersas por Nápoles y su región, Campania, los Casalesi son la más respetada. Están organizados a la siciliana, infiltrados en la política y en todos los sectores de la economía.
Para comprender la entidad de los Casalesi conviene hacer un poco de historia. Hablando de mafia siempre es interesante. Son un clan fundado en los setenta por Antonio Bardellino, una leyenda de la Camorra en los tiempos en que dio el salto a los grandes negocios. Unió varias familias, los Schiavone, Bidognetti, Zagaria, Iovine, Venosa, y fue uno de los primeros en aliarse con la Cosa Nostra siciliana, como afiliado en toda regla. Empezó con el contrabando de tabaco, pero enseguida aplicó su ferocidad para extender su influencia, que iba de las puertas de Roma a Nápoles. En 1980 entró a formar parte de la Nuova Famiglia, una asociación de los clanes tradicionales nacida para combatir la Nuova Camorra Organizzata (NCO) de Raffaele Cutolo, otro mito aún mayor con una historia más increíble, que llegó a tener su cuartel general en un castillo. Está en la cárcel desde 1979.
Aquella guerra dejó en cuatro años más de mil muertos, y la ganó Bardellino, jefe militar de su bando. Después siguió otra batalla interna entre los vencedores, paralela a la que se disputaba entonces en Palermo entre los protectores sicilianos de cada bando, los sanguinarios Corleone de Totò Riina y los clanes históricos de la ciudad -Bontade, Inzerillo, Badalamenti, Buscetta-. Fue la llamada segunda guerra de Cosa Nostra, que dejó otros mil muertos. En todas, como siempre en la historia de la Mafia, venció el más bestia. Bardellino ganó siempre y nunca le pillaron. Pasó largas temporadas en Brasil y se supone que lo mataron en 1988, aunque nunca apareció su cadáver.
El último sucesor
Michele Zagaria, de 53 años, que creció a las órdenes de Bardellino, es su último sucesor. Lo han buscado 16 años en este territorio hostil, refractario a la ley, hasta que hace meses la Policía echó el ojo a una casa sospechosa. Pero tenían que estar seguros de que estaba allí. En noviembre del 2010 ya se presentaron en una boutique de Aversa pensando que le pillaban. Destrozaron la tienda con una excavadora, pero nada. Era de un tal Giuseppe Inquieto, y tuvieron que indemnizarle. La casa que vigilaban ahora era de su hermano Vincenzo, fontanero.
Los agentes esperaban dar con alguna pista y husmeaban en la basura. Por fin hallaron algo a lo que agarrarse: unos cigarrillos. Vincenzo Inquieto salía de vez en cuando a por tabaco, pero se iba a un estanco fuera del pueblo a comprar una marca determinada. Era la que fumaba Zagaria, un detalle averiguado tras años de rascar información sobre el misterioso capo. La hora de actuar llegó la semana pasada, por el soplo de un confidente, y se decidió probar suerte. Cuando la Policía llamó a la casa, Vincenzo Inquieto estaba despierto y vestido, aunque eran las tres de la mañana. Como si les esperara:
- ¿Habéis venido a romper todo?
- Ya veremos.
Esto lo ha contado en el 'Corriere della Sera' Giovanni Bianconi, experto de bajos fondos. Todo se desarrolló en esa especial complicidad entre el ratón y el gato que rodea a menudo la caza al mafioso. En este caso hay un matiz interesante. El agente que entró en la casa se llama Vittorio Pisani, 44 años, famoso jefe de la Squadra Mobile de Nápoles hasta julio, cuando fue desterrado de la ciudad e inhabilitado a trabajar en ella porque es investigado por sus relaciones con un capo del clan Russo, ahora 'arrepentido' y que afirma que le daba información a cambio de protección.
Pero, según 'La Stampa', fue una fuente de Pisani la que ha permitido capturar a Zagaria, porque lleva tres años detrás de él, y al final llevó el peso de la operación. Podía porque el lugar estaba fuera, por poco, de la provincia de Nápoles. La lucha contra el mal tiene estas ambigüedades. También el famoso 'Capitano Ultimo', el hombre que arrestó a Totò Riina en 1993, sufrió luego un proceso del que salió absuelto. Tras echar un vistazo por la casa, Pisani fue a mirar en la nevera. Este fontanero sin ingresos conocidos tenía una botella de champán francés del caro y y foie-gras, dos de las debilidades de Zagaria. También había una botella de 'Baron' del 97, un buen vino del Loira, y un Armagnac del 64. Entonces sacaron los martillos neumático para ponerse a hacer agujeros. Además los técnicos descubrieron que el aire acondicionado tenía tres cables, pero uno desaparecía bajo tierra.
Temor a asfixiarse
Pasaron dos horas machacando el suelo, a oscuras, tras haber cortado la corriente, y a eso de las cinco se oyó una voz del subsuelo: «Sono io, Michele Zagaria». Estaba aterrado en su madriguera porque temía asfixiarse, al quedarse sin aire acondicionado, o morir sepultado vivo. La Policía encontró una pared que se movía sobre raíles, con un motor, que descubría una escotilla. No salió enseguida. Negociaron. Zagaria preguntó si quien estaba ahí arriba era el 'Dottor Pisani'. Al saberlo pareció satisfecho, como en una rendición entre generales. Pisani, el policía proscrito, también lo estaba. Fue su revancha. Los aplausos de sus hombres al salir con Zagaria eran para él. Se le ve en las fotos en segundo plano, detrás del capo. En la rueda de prensa posterior había doce altos cargos en la mesa, pero él no estaba. No puede pisar Nápoles.
En su refugio de veinte metros cuadrados, bien amueblado, 'Capastorta' tenía dos televisores de 55 pulgadas con un cable de 400 metros que se conectaba con la red de cámaras de vigilancia del municipio. Dominaba el pueblo desde su agujero. Subía y vivía en la casa pero se escondía si venía alguien. La complejidad del búnker evidencia que se construyó primero, y luego la casa encima. Tal es la impunidad que reina en la zona.
Zagaria salió con una bolsa Louis Vuitton, saludado con reverencia por los vecinos. «A 'Maronna' ti benedica per il bene che ci hai dato» (Que la Virgen te bendiga por el bien que nos has dado), le dijo una anciana. Las declaraciones de vecinos que han salido en las televisiones italianas dejaban sin palabras. Cosas así: «Siempre estaba ahí si nos hacía falta dinero o trabajo, nos hemos quedado solos». Hasta el párroco, Luigi Mendito, dijo que para él «era un feligrés como los demás». La base social de los Casalesi, entre afiliados, colaboradores y beneficiarios, es de unas 2.000 personas, según los investigadores. «Mientras el único sistema de asistencia social en algunas zonas sea la Camorra será difícil vencerla», ha reconocido el fiscal nacional antimafia, Piero Grasso.
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