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LORENA GIL
Sábado, 10 de septiembre 2011, 11:19
«Unos me acusan de ser dirigente, con lo que pueden matarme si piso Francia, y otros (ETA) ponen el grito en el cielo, con lo que tiene de peligroso, como si se tratara de una traición». María Dolores González Katarain, más conocida como 'Yoyes', recogió en un diario sus reflexiones y temores más profundos tras dar un paso que la marcaría para siempre: abandonar ETA. Renegar del uso de la violencia con fines políticos le costó la vida. El 10 de septiembre de 1986, tal día como hoy hace 25 años, los que fueron sus compañeros en la banda terrorista durante más de una década la asesinaron en su pueblo natal, Ordizia, delante de su hijo, Akaitz, de tres años. Entonces, dejar las armas era una «traición» que se pagaba caro.
González Katarain nació el 14 de mayo de 1954. Su madre procedía de una tradición de agricultores vascos con fuerte identidad nacionalista, mientras que su padre, que creció en Castilla, se consideraba «más español que vasco». 'Yoyes' era la segunda de ocho hermanos, parte de los cuales simpatizaban con ETA. Católica practicante, a pricipios de los setenta, en plena etapa escolar, empezó a formar parte de un grupo clandestino de discusión política. En 1972, cuando se trasladó a San Sebastián para estudiar Magisterio, ya se había incorporado a la disciplina de ETA y solo un año después escapó a Francia, donde permaneció en activo durante otros doce. Se alineó con la vertiente militar y llegó a ser la única mujer con alta responsabilidad en la banda. Tras el asesinato en 1978 del miembro de la cúpula etarra José María Beñarán Ordeñana, 'Argala', a manos del Batallón Vasco Español, 'Yoyes' pasó a ocupar su puesto en la organización. Un relevo que apenas duró un año. González Katarain dejó el cargo y comenzó a distanciarse de la banda.
Varios meses después abandonó ETA y se trasladó a México. Sus compañeros le pidieron que mantuviera su marcha en silencio, algo que, en contra de su voluntad, resultó imposible. Permaneció en el exilio hasta 1985, periodo en el que tuvo a su hijo Akaitz, y acogiéndose a la amnistía de 1977 que se aplicó a todos los miembros de ETA, optó por regresar a casa.
Pero 'Yoyes' no era un miembro cualquiera de la banda. «La vuelta al ámbito familiar era su mayor deseo, era como una necesidad vital», reconocen en sus círculos. Un reencuentro del que apenas disfrutó un año. En 1986, meses antes de su asesinato, la revista 'Cambio 16' publicó un número con el titular 'El retorno de la etarra' que hizo saltar las alarmas en ETA. La noticia dio pie a que ETA y Herri Batasuna emprendieron una campaña contra ella, acusándola de «traidora» y «chivata». Para ETA, la publicidad del caso supuso una «traición» imperdonable, y 'Yoyes' no tenía ya quién la apoyara.
Antes de volver a Euskadi, Txomin Iturbe, entonces máximo dirigente de la banda, le garantizó que no actuarían en su contra. No obstante, su detención en Francia, en abril de 1986, acabó con el pacto de no agresión. La nueva cúpula, formada por Francisco Mújica Garmendia, 'Pakito'; José Luis Álvarez Santacristina, 'Txelis', y José María Arregi Erostarbe, 'Fitipaldi', ordenó su asesinato para evitar futuras deserciones. Los encargados de ejecutarla fueron José Antonio López Ruiz, 'Kubati', y José Miguel Latasa Guetaria, 'Fermín'. Cuatro de los cinco son ahora disidentes de ETA, como muchos otros presos de la banda.
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