TERI SÁENZ esaenz@diariolarioja.com
Martes, 21 de junio 2011, 13:11
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Pedro Sanz ha conseguido convertir lo extraordinario en rutina a fuerza de mayorías absolutas. Citas tan trascendentales para la política regional como el debate de investidura que acoge entre hoy y mañana el Parlamento riojano han pasado así a ser prácticamente un mero trámite que el presidente cumple a rajatabla y sin excesivas sorpresas desde que en 1995 las urnas le dieron la confianza por primera vez.
Ésta será la quinta ocasión que Sanz, todavía en condición de presidente electo hasta que el sábado sea proclamado oficialmente en San Millán, se enfrente a una sesión configurada para exponer su programa de los próximos cuatro años y solicitar la confianza de un hemiciclo más azul que nunca . En este contexto, la historia, aliada con la hemeroteca, confirma que el debate de investidura es para Sanz una especie de pistoletazo de partida para la continuidad de su proyecto. Un punto que sería aparte en otros y que para el de Igea no deja de ser un punto y seguido desde que en junio de hace 16 años cumpliera por primera vez con el protocolo.
Resulta llamativo comprobar cómo, a pesar del paso del tiempo, ni el discurso ni el escenario han variado en exceso. De ceñirse a sus recientes promesas electorales, la creación de empleo será la piedra clave sobre la que a partir de hoy sostendrá el resto de sus políticas. El mismo pilar sobre el que apuntaló su discurso la primera vez que subió al atril en calidad de futuro nuevo presidente, aderezado entonces con la apuesta por culminar el proceso autonómico (las competencias en Educación y Sanidad estaban pendientes), la austeridad como base recortar el gasto, las dudas sobre el trato del Gobierno central para con La Rioja o la exigencia de atajar de una vez por todas los agravios en materia de fiscalidad. Ni aquello suena hoy sorprendentemente tan viejo, ni tampoco el marco nacional que rodeaba aquel momento histórico era tan distinto. IU llamaba a los socialistas por boca de Julio Anguita a «retomar las ideas de la izquierda»; el PP de Aznar, entonces en la oposición, acusaba al Gobierno de claudicar ante los intereses de los nacionalistas; grandes empresas como Galerías Preciados cerraban sus puertas; y los pilotos de una filial de Iberia se echaban a la huelga. Hasta el ministro de la Presidencia llegado entonces para enmarcar con su presencia la toma de posesión del todavía conocido como Pedro María Sanz en San Millán era un joven/viejo conocido de plena actualidad: Alfredo Pérez Rubalcaba. Nada nuevo bajo el sol de la política y la economía nacional que encontraba su anverso en las fotografías un poco ajadas ya del público asistente al Parlamento riojano fumando en el hemiciclo y los anuncios publicitarios advirtiendo del CD-ROM como el no va más de las nuevas tecnologías.
A veces, sólo a veces, Sanz aprovecha el discurso que pronunciará hoy para avanzar alguna novedad de calado. Así sucedió en el 2007, cuando anticipó que su Gobierno incluiría una macroconsejería para gestionar las áreas de Industria, Innovación y Empleo y que, sólo después, se conoció que lideraría Erro. Cuatro años después, la principal noticia será la contraria: saber (o al menos intuir entre líneas) cuáles serán los departamentos y los correspondientes nombres que quedarán borrados del organigrama cumpliendo la promesa de reducir a siete las consejerías.
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